Polvareda
en el camino,
polvo
reseco, irrespirable,
que
descubro a cada paso.
Polvareda,
más polvareda,
caminante
en busca de su destino.
Un
paso y otro,
y
más y más,
dejando
atrás recuerdos
perdidos
en ese mi ínclito camino,
en
la senda sinuosa que se borra
si
echo la vista atrás, amigo.
Más
polvo en la cara,
más
sed en el alma,
más
aspereza en la lengua,
más
incapacidad de explicar.
Me
rodea, brumosa,
la
sucia y reseca polvareda
mientras
adelanto un nuevo paso
mirando
el final en el horizonte,
e
igual que yo, tú mismo,
avistando
un camposanto vindicativo
de
nombres y apellidos.
Pierdo
palabras en el polvo,
dejo
sentimientos en el recorrido
y
me retuerzo a un lado y a otro,
con
la vista clavada
en
el camino, en mi camino,
el
ya corto que me falta por recorrer,
el
que no existía en un principio,
cuando
la vida no tenía fin,
cuando
la fuerza rebosaba por doquier,
cuando
los ojos divisaban solamente
aquello
que querían ver.
cuando
la polvareda aún no existía,
cuando
el camino no tenía fin.
Mas
ahora, polvareda en el camino
y,
¡ay, polvareda!, ansias de seguir
pisándote
y levantándote,
sin
prisa y a pasitos cortos,
aunque
sea para perderme en ti.