sábado, 25 de febrero de 2023

Y YA HACE UN AÑO QUE...

 

Un año ya.

Casi mira uno atrás y no sabe si fueron 365 días o solamente una semana. ¡Qué fácil es decir un año para cualquiera de nosotros sentados tranquilamente en un sofá o en una terraza, en el cine o simplemente dando un paseo por un parque! Y sin embargo, en las aldeas, los pueblos y las ciudades de Ucrania, sus habitantes (los que hasta ahora han sobrevivido o malsobrevivido) creerán que ya han vivido mil vidas distintas.

                ¿Y qué hemos hecho hasta ahora para acabar con esa contienda sangrienta? Si hacemos caso a todo cuanto nos cuentan en Occidente, hemos puesto a disposición de los ucranios todo cuanto necesitaban para enfrentarse a ese coloso ruso que se ha autoerigido en salvador no solo de su país sino también de aquellos que lo rodean. Bueno, aportar todo lo necesario no, pero algo es algo. Aunque mucho me temo que poco, dado la enorme diferencia de fuerzas militares y humanas existente entre el agresor y el agredido. No obstante, tampoco creo que el incremento de apoyo militar sea la solución. No sé para qué existe la diplomacia.

No pienso que el desenlace llegue a término en el campo de batalla. Sería una carnicería aún mayor que la que ya se está produciendo. Ha de llegar en un despacho, en un salón o similar donde se ponga fin a esta barbaridad. Pero no es fácil. Ni uno ni otro contendiente quieren ceder. Uno por orgullo y endiosamiento, el agresor, ese dictador ruso que no permite ni que su pueblo sepa lo que sucede; el otro por terquedad, vestida  de nacionalismo y defensa de las libertades del mundo, y ya por engreimiento, capaz de soñar con poner de rodillas al gigante eslavo.

Así las cosas, mucho me temo que vamos a tener guerra para rato. Y las consecuencias económicas, como siempre, las pagaremos los mismos que sufren en cada uno de los conflictos bélicos que azotaron y azotan a la humanidad, los de abajo, los que comulgamos con ruedas de molino ante las noticias interesadas que nos cuentan nuestros políticos. Ay, si alguien nos contara de verdad las causas de tanta barbarie y las razones reales por las que no se acaba.

Bueno, pero ya sabéis lo que me pasa: es habitual que cada vez que auguro una cosa suela salirme al revés. Así, pues, eso espero hoy también. A ver si entra un poco de cordura en las cabezas de esos “cabezones” y nos dan una alegría en forma de paloma picassiana.