sábado, 26 de febrero de 2022

ORATE SUELTO: PELIGRO

Rusia invade Ucrania. Putin demuestra una vez más que en el oriente europeo es el jefe supremo, hace lo que le viene en gana y nadie le tose. Sí, se sanciona benignamente por ello, salen a la calle en muchas partes del mundo unos miles de personas con el No a la guerra y frases en pancartas más o menos furibundas por la masacre que está teniendo lugar a la vista de las imágenes que se deslizan en los medios o videos que solo sirven para demostrar la crueldad de estas situaciones, como sucedió en Irak o en Siria o en Yemen o… Los gobiernos occidentales, con EEUU a la cabeza, se tiran de los pelos porque no se habían tomado a este zar lo suficientemente en serio y los movimientos políticos de esos países fueron infructuosos por nefastos para evitar este tormento, obviando desde el primer momento que se enfrentaban a un loco peligroso, un desquiciado dictador al que no le tiembla la mano a la hora de deshacerse de sus opositores mediante el asesinato, sin que haya habido consecuencias negativas por esos hechos, o mínimas dichas con la boca pequeña pero sin llevar a la práctica. En Rusia no se mueve nadie y, si lo hacen, acaban en la cárcel o en el cementerio. Mano dura, puño de hierro, balas y bombas si fuese necesario, o veneno para acabar con cualquier conato de rebelión ante sus decisiones. Y en los países que la rodean, otro tanto de lo mismo. Ejemplos los hay: Chechenia, Kazajistán, Georgia, Bielorrusia, etc.

Nadie quiere reconocerlo, pero es que además lo que desea este facineroso gobernante es el poder económico que le proporciona el dominio de Ucrania, situada al sur de sus fronteras con la salida libre hacia el mar Negro y, por ende, al Mediterráneo. No se puede olvidar el potencial de recursos y materias primas de que dispone este país, y Rusia, que gestiona sus recursos de manera funesta manteniendo un nivel de vida de sus ciudadanos deplorable, quiere hacerse con todo cuanto pueda. Amén de ello, le sirve para acojonar al resto de países de su ex órbita avisándolos de lo que les puede caer encima.

Y ahora, con el fin de acoquinar más a sus países fronterizos, amenaza a Suecia y a Finlandia, Y estas dos naciones se echarán a temblar ante la posibilidad de que les suceda lo mismo. Están, a fin de cuentas, en una situación geopolítica semejante a Ucrania. E igual sucede con antiguos aliados de la extinta URSS, esa que parecía haber pasado a ser un capítulo ominoso más en la Historia de Europa y del mundo, pero que Putin parece decidido a revivir.

Así pues, quién se atreve a hacerle frente. Putin gana la guerra, esta y las que le dé la gana de entablar mientras no confronte con China. Su poder nuclear es enorme y el chiflado que puede disponer de su uso anda suelto. Su ambición no tiene fin y su pueblo, si aún le quedase alguna gana de cambiar de dirigente, está aplastado por las botas de un ejército dirigido por intrigantes generales fidelísimos a su líder, si no quieren desaparecer.

           No se puede ser un iluso y pensar que unas elecciones en Rusia son libres y puedan cambiar de líder, eso es imposible. Así que a Occidente nada más le resta oír, ver y callar, o llegar a acuerdos con este nazi bajándose los pantalones y rezando por que los cumpla. Porque, por desgracia para nosotros, la economía europea sigue dependiendo muy mucho de los recursos que exporta ese país y de ese visionario majareta. 

viernes, 11 de febrero de 2022

GUERRAS

 

Hoy no existen las guerras. Nadie, ningún país, ningún dirigente declara la guerra a otro.  

Ahora, de repente, alguien espeta una serie de diatribas contra el oponente y este le responde de forma semejante o peor; y alguien lanza un ataque más o menos sorpresivo y el atacado se defiende y contraataca;  y se lanza una ofensiva que es respondida por otra contraofensiva; suenan primero una bala y luego una ráfaga, más tarde un cañonazo y después bombas o torpedos, desde aviones, desde barcos, desde baterías antiloquesea; se producen repliegues por un frente y despliegues por el otro; un contragolpe contra un determinado lugar y resistencia y posterior acometida desde el otro. Pero no se habla de guerra, son solo maniobras militares controladas y destinadas a defender los derechos de uno y de otro, no se desea ningún tipo de enfrentamiento contra nadie, aunque nadie se lo crea y los fragores de batallas siembren los campos de destrucción.  

Después, como si hubiese sido un visto y no visto, el silencio absoluto en ambos lados. Y antes de que nadie diga nada, una palabra coherente, comienzan los gemidos y lamentaciones, los lloros y los pesares, los odios y los rencores que duran eternamente, a veces expresados a voz en grito o simplemente solapados bajo engañifas arrinconadas en lo más profundo del inconsciente. Y sobre la tierra, entre el polvo, el agua o el barro, los muertos, miles de muertos, de uno y otro lado que alimentan la inquina entre pueblos.

Y cuando ya parecía que todo había terminado, aún faltaría el colofón, el estrambote al enfrentamiento armado: se firma un armisticio sobre papel biodegradable afirmando que el conflicto ha terminado. Lo firman quienes han visto en la muerte de sus semejantes el precio a pagar para seguir manteniendo sus prebendas y su supremacía, quienes nunca pisarán un campo de batalla y el único estruendo que oirán y les afectará de cerca será cuando sientan el golpe al ser despojados de su poder y caigan desde las alturas donde se habían aposentado creyéndose líderes inmortales, dioses.

Y por fin, en medio de la pobreza y la decadencia moral que les reste a esos seres humanos supervivientes que han visto y padecido  lo peor que le puede suceder a una sociedad, algunos gerifaltes presumirán, de forma arrogante y engreída, rayana en la soberbia, de que han logrado determinados y valiosos acuerdos diplomáticos entre ambas partes, se colgarán varias o muchas medallas y declararán que la guerra ha terminado. Solo cuando termina la confrontación bélica la gente, los políticos, los observadores confirmarán que existió una guerra. Hasta entonces, nada. Y lo harán, sobre todo, porque también la paz es rentable, muy rentable, tanto o más que la guerra.