Cállate, joven gaviota reidora,
presuntuosa
y charlatana,
cierra
tu pico rojo,
pliega
tus alas blancas,
marrones
y grisáceas,
y
escucha.
Y si
no, ya sabes,
vuela,
vuela tras los montes,
vete
a los campos de Castilla
y grazna
sin contar nada.
¿Acaso
no te das cuenta
que
hasta la luna,
siempre
musitando versos,
ha
silenciado su voz?
Óyela
a ella, la más hermosa,
la
que te cuenta historias,
mitos
y leyendas
de
otros lugares lejanos,
de
otros países diferentes
de
otras culturas desconocidas.
Es
ella, hoy, la única protagonista.
Es
ella, la mar.
Así
que pósate en esa peña,
dobla
tus patas rosáceas,
cállate,
oye y escucha,
sé
por unas horas
una
gaviota seria y atenta,
para
que puedas contar
los
relatos maravillosos
a
todos quienes te quieran oír,
todos
los que te cuenta ella,
la mejor
narradora de siempre,
la
que conoce el bien y el mal,
la
que entre su espuma nos trae
los
aromas de otras tierras,
la
más justa,
la
que a todos trata por igual,
es
ella, aquí lo mismo que allá.
Es
ella, la mar.
¡Chis,
observa!
Las
olas se acercan
cargadas
de palabras preñadas
de
fábulas, de aventuras prodigiosas,
de
crónicas y relatos maravillosos
Cierra
ahora tus ojos, no mires,
abre
sin miedo tu mente,
sé
libre por un día y aprende.
Va a
comenzar.
Es
ella, nuestra inigualable narradora.
Sí, es ella, nuestra Cantábrica mar.