A pesar de los diferentes rebrotes que se
dan por España de covid 19, el mensaje que te envían desde los distintos
gobiernos autonómicos y central es que la pandemia en nuestro país está
controlada. Y yo, que soy un crédulo de mucho cuidado, me lo creo, anda ya.
Achacan estos nuevos focos no a condiciones
laborales negligentes sino a la situación vital externa, tanto social como familiar,
que atraviesan algunos de los trabajadores de distintas empresas, muchos de
ellos temporeros que acuden a la recolección de fruta, o a lugares con
industrias muy grandes en situaciones semejantes. Y hay además otros focos,
muchos también, que surgen de situaciones anómalas originadas por personas que
se saltan a la torera las normas de protección porque sí, porque les da la gana
y se consideran pequeños diosecitos que observan al resto del mundo desde
órbitas celestes superiores, considerándose unos hércules capaces de lidiar con
esta enfermedad y las que vengan a continuación.
A estas últimas quiero referirme ahora. Cuando
tratan estos asuntos desde los medios de comunicación, los analizan casi como
si fuesen hechos anecdóticos, sucesos puntuales que poco o nada van a tener que
ver con el camino emprendido por el resto de la sociedad para confinar al covid
y evitar que siga infectando a nuestros semejantes. De vez en cuando, unas
imágenes nos hablan de un botellón, de aglomeraciones en terrazas, parques y
playas, de reuniones de decenas de personas, o de celebración de fiestas
patronales para las que no hay permiso, entre variopintas situaciones más; es
decir, actos singulares a los que se les da poca importancia porque lo que recalcan
por activa y por pasiva es que en general la gente se comporta con
responsabilidad y no hace falta más. Y es verdad, por qué no va a ser así.
Pues bien, ante estas dos formas de actuar
solo queda encomendarse al Altísimo, si es que aún soporta a la raza humana y
siente un poco de conmiseración por ella, aunque estará harto de sus
atrocidades, y que no permita que los primeros contagien ni expandan la covid a
su aire entre todos sus allegados los cuales conformarán una cadena cada vez
mayor. A los diosecitos se les disculpará por sus ganas de diversión después de tanto tiempo sin salir- como si los demás hubiésemos
estado disfrutando y gozando encerrados-, esas que mucha gente considera
lógicas en función de edades determinadas. Y no pasa nada, claro.
Cuando hay un rebrote más o menos gordo en
una zona concreta y la causa se encuentra en alguna de estas reuniones o
actos insolidarios e irresponsables, aunque conscientes, eh, porque saben
perfectamente lo que hacen, los justos pagan igual que los pecadores. A las
autoridades, a la hora de tomar una decisión impopular, les importa igual las personas que cumplieron fielmente con el
protocolo que las que no lo hicieron.
He oído que la covid19 es una enfermedad
que castiga a todos por igual, sin hacer distinciones. Pero claro, entre tener la covid y que te la contagien a sabiendas de que lo pueden hacer va un largo trecho.
Bien está que los hechos se analicen y las
consecuencias igual. Pero qué se pude hacer con los causantes cuando son
personas que no respetan nada y atentan contra la salud de los demás. Nada, o
eso parece. Porque es igual que las autoridades amenacen con una cosa que con otra por saltarse
las normas de convivencia, si después nadie las hace cumplir.
O sea, que la pandemia en España está dominada. ¿Pero por qué será que aún no me fío?