miércoles, 24 de junio de 2020

¿REBROTES? NADA- dicen-, TODO CONTROLADO. ¿¿??

A pesar de los diferentes rebrotes que se dan por España de covid 19, el mensaje que te envían desde los distintos gobiernos autonómicos y central es que la pandemia en nuestro país está controlada. Y yo, que soy un crédulo de mucho cuidado, me lo creo, anda ya.

Achacan estos nuevos focos no a condiciones laborales negligentes sino a la situación vital externa, tanto social como familiar, que atraviesan algunos de los trabajadores de distintas empresas, muchos de ellos temporeros que acuden a la recolección de fruta, o a lugares con industrias muy grandes en situaciones semejantes. Y hay además otros focos, muchos también, que surgen de situaciones anómalas originadas por personas que se saltan a la torera las normas de protección porque sí, porque les da la gana y se consideran pequeños diosecitos que observan al resto del mundo desde órbitas celestes superiores, considerándose unos hércules capaces de lidiar con esta enfermedad y las que vengan a continuación.

A estas últimas quiero referirme ahora. Cuando tratan estos asuntos desde los medios de comunicación, los analizan casi como si fuesen hechos anecdóticos, sucesos puntuales que poco o nada van a tener que ver con el camino emprendido por el resto de la sociedad para confinar al covid y evitar que siga infectando a nuestros semejantes. De vez en cuando, unas imágenes nos hablan de un botellón, de aglomeraciones en terrazas, parques y playas, de reuniones de decenas de personas, o de celebración de fiestas patronales para las que no hay permiso, entre variopintas situaciones más; es decir, actos singulares a los que se les da poca importancia porque lo que recalcan por activa y por pasiva es que en general la gente se comporta con responsabilidad y no hace falta más. Y es verdad, por qué no va a ser así.

Pues bien, ante estas dos formas de actuar solo queda encomendarse al Altísimo, si es que aún soporta a la raza humana y siente un poco de conmiseración por ella, aunque estará harto de sus atrocidades, y que no permita que los primeros contagien ni expandan la covid a su aire entre todos sus allegados los cuales conformarán una cadena cada vez mayor. A los diosecitos se les disculpará por sus ganas de diversión después de tanto tiempo sin salir- como si los demás hubiésemos estado disfrutando y gozando encerrados-, esas que mucha gente considera lógicas en función de edades determinadas. Y no pasa nada, claro.

Cuando hay un rebrote más o menos gordo en una zona concreta y la causa se encuentra en alguna de estas reuniones o actos insolidarios e irresponsables, aunque conscientes, eh, porque saben perfectamente lo que hacen, los justos pagan igual que los pecadores. A las autoridades, a la hora de tomar una decisión impopular, les importa igual las personas que cumplieron fielmente con el protocolo que las que no lo hicieron.

He oído que la covid19 es una enfermedad que castiga a todos por igual, sin hacer distinciones. Pero claro, entre tener la covid y que te la contagien a sabiendas de que lo pueden hacer va un largo trecho.

Bien está que los hechos se analicen y las consecuencias igual. Pero qué se pude hacer con los causantes cuando son personas que no respetan nada y atentan contra la salud de los demás. Nada, o eso parece. Porque es igual que las autoridades amenacen con una cosa que con otra por saltarse las normas de convivencia, si después nadie las hace cumplir.

O sea, que la pandemia en España está dominada. ¿Pero por qué será que aún no me fío?


lunes, 22 de junio de 2020

RESIDENCIAS Y VARAS DE MEDIR

Una vez inmersos todos en esta llamada “nueva normalidad”, muchos son los que ponen sus focos en el número de muertos reales que sufrió España como consecuencia de la covid19. Pero si algo es más sangrante aún es ese tanto por ciento, superior al cincuenta por ciento de los fallecidos si las cuentas no fallan, que tuvo lugar en residencias de mayores. Y lo mismo da que fuesen centros públicos o privados, las muertes de unos y de otros tienen el mismo fondo de luto, de dolor y de abandono para sus familiares.

En los Parlamentos Autonómicos se dedican a acusar al Gobierno de turno, encargado según he oído de la gestión de esas residencias, intentando buscar no responsables solamente, sino culpables, herejes a los que arrojar a la hoguera. No importa quién gobierne, la oposición clama en el desierto si está en minoría contra quien ostentaba los cargos de la Sanidad y Servicios Sociales de esas Comunidades, apuntando por interés político hacia el número uno del Gobierno correspondiente. El caso más significativo, por la cobertura mediática que algunos le dan, es Madrid. Ahí buscan cabezas que cortar, estén en puestos más o menos altos en la pirámide del poder de Ayuso. Pero a mí no me sirve achacar solo eso a un Gobierno que hizo los recortes más drásticos en políticas sociales públicas durante los últimos años, lo que originó una de las causas determinantes del alto índice de mortandad. Y no me sirve porque en otros lugares de España, pongamos por ejemplo Cataluña, ocurrió otro tanto de lo mismo. Quiero decir que la mayoría de muertes ocurrió en este este tipo de establecimientos donde se supone que nuestros mayores deberían haber estado perfectamente atendidos, en todos los ámbitos de su vida. Es verdad, reflejan algunos informes, que en Madrid se dio el caso de no mandar ancianos a los hospitales debido a su avanzada edad o por el estado de gravedad que padecían en esos instantes. Y es posible, por qué no, que en otros lugares de España, sin ningún escrito de protocolo o normas por el medio, habrá ocurrido algo parecido en algunos centros hospitalarios saturados en los momentos álgidos de la pandemia. A fin de cuentas, los médicos seguro que habrán tenido que cerrar los ojos, tapiar el corazón y priorizar unos casos sobre otros a la vista de los medios de que disponían. Triste, aberrante quizá, pero realidad sin más, por más que nos demos golpes de pecho y clamemos contra tales decisiones. Si no hay medios, se opta por lo que nuestro cerebro nos dicte. Hay momentos en la Historia en que las situaciones nos sobrepasan y se actúa de manera que nunca nos imaginamos, ni en nuestras peores pesadillas.   

Si nuestros políticos, esos que gobiernan desde Madrid o todos cuantos se hallan viviendo a costa nuestra en los Gobiernos autonómicos, fuesen capaces de detenerse un solo minuto a razonar (ya sé que les pido mucho, que es algo inusual y en muchos casos imposible debido a sus aptitudes), no andarían peleándose, ni valorando con distintas varas de medir, a cuenta de las investigaciones necesarias para evitar que tragedias como las de las residencias vuelvan a ocurrir. En Madrid, PSOE, Podemos, etc., la izquierda, barritan como elefantes desbocados contra el PP y Ciudadanos por la gestión y exigen Comisiones de investigación hasta el final en su Parlamento, amén de ceses por doquier. En Asturias, PP, Ciudadanos, etc., la derecha, barritan como otra manada de elefantes enfurecidos contra PSOE, Podemos e IU porque estos, como hace Ayuso en Madrid, se niegan a crear esa Comisión. Como ven, depende de quién gobierne, dicen so o dicen arre ante la misma situación. Porque para los familiares les da igual que en un sitio hubiesen muerto ocho mil y en otro veinte, lo que desean es saber la verdad de lo que ocurrió. O sea, interés de nuestros políticos por resolver problemas, ninguno.

No deberíamos olvidar los asturianos que aquí han muerto casi 350 personas, de las cuales, por lo que leí, alrededor de un 60% lo fueron en Residencias. Fíjense, un 60%, que se dice pronto. Pues, a juicio de quien gobierna en Asturias, no hace falta investigar nada, todo se hizo bien. Solo en una de ellas murieron más de dos docenas de personas, si no me equivoco, y en alguna otra por el estilo. No quiere esto decir nada, porque como es de suponer habría muchos factores que conllevaron a esos luctuosos resultados, pero es chocante cuanto menos que no se permita saber qué ha ocurrido en todas y cada una de las residencias de mayores de Asturias. Y seguro que sus trabajadores se partieron el alma en beneficio de sus residentes, pero uno no deja de preguntarse en qué condiciones y por qué fue tal la catástrofe. No sucede nada por saberlo y corregirlo, si fuese preciso.

Pensemos también en Comunidades como Cantabria, Baleares o Canarias, con un número de enfermos por la covid semejante al asturiano, pero que en cambio han tenido un número de fallecidos menor, un centenar larguísimo, que en el Principado.

No sé lo que significa eso de gestionar y estar orgullosos de ello cuando, si comparamos esos datos, obtenemos resultados así. Habría que explicarlo para que la gente supiese y comprendiese las razones de esas diferencias.

Como colofón, bien harían todas, TODAS, las Comunidades en crear una Comisión pluripartidista con un único fin: no para echar culpas, no, no es eso, sino para analizar las condiciones en que se hallan las residencias de nuestros mayores en toda España, estudiar los pros y las contras, las condiciones generales de todas ellas (de espacio, de personal, condiciones de trabajo, medios, de higiene, alimenticio, médico, de ocio, etc., etc.), ya lo dije, públicas y privadas, colocar en un platillo de la balanza aquello que funcionó y en el otro las cosas que no o que se consideran necesarias cambiar o innovar para que todos aquellos que se ven obligados por las necesidades que sean a vivir en estos centros, gocen de una existencia digna y segura, tanto física como mental. Pónganse luego todas esas comisiones autonómicas de acuerdo, con una normativa común que apruebe y refrende cada uno de los Parlamentos Autonómicos y el Congreso de los Diputados sin fisuras, y no permitan que en España vuelva a ocurrir lo que sucedió en estos lugares por errores que pudieran haberse evitado. Y, lo más importante, velen porque se cumplan a rajatabla esos protocolos, sin que para ello haga falta la aparición de una pandemia.

La sociedad, todos los ciudadanos de este país, estoy seguro, aplaudiría ese trabajo y se sentiría orgullosa de todos los partidos políticos si son capaces de trabajar una vez al menos en bien de los españoles sin tirarse los trastos a la cabeza.


martes, 16 de junio de 2020

ANTOJO MATINAL

Hoy, a las siete de la mañana, cuando me asomé a la ventana de la cocina con un café solo corto de esos de cafetera Nespresso, sin azúcar como acostumbro a tomarlo en mi hogar, la brisa que se mezclaba con la llovizna primaveral me trajo el olor de uno de los dos obradores cercanos a mi casa. En ese momento, no sé por qué, me apeteció comerme un pastelillo, tal era el aroma que me había entrado por las fosas nasales haciendo que mi pituitaria recordase tal vez momentos en que sí lo había hecho, o al menos lo había intentado.

Allí, acodado con mi vasito de aquel líquido oscuro tan estimulante, ese olor de la panadería o de la confitería, no sabía de cuál de las dos procedía, me retrotrajo de repente a unas vacaciones por Galicia, en un hotel por las Rías Baixas. Nos encanta este tipo de hoteles que disponen de buffet libre por la mañana donde elegir lo que a uno le apetece, que no todos los días es lo mismo. La verdad es que yo no soy de café matinal cuando estoy fuera de casa, me apetece mucho más esa especie de zumo de naranja fresco que suele ubicarse al lado de la cafetera para los clientes; en realidad, desconozco qué le echan a esa mezcla, porque no me imagino que hayan estado en cocina exprimiendo naranjas hasta casi acabar con la producción nacional a la vista de la cantidad que se bebe; además, solo por el sabor, uno ya se da cuenta de que hay poca fruta natural, pero yo me lo bebo con placer, quizá porque me gusta beber algo frío por las mañanas. Raro que es uno, qué le voy a hacer.

A lo que iba, los efluvios que se mezclaban en el aire hoy con las finas gotas de agua, me llevaron en concreto a aquel otro día de hace varios años cuando, a la hora de desayunar, una vez terminado con un plato de huevos fritos y beicon más medio bollo de pan, me levanté y, sin saber por qué o por qué no, me arrimé a la cafetera, ubiqué con cuidado una taza mediana sobre una pequeña plataforma de aluminio bajo un pitorro, calqué un botón que ponía- quiero recordar- white coffee ( sí, sí, en inglés, ni en gallego ni en castellano) y, tras llenarse el recipiente con aquel líquido crema que olía a algo que no me sonaba a café pero que tenía pinta de serlo, lo así con una mano, lo deposité sobre un platito y cogí una cucharilla y dos bolsitas de azúcar; no obstante, mientras me giraba para dirigirme a la mesa que ocupaba mi mujer, vi al lado, sobre una meseta de acero inoxidable, varias bandejas con todo tipo de pastelillos y bollería y no pude resistirme a echarle mano a uno de los donuts que acababa de colocar con esmero en una esquina una chica, que acababa de salir de la cocina, y que despedía un aroma fenomenal. Al llegar a la mesa con mi café y mi dónut, mi esposa quedó pasmada: nunca me había visto en una actitud semejante en toda su vida. Allí estaba yo, medio disculpándome, enriqueciendo la mezcla explosiva de agua, leche y sucedáneo de café con las dos bolsitas de azúcar, revolviendo un poco con la cucharilla en la mano derecha, mientras sujetaba en la izquierda el bollito dispuesto a metérmelo en la boca: ‘’Es que tenía tan buena pinta, cielo, que no me pude aguantar”. ‘’Pero si tú nunca bebes café con leche ni comes nada de bollería, ni en casa ni en ningún sitio. ¿Entonces hoy qué…?’’ ‘’Nada, mujer, que los vi allí recién sacados y…’’. En ese momento, acerqué el brazo con el dónut a la boca, puesto que había quedado a medio camino con la interrupción, y le di un bocado como Dios manda. ‘’Ah’’- no pude menos que exclamar. Pero no por el deleite que me pudiese haber producido, sino porque aquellos mordiscos que le iba dando en la boca al trozo arrancado de una dentellada más parecía una pasta gomosa intragable que otra cosa. Hice de tripas corazón y lo pasé como buenamente pude, más por educación que por ganas, ya que no era cuestión de hacer un bolo con él, levantarme a por una servilleta de papel, esconderlo en su interior disimulando como que me limpiaba los labios y olvidarlo en una esquina del platito. Inmediatamente, apuré un buen trago de café con leche para quitar aquel desagradable gusto en el paladarl. Un nuevo ‘’Ah’’ me surgió del fondo de la garganta. Uf, frío y con sabor a… ¿a qué? Yo qué sé. Lo único, que dulce sí estaba debido al azúcar. Pero por lo demás… O sea, que, entre sonrisas de mi mujer, me levanté, me acerqué a una de las jarras de zumo, llené mi vaso y, otra vez sentado, me lo bebí de dos tragos. A pesar de todo, no pude dejar de pensar que como un buen gin-tonic no hay nada. Aunque, claro, a las ocho y media de la mañana, como que no.

 Y hasta hoy, aquí, a las siete y veinte de la mañana, a la ventana olfateando el olorcillo de uno de los obradores. Pero resistí con estoicidad y gallardía a sabiendas de que mi esfuerzo sería recompensado sin tardar. Así que entonces me apresuré en acabar el cafetito, cerré la ventana para evitar la tentación procedente del extremo del patio, abrí la nevera casi como un loco y me zampé dos ciruelas americanas verdes en un santiamén. ‘’ ¡Ah, qué placer!’’.


viernes, 12 de junio de 2020

ALTERAR LA HISTORIA

Y vino Floyd y armó la marimorena. Los polis lo asfixiaron mediante una técnica por la cual, con la rodilla sobre el cuello, tardaron más de ocho minutos en que el pobre dejase de respirar. En otras ocasiones la policía es más expeditiva, se hace un disparo o dos o más y se acabó el prófugo, lo fuese o no, que eso a los hombres de azul no les importaba.

Consecuencia: En EEUU la gente se lanzó a las calles de todas las ciudades, Y en el resto del mundo, aprovechando que el Ebro nace en Fontibre y pasa por Zaragoza, pues a la calle también.

De repente, algunos listillos de esos que hay en todos los sitios se dieron cuenta que en algunas ciudades había estatuas que no les gustaban. Pues a derribarlas, machacarlas o tirarlas al primer río que encontraron. Otros, que era una oportunidad única para desvalijar todo tipo de negocios y, ¡al ataque! Y que había películas que eran racistas. Y que había escritores que también lo eran. Nada, nada, a la hoguera con todo. La Santa Inquisición se adueña de las calles del mundo occidental juzgando con ojos de hoy la Historia, de ayer, de anteayer y de hace miles de años. No tardarán en exigir que se abatan las pirámides de Egipto o de Centroamérica, la Acrópolis griega, el Coliseo y los acueductos romanos, la Gran Muralla china (bueno, aquí no, que no se mueve ni Dios sin permiso de los gerifaltes), el Kremlin (vale, aquí tampoco, que pasa algo así como en China), la Mezquita de Djingareybe, el Taj Mahal, La Alhambra de Granada, etc., etc. A fin de cuentas, hay miles y miles de restos históricos con un valor colosal para toda la Humanidad que fueron construidos por esclavos, de todos los colores, sometidos por los tiranos y oligarcas de cada época. Aunque, hablando de personas, la Historia no es la que es si no fuese por muchas de esas que hoy derriban. Que conste que no defiendo ni racismo ni esclavitud ni nada que se les asocie en esos términos, pero el pasado no se puede cambiar por más imágenes, bloques de piedra o de metal que se denuesten y se destruyan. Se hace un flaco favor a nuestra cultura.

Y todos los medios de comunicación de Occidente, ante esta respuesta de la sociedad civil al asesinato de Floyd, aplaude hasta con las orejas.

En EEUU casi igual, allí donde muchos demócratas y menos republicanos hipócritamente lloran por ese asesinato, cuando en realidad ninguno hizo nada por cambiar esos métodos policiales abusivos y crueles, ni por alcanzar una justicia social que no hiciese distingos entre sus habitantes.   

Resulta que el tal Floyd ahora se ha convertido en un icono mundial. Nadie recuerda a Mandela, Martin Luther King, Thurgood Marshall, Rosa Parks, etc. ¿Pero quiénes son estos, qué hicieron?- se preguntarán muchos de los que desfilan hoy por las calles.

Sólo a George Floyd, como si se tratase de un intelectual o político defensor de los derechos humanos, concretamente de los de la gente de color estadounidense. Incluso la Universidad Central del Norte en Minneapolis anunció una beca conmemorativa con su nombre. ¡Quién se lo iba a decir a él en vida!

Tal vez en ese gran país que presume de libertades podrían hacer lo mismo condenando a todos los Presidentes y Gobernadores de Estados que durante el siglo XIX casi acabaron con la población india nativa que ocupaba y era dueña de la mayor parte del occidente de ese país. A lo mejor podrían derribar alguna imagen de los presidentes Jefferson o de Andrew Jakson, o militares como Nathaniel Lyon, William W. Harney, Patrick Connor y demás, si es que las hay. Lo mismo, destruir las grandes plantaciones sureñas, símbolo de su esclavitud en EEUU, así como demonizar a todos los herederos hoy de aquellos grandes señores esclavistas; es más, echar abajo sus empresas, que tuvieron seguramente su origen en la sangre derramada por muchos de los antepasados traídos por barcos negreros para someterse a una cautividad horrenda, atroz, sin paliativos.

Y otro tanto de lo mismo con figuras destacadas del pasado de España, de Francia, de Gran Bretaña, de Holanda, de Alemania, de Bélgica, de…. Pero… ¡ay, de nuestra Historia! Para bien y para mal. Y es que un pueblo sin Historia no existe.


miércoles, 10 de junio de 2020

"NUEVA NORMALIDAD": VIEJA IRRESPONSABILIDAD

Fase 3 aquí en Asturias. Ya queda menos para eso que han dado en llamar “nueva normalidad”. ¡Qué cosas!

Cuando dentro de unos días nos adentremos en este nuevo estado de cosas no creo que haya muchos cambios respecto a lo que viene sucediendo desde hace un par de semanas. Todo seguirá igual. Si hasta ahora las mascarillas más usadas y recomendadas, las higiénicas, son usadas por gente con cierta responsabilidad (no olvidemos que se hace para no contagiar a los demás), pues los mismos o menos continuarán haciéndolo donde corresponda; y aquellos que hasta este momento pasan olímpicamente de ellas, como se puede apreciar a poco que uno salga a la calle, pues harán caso omiso a las normas y protocolos de seguridad. Eso de no contagiar a los demás no va con ellos, están por encima del bien y del mal, les importa un bledo la salud de cualquiera, incluso la suya propia. Y además, como se dan cuenta, aunque nos cuenten las autoridades que no, de que ya está permitido todo y nadie controla nada, pues hala, que lo del rebrote va a ser un cuento chino, o italiano, o brasileño, o coreano, qué más da. ¿O no veis- razonan ellos- que ya hay miles de personas procedentes de otras zonas que llevan de vacaciones ocho o diez días, cuando no es más,  fuera de su comunidad de residencia habitual donde pasaron el confinamiento? ¿Cómo llegaron? Ah, ya, sí, con algún conjuro mágico ya que estaba prohibido viajar para ello. ¿Que no? ¿Que no escribáis tonterías? Ya, bueno, pero es igual. ¿Alguien lo ha investigado? Pues no. Por eso, cada uno que haga lo que le apetezca porque, a fin de cuentas, a quién le importa.

Aparte de lo anterior, a mí en particular me choca ver por la calle paseando a muchos ignorantes e incívicos de todas las edades, que además van de chulos por la vida, y sobre todo a cualquier hora a grupos de jóvenes que no mantienen distancia, que no llevan protección ninguna, que andan sin mascarilla ni en la cara, ni en la mano ni en ningún otro sitio. y son muchos, muchísimos. A fin de cuentas, me digo, las noticias y los mensajes enviados por las autoridades y los medios de comunicación se centran en que el covid se ceba en mayores. No me extraña, pues, que estos chicos y chicas, sobre todo los preadolescentes, adolescentes y jóvenes, aunque también algunos un poco más maduritos, no se sujeten a ningún tipo de norma. El asunto es que como si no fuese con ellos. Se relacionan en la calle, en terrazas, en parques, en cualquier sitio como si esa “nueva normalidad” a ellos no les atañese. Para ellos no existe la distancia de seguridad, ni entre sí ni respecto a aquellas personas con las que se cruzan, lo único que les importa y les molesta es que sus lugares de reunión habituales estén cerrados. Y esa juventud, dicen, es el futuro del país. ¿Normas, protocolo, responsabilidad, civismo, respeto a los demás, etc.? ¿Qué es eso, pero quién se lo exigió alguna vez? ¡A ver si cambian, por Dios!


sábado, 6 de junio de 2020

PÉRDIDA Y NOSTALGIA

(mi mundo con Celia)

¿A dónde han ido tantos y tantos días?
Ayer caminaba amarrado al carricoche,
haciéndole muecas cariñosas,
carantoñas y cubriéndola de besos,
mientras le contaba cualquier cosa
que ella escuchaba atenta,
con sus ojos abiertos y curiosos;
y hoy la veo ahí, seria y diáfana,
plantada ante mi cara, sonriente,
y contándome circunspecta
y como si nada
que ya es grande,
que ya tiene cinco años.

¿A dónde fueron mis sueños de viejo?
Busco recuerdos que me recuerden
el paso efímero del tiempo
y solo encuentro en mi cabeza
su cara serena, su risa cantarina,
sus gestos que me imitan
sus bailes improvisados,
sus inicios lectores,
sus juegos inventados,
la fijeza de su mirada en la mía
y su beso de buenos días,
pero no encuentro los años que,
a su lado, fugaces se difuminaron.