Emilio
Lledó, Premio Princesa de Asturias 2015 de Comunicación y Humanidades, en un
acto con alumnos de Secundaria, insta a
estos a leer ya que somos seres de palabra", y recomendó a los
alumnos a evitar el peligro de convertirse en chispazos digitales debido al
empuje creciente entre ellos de la tecnología. "Leer es hacer que fluya la
palabra", afirmó antes de exaltar "la maravilla del libro", que
permite "conservar lo que pensaban otros en el pasado, uno de los grandes
prodigios de la cultura".
Estoy
seguro que todos y cada uno de los padres de hijos que hayan leído u oído con
atención a Emilio Lledó suscribirían sus palabras desde el principio al final.
Y en cambio, a mi alrededor, sigo viendo como el libro sigue siendo un elemento
circunstancial en la educación de los niños y los jóvenes, un apéndice que en
ocasiones se compra porque algún profesor o maestro “despistado” resulta que se
lo ha sugerido para leer en casa por razones que a muchos padres les trae al
pairo. Por lo general, suele quedar abandonado en alguna esquina, una vez
cumplida su función de haber sido más o menos leído, o pasadas las páginas de
prisa y corriendo para encontrar cuanto antes la palabra fin, y normalmente
olvidado hasta acabar desapareciendo al cabo de poco tiempo.
Cuando
gente como Lledó se esfuerza en explicarnos la importancia que para el ser
humano tiene la lectura, a mí me da la impresión de que está hablando, si ya no
en el desierto, al menos para cuatro oasis desperdigados y sin comunicación
entre ellos.
En
los planes de estudio, cada día se le da menos importancia a la lectura cuando
en realidad debía de ser una parte elemental en la enseñanza de la Lengua, la
que sea. Lo que sucede es que, en vez de buscar el interés y el gusto de ese
potencial lector, el adulto, el enseñante se empeña muchas veces en que lean
verdaderos tochos que a ese niño o joven le importan un pito. Y así es
imposible motivar a nuestra juventud, por muchos Lledós que haya y muchas
recomendaciones que nos hagan.
Y
si leer es dejar que fluya la palabra, de forma individual, no impongamos a nadie a leer por obligación
porque nunca sabrán cuando callar.
Disfruten
del día con una sonrisa y si es con unas páginas de un libro que les guste,
mejor.