jueves, 25 de marzo de 2010

FELISA (capítulo 2)

(De cómo el lobo llega a la casa de la abuelita, aunque antes...)
Me he arrepentido nada más cerrar el artículo de ayer. Si espero que alguien vaya a pagar por esta retahíla de palabras, colocadas en cierto orden, intrínseco a mi propia naturaleza (como me da la gana, vaya), y por lo tanto compuesto con mis propias e irrelevantes ideas, no me va a leer nadie; así que nada mejor que dejaros hacerlo y disfrutarlo completamente gratis, si es que halláis en estas frases algún motivo que os lleve a pasar un buen rato, y a la SGAE y al copyright que les den, que para mí tengo bastante: los de la primera, que se lo curren, y al segundo, por escribirlo en inglés.

Sigamos, pues, con el maravilloso cuento de la niña Felisa que se ¿asustó? cuando vio al lobo.

Felisa, después de contarle el suceso a su madre, fue al cuarto de su padre, abrió el armario en el que guardaba su escopeta de caza (¡qué irresponsable, dejar las armas al alcance de los niños!), se la colgó a la espalda asegurándose de que estaba cargada y se encaminó al monte.

Se adentró en él pensativa y se puso a recoger flores.(Una cursilada- además de un atentado ecológico del que aún no tiene constancia Greenpace, que cuando se entere...- como muchas que le adjudican sin el más mínimo rubor al género femenino, pero...¡ no iba a ser yo menos que los demás! Si fuera un crío, un Feliso, no sería raro que escribiera que iba llenando los bolsos de piedras para tirárselas al lobo o a todo bicho viviente que se moviera)

Mientras, el lobo la vigilaba subido a un pino muy alto afectado por la procesionaria (esa oruga que va comiendo poco este tipo de árboles sin que nadie hasta la fecha haya puesto coto a tal plaga), sin darse cuenta de que todo su pelaje se estaba infestando de estos diminutos y asquerosos animaluchos.

-¡Ja, ja, ja!- como escribe una compañera mía, Juani para los curiosos que duden de semejante aseveración, en determinados correos electrónicos para confirmar que algo le hace gracia- ¡Ahora ya es mía!- pensó el lobo.

Emulando a Tarzán, se lanzó de liana en liana hasta alcanzar la casa de la abuela y así, cuando llegara la niña, matar dos pájaros de un tiro. Desde el último árbol del bosque antes de llegar al claro, divisó a la mujercita que, en ese momento, estaba adormilada en una mecedora cerca de la puerta de casa.

Pero aquel lobo no era Tarzán. Se agarró a la última liana y se lanzó hacia adelante, sin darse cuenta, obnubilado como iba, de que no había más árboles ni lianas, así que, cuando la que tenía en la mano se estiró del todo, debido al peso del ser vivo que colgaba de ella, se rompió y el pobre animal, a pesar de ser un especimen protegido, se pegó tal trompazo que quedó medio zumbado en el suelo encima de una mata de ortigas bravas que ayudaron a que aquel pequeño picor en la piel que le había comenzado hacía unos minutos, causado por el inicio del trabajo diario de las laboriosas orugas, se convirtiera en un picazón que lo obligó a rascarse a dos manos y a revolcarse por el terreno como un burro ganando la cebada.

Por fin, se levantó todo descuajaringado, aunque muy ufano y atrevido para que no se le notara que estaba hecho una mierda, y se presentó delante de la abuela.

-¿Qué, viejecita, cómo te va?- su cara revelaba tales deseos vergonzantes, más propios de un ser humano que de este animal salvaje (aunque como hablaba, sería normal. digo yo), que más de uno se habría desesperado si no pudiese hacer nada para evitarlo. Es más, estoy seguro que precisaría de tratamiento psicológico durante bastantes meses.- ¡No sabes lo que te espera!

Pero, como muchas personas mayores, estaba completamente sorda para lo que le interesaba y no lo oyó. A él le dio igual, se abalanzó sobre ella y...

Mientras tanto, la faltosa de la cría seguía con las flores sin importarle mucho saber si su abuela se hallaba en peligro o no. ¡Qué inconsciente! Como su padre con la escopeta; de tal palo, tal astilla.

¡Ay, Felisina, Felisina!

Bueno, señores, para hoy está bien. Me pongo enseguida con el capítulo 3 para que mañana esté listo para colgar.

Pásenlo bien, sean felices y espero que no se enfaden por mi atrevimiento al escribir aquí este relato por partes.

Hasta mañana.

miércoles, 24 de marzo de 2010

FELISA, O LAS ENSOÑACIONES TURBULENTAS DE UN SER OCIOSO, con perdón. (Capítulo 1)

Resulta que había una vez una niña muy buena, muy buena (mucho jode cuando repiten dos veces las cosas para decir lo mismo y ser reiterativo hasta la saciedad), a la que su madre (¿dónde estaría metido el padre, el mangante de él?) mandó un día a llevar la comida a su abuelita que vivía sola en el bosque (podría ser en una residencia de ancianos de esas que hay en plena naturaleza y cuestan un riñón y parte del otro, pero no; además no estaba tan sola, lo que pasa es que quiero hacer pensar un poco a quien lea estas líneas que ya entonces se acercaban los tiempos en que los humanos de cierta edad podemos acabar abandonados por nuestros hijos en lugares considerados maravillosos por ellos, sin preguntarnos a nosotros). El caso es que la cría, muy obediente, salió de casa y (¿no habrá guajes buenos y obedientes, serán todos unos trastos de armas tomar?) cogió un atajo una vez en el umbral de bosque para llegar primero.(Es que había quedado con sus amigos para charlar por el messenger- ¿o no había entonces? ¡qué atraso, oye!- y quería volver cuanto antes.)
Esto de los atajos suele ser muy divertido porque, por lo general, acaba uno donde Cristo dio las últimas voces y extraviado completamente en parajes irreconocibles, pero eso no le iba a pasar a la niña. No obstante, ¡mira tú quién le iba a decir a ella que se iba a encontrar con un animal salvaje suelto, solitario y marginado por sus congéneres debido a su edad. (Ya habían tomado buena nota de ciertas, contadas, eso sí, resoluciones adoptadas por algunas familias que querían lo mejor para sus progenitores, y comenzado a ponerlas en práctica: ante todo, independencia, que se arreglen como puedan , que no se sientan inútiles, no apurarlos ni meterles presión ante sus actos. Es decir, ahí os quedáis y que os zurzan). Resulta que a este animal por lo visto no le llegaba la pensión para entrar en uno de aquellos lugares en los que se les protegía y cuidaba con mimo, tipo zoos de los de hoy, moribundos, puercos y malolientes, aunque con un final feliz, la cazuela.
Así que la rapacina fue y se encontró de buenas a primeras, al doblar un recodo del atajo, con un lobo enorme, aunque algo flacucho para su tamaño (¿dieta mediterránea, acaso?; lo ignoro, no se lo pregunté), pero de los malos, eh. Su aspecto fiero denotaba que le valía todo con tal de comer y no sólo se ocupaba de dar de vez en cuando alguna que otra dentellada en la garganta de las lanudas ovejitas que poblaban los montes de la región (semiabandonados por la escasez de pastores, y los pocos que había además cobraban unos sueldos de controladores aéreos que casi ninguna familia se podía permitir). Es verdad que el pobre, con un semblante grisáceo y mortecino que tiraba hacia atrás, poco podía hacer en cuanto la presa echaba a correr, ya que el asma y la cojera de la pierna izquierda no le permitían atrapar a casi ninguna.
Pero tenía un don que hoy se consideraría una mera superchería si alguien nos lo dijese y a quien se acusaría de inmediato de falso y contador de chismes para que lo llamasen de algún programa del corazón, si no fuera porque os lo digo yo: Sabía hablar, y no era político ni trabajaba en ningún circo. ¡Palabra de honor!
Esta facultad es muy común en los cuentos infantiles de antaño y hogaño porque a los niños, como son niños, se les engaña con cualquier cosa...o al menos, eso creen a pies juntillas la mayor parte de los mayores relacionados con ellos- la otra parte es la que no les hace caso-. Permitidme que me carcajee, ¡je,je,je!, porque eso es lo que estas dulces criaturas quieren, que los adultos piensen que son tontos y tragan de todo, para después gobernarlos como quieren simplemente con una rabieta, un chillido o más, un tirarse por el suelo, una lagrimita a tiempo, una sonrisita, un gesto pícaro o cualquier cosa que se os ocurra, porque se las saben todas.
Cuando el lobo se enfrentó a la niña, o al revés, (seguro que estáis pensando en Caperucita, pero no; ¿acaso el santoral de cualquier iglesia no contempla más nombres? ¡Pues, anda tú, que no tienen los padres maneras de bautizar a un futuro enanito revoltoso y jugón de un equipo de la liga española, o a una futura enanita paseadora de cochecitos con muñecas vestidas de azul, con su camisita y su canesú, triunfando desde bien pequeñita en el cine tras un paso fugaz por las pasarelas de la moda de alta costura infantil, y que, cualquiera que sea el sexo, va a sacar a su familia de la crisis en un santiamén¡) y le preguntó que quién era y a dónde iba, ella sólo acertó a responder patidifusa y con voz cuasi silente que Felisa. (¡Felisa, ¿vale?, Felisa, no Caperucita, no os olvidéis ni la liéis más adelante!)
Y ¡¡FE- LI- SA!! nunca había escuchado a sus mayores lo de la facultad de hablar de los lobos de aquellos territorios; ni siquiera había caído en su poder ningún relato en el que hubiese podido leer que tal función fuera propia de estos animales. Así que, sin darle ocasión de reaccionar, dio media vuelta y echó a correr de regreso a casa donde se coló a todo meter hasta la cocina.
Su madre, al verla allí tan pronto, la miró extrañada. Su hija le contó con pelos y señales lo ocurrido, recalcando sobre todo la fealdad del bicho aquel, y remató:
-Ahora ya sé por qué la abuela vive en el monte sola. Como tiene todo tan grande, los ojos, la cara, los pies, las orejas, la lengua y todo, todo, todo (otra vez repitiendo lo mismo, y ahora tres veces, si es que no aprendo), pues seguro que se encuentra en su salsa. Con lo fea que es, la pobre, entre ellos no desentona y puede encontrar con quien comunicarse.
La madre de Felisa no puso dejar de pensar, con una sonrisita perversa:-¡Qué lista es mi hija, es igual que yo; ya se dio cuenta de que mi suegra es una bruja de armas tomar y donde mejor podría estar es entre animales!
¡Qué queréis, que siga, eh? Pues lo siento, pero a partir de aquí, para saber lo que sucede- los posibles mensajes de messenger remitidos a sus amigas, qué pintaba un leñador en el monte a aquellas horas de la mañana un día de semana cerca de casas habitadas y además dispuesto a disparar a cualquier cosa que se moviese, bien tuviese dos, tres, cuatro, cien o mil patas, que lo prohibe la ley, chaval, o qué otros animales hablaban, o con quién se entendía a escondidas la abuela, o por qué tenía tan grandes las cosas esas, o si la casa del bosque era de una planta o de dos, si tenía agua caliente o calefacción central o..., pues eso, que para seguir leyendo hay que pagar copyright (el copirraig del vulgo). A ver si pensáis que en esta vida todo es gratis. Si, ho, os mando a la SGAE y os vais a hacer vuestras necesidades por los pantalones, ¡anda ya!
Aunque..., dejadme que lo piense y... , volved mañana, anda, por si...

Y de ahora en adelante...

¿Que cuánto llevaba sin acercarme al blog? Pues tuve que echarle una ojeada al último artículo para saberlo. Los primeros días después de aquel se esfumaron volando, como el mismo tiempo, y, un día por otro, fui dejándolos pasar sin decidirme a escribir algo. Y eso que noticias y pensamientos sobre ellas se arremolinaron en mi cabeza de forma caudalosa, en algún caso, o simplemente anecdótica, en otros, pero sin que se viesen plasmados sobre la pantalla de mi ordenador, sobre la ventana de creación de entradas del blog.
Y un día, sin comerlo ni beberlo, me encontré escribiendo en mi " buenos días" habitual y diario(lo inicié unos días después de coger una baja laboral a raíz de una operación quirúrgica), al correo del centro donde trabajo con el fin de intentar sustraerlos un poco de la monotonía machadiana-aunque en clave de humor- y a partir de la cuarta o quinta línea, y aún hoy no le encuentro explicación ni tampoco pienso ponerme a buscarla , mi saludo diario se iba transformando en una especie de cuento sin sentido, pero capaz de alejarme de mis propios miedos, al tiempo que buscaba promover al menos la aparición de una pequeña sonrisa en mis fieles lectores.
Y así un día y otro hasta hoy, con el consabido descanso de fin de semana, que me lleva a más de diez capítulos. No sé en qué parará el dichoso relato, por eso tampoco puedo ni siquiera aproximar cuál será el último número de esa narración. No obstante, y después de ver que el blog permanecía mudo desde el día X, lo pensé unos minutos y me dije:
-¿"Por qué no? A fin de cuentas es un blog personal y en él puedo escribir lo que me apetezca. Si además las letras que uso para formar palabras, que forman frases creando párrafos, que se transforman en capítulos que van a dar lugar a una historia sin lógica ni sentido ninguno, logran, fatuo de mí, que en algún lector surja una pequeña sonrisa- y que además no se pique, pues sólo se trata de eso, de un ejercicio de escritura sin ánimo de molestar y sí de divertir- pues entonces, adelante, publícalo en el blog"
Y eso voy a hacer, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, e intentando escribir algo todos los días.
Mientras, que ustedes sean felices y disfruten de todos los momentos de la vida, que pasa volando.
Hasta la próxima

jueves, 25 de febrero de 2010

Sobre sueldos y ahorros

Lo único que cabría pensar de un trabajador con un sueldo medio, no un submileurista o semejante, es que al final de un año de trabajo haya sido de capaz de ahorrar algo así como el 1% de sus ganancias. Es decir, alguien que ronde los veintemil euros netos, puede tener en el banco unos doscientos a finales de diciembre.Es lo que se desprende de los datos fiscales que aportan algunos de nuestros polìticos cuando hacen públicas sus cuentas. Cobran alrededor de los cien mil euros anuales, y más y mucho más, y en el banco disponen de unos mil. Vamos, que eso es algo así como el uno por ciento
A mí me daría que pensar, pero seguramente será verdad. Así que por qué nos extrañamos tanto de que algunos como los señores Chaves o Camps lo hayan hecho. Es justo pensar que son unos trabajadores como los demás.
Cobran alrededor de los cien mil euros, y más o mucho más o muchísimo más, y en el banco sólo disponen de unos mil o dos mil. Vamos, que sobre el uno por ciento.
A fin de cuentas con lo que cobran, una nimiedad en esta España de la que sale dinero como borra para los de siempre, poco más podrían hacer. Los estudios de los hijos cuestan muchísimo, supongo que más que para el resto de los ciudadanos dado el elevado montante que tuvo que gastar uno de ellos y por cuyo agujero se le fueron las ganancias; mientras que los trajes y las corbatas de marca tampoco son moco de pavo y esos caprichos hay que pagarlos, aunque no todos los de a pie se lo pueden permitir. Independientemente de en qué se han gastado tanto, que es su problema, lo que queda en la cabeza que quien lee esas noticias y chirría más que una puerta de esas de película de terror de bajo presupuesto, es la impresión de que determinados pioliticos son unos verdaderos manirrotos. Con los sueldos que se embolsan a fin de mes y no son capaces de ahorrar nada más que eso que nos dicen, además, están demostrando que no han echado ni una sola vez en su vida un vistazo a la zoología y aún creen que los pájaros maman. No obstante, para los que sí hemos echado un vistazo en la escuela a estas cosas, sabemos que no es así, pero también sabemos que a nuestro alrededor, además de animales de cuatro patas, hay muchos otros con la mitad de apoyos sobre el suelo que no sólo maman, sino que también chupan hasta la sangre de los que se hallan a su servicio.
Y a santo de qué viene esto: pues porque sigo sin creerme que la clase política actual esté al servicio de la sociedad, sino que es ésta la que se ha puesto, y así se han encargado de enseñárnoslo ellos a través de sus discursos rimbombantes y demagógicos, la que se halla esclavizada por ellos. Y es la clase política la que vive a nuestra cuenta sin atisbo de preocupación por nuestros problemas.¡Bastantes tienen ellos para llegar a fin de mes! ¡Y para seguir en la poltrona o en cualquier puesto que le garantice seguir estudiando a su prole o comprando sus trajes!
¡Vaya por dios! A ver si pasa la crisis de las narices y esta gente puede ahorrar un poco más, que no dejan de ser el ejemplo en que nos miramos los demás. o eso nos han vendido con su seriedad y grandilocuencia cuando hablan.
Que ustedes se diviertan. Pásenlo bien, pero acuérdense de ahorrar el uno por ciento.
Un saludo

martes, 23 de febrero de 2010

Siempre pagan los mismos.

Ya está bien. Llevo unos días machacándome con que debería escribir algo sobre determinados asuntos que me llamaron la atención estos últimos días y... ¡Que si quies arroz, Catalina! Pasa un día, luego cae otro, y así sucesivamente, y cada vez es más difícil decidir sobre qué tendría que emborronar una página.

No obstante, hay un tema recurrente durante la semana pasada que me llevó a pensar en algo que ya he comentado en artículos anteriores: la inutilidad actual del mantenimiento de un sistema electoral que impide resolver los mayores problemas que afectan a España en función del bipartidismo radical que existe.

Y por qué digo esto: porque siguen soportando el peso de la crisis los españolitos de a pie, los que pagamos impuestos, los que estamos en el paro, los que nos cabreamos ante la comparación entre sus propios sueldos y los de algunos empresarios y/o ejecutivos de grandes empresas, los que renegamos de lo que cobran la mayoría de los políticos, que lo hacen de varias instituciones o por varios conceptos a la vez, los que nos enajenamos cuando vemos con que fatuidad acogen nuestros problemas aquellos que disponen de los medios para empezar a resolverlos y sólo se miran el ombligo, los que aún continuamos, cada vez que nos convocan, yendo a votar a semejantes ineptos que nada más buscan su propia continuidad en el comedero.
¿Será posible que algún día los ciudadanos se echen a la calle para exigir que las listas electorales sean abiertas? Es la única manera de que el pueblo esté verdaderamente representado por aquellas personas que han elegido, y no por aquellas personas que los aparatos de partido coloca
Y una vez descargado en los párrrafos anteriores ese run run de la conciencia que no me dejaba en paz, sólo me queda desearles que pasen un buen día.
Hasta la próxima.

lunes, 8 de febrero de 2010

Discrepar no es verter veneno, creo.

El pasado 28 de enero escribía en este blog un artículo que titulaba " ¿Por qué? Más interrogantes (V)". Había en él dos comentarios, pero me llamó la atención éste que reproduzco a continuación.
Anónimo dijo:
¿Qué puede molestar tanto a un funcionario, al que no va a levantar nadie de la poltrona, que alguien reivindique una mejoría en su trabajo?
Será quizás que los resultados de evaluaciones externas o la simple elección de los padres concluyan que se obtienen mejores resultados por bastante menos dinero?
Deja de soltar veneno.
Pensé en añadir yo otro comentario a continuación sobre las palabras de Anónimo, pero al final me decidí por esto.
Vaya por delante que me alegró saber que hubiera leído la columna de ese día. Pero, vaya por delante también, y ofertado en el mismo lote, que me extraña que de su lectura hubiese concluido tal despropósito cual es que yo esté en contra de la reivindicación de la mejoría en su trabajo de los profesores de la enseñanza concertada. Nada más lejos de la realidad: espero y deseo que todos y cada uno de los trabajadores de este país, en la profesión que tengan, puedan disfrutar de todas las mejoras laborales, económicas y sociales que merezcan. Y que luchen por ellas, si considerasen que no se las conceden. Pero en mi escrito del 28 de enero hablo de otra cosa: contemplo la posibilidad de que el estado conceda subvenciones a centros concertados, si se necesitan como apoyo a la red pública, que den cuenta de esas ayudas y luego que se gestionen a su manera, entre otras cosas en la elección de profesorado, lo que conlleva una decisión sobre su salario y sus condiciones de trabajo, como en cualquier empresa privada de este país, que esos centros también lo son. ¿Y que esos trabajadores logran por convenio con su empresa un salario y unas condiciones laborales excepcionales? Pues mejor.
Y en cuanto a la poltrona de los funcionarios: cree en muchos tópicos. En este país éste es uno de los más socorridos, ya lo criticaba Larra hace muchos años. Pero los tópicos son eso, tópicos. No seré yo quien defienda la honradez absoluta y total, ni siquiera de forma magnánima como en otros cotos profesionales de este país, de quien está a mi lado como funcionario. Defenderé el trabajo de quien conozca, no soy tan tonto como para generalizar y meter a todo el mundo en el mismo saco. Pero c0nsidero que la mayoría realizan sus funciones dentro de la responsabilidad de su cargo de forma honesta, qué quiere que le diga? Y a título personal, ni entro ni salgo en el tema, puesto que mi trabajo lo valora quien lo tiene que valorar y no es precisamente Larra o sus discípulos quienes creo que lo harán.
Voy al segundo párrafo de su comentario, Anónimo. Me dice que se tiene miedo a las evaluaciones externas. Verá, nunca, creo, el profesorado de la pública tuvo, tiene ni tendrá miedo a ello, lleva muchos años la Administración haciéndolo, de una u otra forma, pero haciéndolo. No sé en qué se va a basar la nueva forma de evaluación que se quiere imponer ahora, pero justo ahí reside el problema, en no saber qué van a evaluar, y mandar que se firme un papel en blanco. Le pongo un ejemplo de una de las preguntas que sobre evaluación, la misma que quedó en entredicho, mandaron a centros públicos, al menos de primaria, el curso pasado y que, aunque no es literal, venía a preguntar algo así: ¿Cuántas veces atendió a alumnos que se hubieran accidentado en el centro a lo largo del año? Cree usted, Anónimo, que así se puede evaluar.¿Quién realizó tal cuestionario? Pues en contra de eso está muchísima gente, entre la que me encuentro. Que hagan una evaluación en función del puesto de trabajo de cada funcionario, pues no puede ser la misma para uno de la Consejeria de Sanidad que para alguien de Educación. Y no creo que haya alguien que se opusiese a ello, al menos yo.
En cuanto a la elección de los padres, defendí y defiendo que manden a sus hijos a donde mejor les convenga, partiendo siempre de que tanto en la pública como en la privada van a obtener lo mismo. No nos engañemos en cuanto a resultados finales, en ambas los resultados son semejantes, aunque hay un punto a favor de la pública: a ésta también van la mayoria de alumnos procedentes de familias marginales y marginadas, de minorías y con problemas mayores de adaptación a la realidad que los rodea. ¿Cuántos de estos alumnos hay en la privada y cuántos en la pública? ¿O acaso cree que la privada los quiere? Hombre, a lo mejor tienen un par de ellos, para lavarse la cara.
Y en cuanto al dinero, qué me va a contar. Le voy a poner un ejemplo nada más. ¿Sabe cuánto paga la Consejería por la beca de alumno de comedor? Algo así como tres euros al día. ¿Y en la privada, se lo digo yo o ya lo sabe? Pregunte a esos mismos padres cuánto pagan por una salida extraescolar y los de la pública por otra igual. ¿O me va a decir que los padres de la concertada llevan a sus alumnos totalmente gratis,o en las mismas condiciones económicas que la pública, al centro que eligen? ¿Cuántos centros concertados hay en las zonas más deprimidas de Asturias o en las menos pobladas?¿Tienen ahí los padres oportunidad de elegir centro?¿Por qué estas empresas no abren centros en esos sitios, aunque pierdan dinero de forma puntual en esos lugares?¿Acaso no lo compensarían con los centros de la zona centro, saliendo así en defensa de esas ideas de libre elección de centro por parte de los padres? Repito "Poderoso caballero es Don Dinero"
Anónimo, me alargo mucho. Creo que son temas dignos de discutir, pero dialogando, que es como mejor se entienden las personas. Cada una puede tener opciones y formas de pensar diferentes, a todas se les puede y debe respetar. Por eso es inconcebible que me acuse de verter veneno. Esa frase, y perdone si le molesta, es más propia de los totalitarismos radicales. Nadie vierte veneno porque sí. Y si me equivoco, y lo hago muchas veces, lo reconozco y admito la razón venga de quien venga. Y si no me convencen, pues eso, mis ideas son las que son y merecen ser tan digas de respeto como las suyas. Sin por ello verter nada.
¡Ah!, el otro comentario decía:
Anónimo dijo:
"Totalmente de acuerdo"
Y tampoco vierte veneno.
Creo que ya está bien.
Un saludo y hasta la próxima. Pásenlo bien, piensen lo que quieran y que nadie tergiverse sus ideas para acusarles de lo que no son.

sábado, 6 de febrero de 2010

Otra vez holgazán.

Han pasado casi dos horas desde que abrí esta ventana, la que dice lo de "Nueva entrada" y casi dos horas sin escribir nada en ella. Me doy cuenta que el blog lleva casi una semana sin ninguna aportación y me da vergüenza. Soy totalmente consciente de que es una falta absoluta de respeto hacia mis lectores; no obstante, es más importante aún el hecho de que aún no haya descargado en algún artículo nada de la mala leche que a veces vierto en ellos como medida antiestrés.

Es probable que esta última semana no hayan pasado por mi mente asuntos que yo considerara de capital importancia como para que me hubiesen impelido a manifestar mi acuerdo/desacuerdo en estas páginas; así que estuve más de cien horas tranquilo, quiero imaginarme en este momento.

Pero, ¡ay, como que no! Nada más llegar a mi cabecita/-zota esta idea de tranquilidad y relajamiento, todas las neuronas se aceleraron y me recordaron de golpe todas las situaciones ante las que mostré, aunque sólo fuese internamente, mi profundo rechazo y hasta mi más sonoro cabreo en forma de tacos de mayor o menor calado.
Es decir, que también el hecho de no haber escrito nada durante este tiempo es otra falta de respeto hacia mí mismo. Me llamo holgazán una, dos, tres, cuatro veces y, cuando voy a emitir por quinta vez la dichosa palabreja, con la cara roja como la de un niño de ocho años pillado copiando por el profesor in fraganti, en vez de ella, suelto un " De ahora en adelante esto no va a pasar más".
Me pongo serio, me echo hacia atrás en la silla y..¡plof!, doy un puñetazo encima de la mesa. Porque sé que quiero engañarme a mí mismo y eso es imposible. Porque sé que voy a volver a las andadas. Porque sé, ahora que estoy a punto de acabar este artículo, que mañana, o pasado, o dentro de un mes tendré la cabeza "a figos" y tornarán las cosas a lo mismo. ¡Seré...!
¡Hala, hasta la próxima, que, por tonto, aún me duele la mano del puñetazo! ¡ Seré...! ¡Qué culpa tendrá la mano de mi mala conciencia.
Venga ya, pásenlo bien.