Lo de la campaña electoral de Madrid tiene
tela, eh. Algún día he visto algún que otro momento de ella, bueno más bien de
lo que cuentan sus candidatos, en distintas cadenas de tv o bien escuchado en
alguna que otra emisora de radio, y aún no he sido capaz de entender de qué
narices hablan referente a las necesidades de esa comunidad.
Tienen suficiente con insultarse, meter a
los primeras espadas al ruedo, tirar a matar(verbalmente hablando y en sentido
totalmente figurado, que ahora mismo eso de disparar o amenazar de muerte está
chungo como para mentarlo siquiera sin aclarar), eslóganes facilones y sin
sentido ninguno, como los de libertad o comunismo (antes de Iglesias llegaba solo
a socialismo) fascismo o democracia y demás palabrería que se inventan los
politólogos de cada partido, hablarnos del pasado para bien o para mal según
quién lo diga, y despotricar contra cualquiera que se meta por el medio.
Propuestas de futuro, lo que se dice
propuestas para que los madrileños tengan una noción mínima al menos de lo que
cada uno de ellos quiere hacer con su Autonomía, qué políticas piensan
desarrollar para favorecer a esos ciudadanos, no se ven, ni se oyen ni tan
siquiera se vislumbran teniendo en cuenta que son unas elecciones para dos años
de gobierno. Y si una cosa prometen, mucho me temo que al llegar al poder se
les olvide, que es lo que suele suceder. Algo dicen algunos, y de un lado y de
otro hay cosas que huelen bien, porque hasta en el mayor muladar se puede
encontrar una flor. Pero en general con meterse con los demás tienen bastante.
Estoy seguro que si siguiese con atención
la campaña, cosa que dije no hago, lo que explican y cuentan unos de otros, seguro
que mandaría a la mayoría a un lugar donde olería bastante mal. A la vista de
estos ejemplares políticos no nos queda otra que resignarnos porque lo que se
dice uno con el tino adecuado para sacar las cosas adelante no se distingue en
la lejanía más remota.
Y bien podríamos extrapolar lo que acaece
en la capital de España a muchas otras autonomías, me parece. Incluso al
gobierno de la nación, que no sabe muy bien a qué árbol se debería arrimar
antes de que se le escurra todo de las manos, porque los apoyos que sostienen
el edificio en que vive y manda se pueden perder en cualquier momento, con lo
que la caída puede ser morrocotuda.
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