Rusia invade Ucrania. Putin demuestra una
vez más que en el oriente europeo es el jefe supremo, hace lo que le viene en
gana y nadie le tose. Sí, se sanciona benignamente por ello, salen a la calle
en muchas partes del mundo unos miles de personas con el No a la guerra y
frases en pancartas más o menos furibundas por la masacre que está teniendo lugar
a la vista de las imágenes que se deslizan en los medios o videos que solo
sirven para demostrar la crueldad de estas situaciones, como sucedió en Irak o
en Siria o en Yemen o… Los gobiernos occidentales, con EEUU a la cabeza, se
tiran de los pelos porque no se habían tomado a este zar lo suficientemente en
serio y los movimientos políticos de esos países fueron infructuosos por
nefastos para evitar este tormento, obviando desde el primer momento que se
enfrentaban a un loco peligroso, un desquiciado dictador al que no le tiembla
la mano a la hora de deshacerse de sus opositores mediante el asesinato, sin
que haya habido consecuencias negativas por esos hechos, o mínimas dichas con
la boca pequeña pero sin llevar a la práctica. En Rusia no se mueve nadie y, si
lo hacen, acaban en la cárcel o en el cementerio. Mano dura, puño de hierro, balas
y bombas si fuese necesario, o veneno para acabar con cualquier conato de
rebelión ante sus decisiones. Y en los países que la rodean, otro tanto de lo
mismo. Ejemplos los hay: Chechenia, Kazajistán, Georgia, Bielorrusia, etc.
Nadie quiere reconocerlo, pero es que
además lo que desea este facineroso gobernante es el poder económico que le proporciona
el dominio de Ucrania, situada al sur de sus fronteras con la salida libre
hacia el mar Negro y, por ende, al Mediterráneo. No se puede olvidar el
potencial de recursos y materias primas de que dispone este país, y Rusia, que gestiona sus
recursos de manera funesta manteniendo un nivel de vida de sus ciudadanos
deplorable, quiere hacerse con todo cuanto pueda. Amén de ello, le sirve para
acojonar al resto de países de su ex órbita avisándolos de lo que les puede
caer encima.
Y ahora, con el fin de acoquinar más a sus
países fronterizos, amenaza a Suecia y a Finlandia, Y estas dos naciones se
echarán a temblar ante la posibilidad de que les suceda lo mismo. Están, a fin
de cuentas, en una situación geopolítica semejante a Ucrania. E igual sucede
con antiguos aliados de la extinta URSS, esa que parecía haber pasado a ser un
capítulo ominoso más en la Historia de Europa y del mundo, pero que Putin
parece decidido a revivir.
Así pues, quién se atreve a hacerle frente. Putin gana la guerra, esta y las que le dé la gana de entablar mientras no confronte con China. Su poder nuclear es enorme y el chiflado que puede disponer de su uso anda suelto. Su ambición no tiene fin y su pueblo, si aún le quedase alguna gana de cambiar de dirigente, está aplastado por las botas de un ejército dirigido por intrigantes generales fidelísimos a su líder, si no quieren desaparecer.
No se puede ser un iluso y pensar que unas elecciones en Rusia son libres y puedan cambiar de líder, eso es imposible. Así que a Occidente nada más le resta oír, ver y callar, o llegar a acuerdos con este nazi bajándose los pantalones y rezando por que los cumpla. Porque, por desgracia para nosotros, la economía europea sigue dependiendo muy mucho de los recursos que exporta ese país y de ese visionario majareta.