Ayer tenía sueño. Nada más acostarme no fui
capaz ni de leer una sola página del libro en el que estoy inmerso, una novela
negra, policiaca, de esas que te enganchan y no te dejan estar tranquilo si no
es estando dentro de ella. Y en cambio, ayer no pude. Los años, me dije. Seguramente.
Viernes, las diez de la noche, y el cansancio acumulado probablemente a lo
largo de la semana, con madrugones diarios, acaban por pasar factura. De
repente, me vino a la cabeza, poco antes de sumirme en el sueño, mi fecha de
nacimiento. Fue casi un abrir y cerrar de ojos. Mi DNI no se equivoca, no. Y el
tiempo, irreversible en su discurrir, me acerca hoy a una nueva Nochebuena, a
recuerdos que significaron para mí, hace ocho años, horas de espera, de
nervios, sentado en una de esas sillas incomodísimas de los hospitales,
levantándome, paseando por los pasillos arriba y abajo sin otra cosa en mi
cabeza que aguardar por el nacimiento de una nieta, suspirando porque el parto
fuese normal y que mi hija saliese bien de él. Incluso rogando a Dios, a la
Virgen y a los Santos que le echasen una mano, y mira que yo no soy de iglesia.
Y todo salió bien, aunque ya habían pasado unos minutos de la medianoche y todo
sucedía en el día de Navidad, gracias a ellos y a los médicos y enfermeras y…
Toda ayuda se agradece. Entonces, casi con sesenta tacos encima, aún presumía
de aguante. Ja. La ilusión, dicen, es lo último que se pierde. Un día más y
otro y los años poco a poco se le echan a uno encima. Y entonces, un día como
ayer, entre las brumas que preceden al sueño, caí en la cuenta: ¡Mira el
carnet, Luis, míralo!
Ahora, a media mañana de este nuevo día,
recuerdo ese instante, pero para decirme que el tiempo no solo pasa con el fin
de tener recuerdos, sino también para saber que hay que disfrutar a tope de
ellos y vivir con afán y entusiasmo los años venideros, empezando por ya mismo.
Y en ello estoy. No os olvidéis de hacer lo mismo. Aunque un viernes a la noche
se tenga sueño, mucho sueño, y no os deje continuar con aquello que estéis disfrutando.
Que al día siguiente, sabed, habrá tiempo otra vez para ello.
Felices fiestas.