martes, 31 de julio de 2018

"DURA LEX, SED LEX"


        A Juana Rivas la han condenado a cinco años de prisión y a seis sin poder disfrutar de sus hijos. La sentencia de un juez, que, según se ha leído y oído, no es la primera vez que describe su fallo de manera al menos insatisfactoria realizando juicios de valor que no son precisamente los más adecuados, no puede ser obviada. Si han permitido que, a pesar de sus antecedentes aireados hasta la saciedad por distintos medios de comunicación, siga conservando la toga y la plaza de un juzgado, es porque no lo hace mal o porque desde algún órgano superior se lo permiten, aunque supusiesen que no estaba capacitado. Y si la razón es esta última, entonces habrá que achacárselo a quienes cobijan a estos personajes en sus puestos
Este tipo de sentencias dejan a uno frío, claramente. Y no me refiero a que la hayan condenado a cinco años de prisión, que no sé si es mucho o poco por lo que hizo, sino a no poder ver a sus hijos durante seis años, como si esto último no fuese de lo más irracional que uno hubiese imaginado.
Está bien que sus actos, fuera de la ley, hayan sido castigados, porque de lo contrario sentaría un precedente que no creo que nadie desee: saltarse la ley no es un acto inicuo, es permisible según de quién se trate y por qué. Pues no. La ley, esa a la que tanto se alude por todos, aunque consideremos que a veces se la saltan a la torera determinados gerifaltes, ha de ser igual para todos. Nadie, por muy madre que sea, tiene derecho a retener a sus hijos menores en contra de lo que dictamina un Tribunal. Y éste, como así fue, está obligado a actuar, guste o no. 
Es verdad que esta mujer había interpuesto una denuncia por malos tratos contra su esposo, ex esposo o compañero, padre de ambos críos. También lo es que dicha denuncia aún se halla en los juzgados italianos, después de diversas peripecias por los españoles, sin que hasta hoy se haya conocido una sentencia. O sea, que mientras los hechos estén sin dilucidar, no hay derecho que la ampare para hacer lo que hizo. Y eso a pesar de que hoy existe una especie de paranoia por la cual, y casi por definición, ante cualquier suceso delictivo entre un hombre y una mujer, a priori ésta tiene razón y él es condenado.
Pero, permitidme que siga haciendo de abogado del diablo: si quien hubiese escapado con los niños hubiese sido el padre, acusando a la madre de no ejercer sus funciones como tal, ¿estaría la gente en la calle pidiendo su libertad?
No nos podemos cegar a sabiendas y sin sentido; el hecho es que, en los tiempos que corren, donde la igualdad es una premisa fundamental de la sociedad, tan mal puede actuar un hombre como una mujer. Y si se han saltado las leyes, cualquiera de los dos, que lo paguen. Pero en nada debe influir una acusación de maltrato conyugal, que todavía no ha sido vista ni demostrada en ningún tribunal, con el derecho de los hijos en este momento a ver a ambos padres. Cuando todo se aclare, hablaríamos, pero mientras tanto los problemas de dos adultos no pueden pagarlos sus hijos, a no ser que se demuestre que uno de los cónyuges es culpable de maltrato hacia ellos.
Y mientras esto sea así, Juana Rivas, tal vez incluso mal asesorada para hacer lo que hizo, no puede ser castigada a no disfrutar de sus hijos. Por mucho que lo haya dicho el susodicho juez. “Errare humanum est”, pero hacerlo aposta, a la vista de todos, es una estupidez. Otra cosa es la sentencia por el delito cometido, y que nadie se rasgue las vestiduras por ello ya que “dura lex, sed lex”. Y si no, que la cambien.
¡Ah!, espero que nadie deduzca de lo anterior lo que no soy. Se estaría confundiendo o tergiversando palabras y hechos.
 
No se desesperen por cosas como ésta, que siempre hay tiempo para una sonrisa, aunque sea a cuenta de reírnos de nosotros mismos. Es muy sano saber dibujarla también a nuestra costa.

domingo, 29 de julio de 2018

VACACIONES


No soltaba la maleta. La había comprado hacía una semana, una maleta en la que sobresalía el nombre de MAFALDA, fabricada con un componente plástico duro, un asa desplegable de dos posiciones y con ruedas.  A sus tres años y medio, le costaba llevarla por el suelo empedrado de las aceras del aparcamiento. Luego, cuando entró en la sala del aeropuerto, de piso liso y más deslizante, la arrastraba con celeridad hacia la fila para facturar, aquella fila, la del mostrador número siete, que su madre le había dicho que les correspondía. No la soltaba, como si en ella se escondiese el mayor tesoro del mundo. Y eso era, sin duda, a sus ojos.
Ella misma había estado la víspera, a partir de las siete de la tarde, discurriendo sobre las cosas que quería llevar de vacaciones. No todas, por supuesto, podrían viajar con ella, para eso sus padres ya le habían seleccionado el contenido, de lo contrario ni mil maletas hubiesen sido suficientes para cargar con todos los muñecos que quería que la acompañasen. Siguiendo las pautas que le daban, la niña había colocado las cosas dentro hasta que consideró que estaba suficientemente llena. Al final sacó su muñeco de trapo, Bubú, al que dormía abrazada, y prefirió llevarlo en la mano. Aún le quedaba una noche en su propia casa hasta volar al día siguiente hacia las islas, verdaderas promesas de sol y playa, si la meteorología lo permitía durante aquel verano loco. Al día siguiente, domingo, se levantó antes que nadie y despertó a sus padres, no eran ni siquiera las ocho de la mañana. “Mamá, mamá, ábreme la maleta, que tengo que guardar a Bubú” Con ojos somnolientos, su padre izó a la pequeña y la acurrucó entre ambos progenitores. “Pero, bueno, hija, ¿dónde vas tan temprano?”. Pero ella no deseaba acurrucamientos ni abrazos como otros días. Sus pensamientos discurrían en otro sentido, en que, si ya era domingo, habría que marchar a coger el avión enseguida y Bubú no podía quedarse en casa. “Venga, papis, que hay que acabar de hacer las maletas”. Mientras, saltó de la cama y llevó a su muñeco a la habitación anexa a la suya, en una de cuyas esquinas reposaban las maletas, depositándolo sobre la suya, encima de las letras MAFA ocultando una parte del nombre del celebérrimo personaje creado por Quino.
        Los nervios no la habían dejado parar quieta un momento durante toda la mañana y parte de la tarde de ese domingo. Le habían dicho que su abuelo los llevaría al aeropuerto alrededor de las seis de la tarde, que el avión no despegaría hasta las nueve, que no se preocupara, que jugase con los muñecos en casa, que enredase con sus amigos cuando salieron a dar una vuelta, que viese dibujos animados, alguna de aquellas series que tanto le gustaban, lo que fuese, pero que se calmase, que no llegarían tarde. “¿Y lo sabe Tito, que tiene que llevarnos?”. “Sí, no te preocupes. Lo vas a ver después, antes de comer.”
Alrededor de la una, sus padres la sacaron de casa y se fueron los tres a dar una vuelta por el mercado dominical. Habían quedado con su abuelo para tomar algo cerca de una céntrica cafetería de la villa. Cuando la niña lo divisó, en medio de la Plaza, corrió hacia él. No lo besó ni lo abrazó, como otras veces, sino que le soltó “¡Tito, Tito, nos tienes que llevar a las seis al aeropuerto!”. “Ya lo sé, pequeñina. Pero…¿y si me olvido?- preguntó con una sonrisa intentando tomarle un poco el pelo”. “¡Que no, Tito, que no te olvidas!”. “Bueno, si hay besos, a lo mejor…” Así consiguió que se abrazase a sus piernas y le diese tres o cuatro besos en la barriga. Mientras, él se agachaba y la abrazaba a continuación, plantándole un besazo bien sonoro en su mejilla.
        A las seis de la tarde se hallaba como un clavo delante de la rampa que descendía a los garajes. Había sacado a sus padres de casa casi a empellones, temía llegar tarde o que a su abuelo se le hubiese olvidado. Cuando vio el coche, se lanzó a por su maleta para acarrearla hasta la puerta del maletero. “Toma, Tito, métela ahí. Y ten cuidado, eh, que no se rompa”. Fue su padre quien acomodó el equipaje en el coche, mientras su madre la amarraba a la sillita de viaje que descansaba en el asiento de atrás.
Por el camino, los nervios la traicionaron: se durmió a los cinco minutos de arrancar. Demasiada tensión acumulada a lo largo del día, lógico.
Nada más aparcar, se tiró fuera como un cohete. Su maleta fue la primera, claro. Y luego hacia el edificio del aeropuerto. No se separó de ella hasta llegar al mostrador de facturación.
        Una vez facturado el equipaje, fue como si todo volviese a la normalidad. Para ella el hecho de saber que las maletas ya irían directas al avión, supongo que fue como darse cuenta de repente de que el aparato no podría marchar sin ella. Si ya estaban las maletas, enseguida irían ellos. Luego, embarcaron por la única puerta de aquel aeropuerto, pequeño, de provincias, uno de esos en los que resulta impensable perderse. Y nada más pasar por el escáner, entre sonrisas, se volvió y agitó su manita para decirles adiós a sus abuelos. La vieron gesticular algo con los labios, pero no la oyeron. Después desaparecieron los padres y ella tras una puerta que comunicaba con la zona habilitada especialmente para los pasajeros. Aún pasaron otros diez segundos antes de que la abuela dijese: “Vamos, anda. Ya no los vemos hasta vuelta”. “Ya, ya lo sé- farfulló él-, pero seguro que la voy a echar de menos estos diez días”.
        A la altura de Sotu’l Barcu, vieron despegar un avión, uno de tantos. “Mira, a lo mejor van en ese”- comentó Tito mientras alzaba la vista al cielo. Ella asintió, aunque no le contestó mientras miraba su reloj, que marcaba las ocho y cuarto. Demasiado temprano, pero para qué le iba a decir nada.
         
       

miércoles, 25 de julio de 2018

PAMPLINAS


Desde que Pedro Sánchez ascendió a las alturas en olor de multitud anti marianista, los hechos se suceden a marchas forzadas, en cámara rápida.

Por un lado, el PP se fracturó como consecuencia de la derrota parlamentaria. La ausencia del gran tejedor, Rajoy, descosió las costuras y deshilachó el partido en trozos pequeños. Casado dice que ahora será él el encargado de unir esos retales, aunque parece difícil que llegue a hacerlo como su antecesor. No se puede obviar que es uno de los delfines de Aznar, un seguidor de última hora que aprovechó la ocasión para levantarse y arrojar a los leones a la vieja guardia popular. Claro que aún está en el aire ese rejuvenecimiento  que se supone dada su edad y sus objetivos, aunque estos supongo que no son otros que transformar el PP en el partido que fue siempre desde sus inicios, el representante del centro derecha y derecha derecha en España dejándose de tonterías de acercamiento a ese dichoso centro que todos quieren para sí, no obstante lo prediquen para intentar atraer algunos votos. Ha de enfrentarse al mayor peligro de su partido, Cs, y tiene que hacerlo jugando con sus mismas armas.

Por otro lado, a Sánchez, que se aupó al centro del poder, no le van a poner las cosas fáciles. Escogió entre sus afines a una serie de personas a los que puso al frente de ministerios más a menos cercanos a sus conocimientos, pero le salió torda alguna de esas elecciones. Hay algunos y algunas (como gusta decir ahora) que han soltado por su boquita de piñón una serie de chorradas infumables y difíciles de defender, por más que lo expliquen de forma maravillosa, hasta el punto que parecen hermanitos y hermanitas de la caridad, unos San Francisco de Asís defensores de todos las bondades de la Naturaleza y del futuro del ser humano solamente posible si se vive como ellos y ellas dicen, muy ecologistas y muy serios y serias (hasta el gorro estoy del lenguaje inclusivo, se acabó tanto os y as) hasta el punto que dan ganas de ir a urgencias toda la ciudadanía y hacerse un chequeo a ver cuál es nuestra enfermedad a causa de la estrepitosa forma de vida que hemos llevado hasta ahora. ¡Vamos, que si seguimos como ahora, palmamos! Y para evitarlo, ahí están Sánchez y sus acólitos.

Y si a Sánchez le fue bien con la censura a Rajoy, gracias al apoyo de determinados políticos y partidos, ahora se empieza a dar cuenta de que no era oro todo lo que relucía. Concesiones por aquí, concesiones por allá, con tal de mantener un frente unido que le será imposible de lograr debido a las aspiraciones de algunos de ellos. Desde Cataluña, Puigdemont ha terminado con el PdCat, ese partido que le votó en aquella sesión, y ahora ya amenaza con nones. El presupuesto que aceptó del gobierno anterior, naranjas de la China, porque quería introducir cambios y le sale rana, y se va encontrar con cuatro gatos a la hora de votar sus reformas en el congreso. Aquellas promesas de acabar con la Reforma Laboral, o de hacer pública la lista de los blanqueadores de dinero, o de acabar con el carbón teniendo en frente a las Comunidades más afectadas, algunas de su propio partido, o terminar con el gasoil, cuando en Europa le están diciendo que no es como lo está vendiendo su ministra, que hay combustible limpio y vehículos que lo consumen desde hace algunos años que no contaminan más que la gasolina, que si la RTVE era un cortijo de la derecha y había que cambiar eso, pero el resto no traga, y así más cosas que siguen saliendo a la luz, pues…de todo eso, nada de nada. Dicen, dicen, pero hacerlo es otra cosa. Promesas, como las de todos los políticos, convertidas en agua de borrajas. Lo que sí hará o tiene en mente, y para eso ya ha tomado las medidas necesarias y las intentará llevar a cabo, es subir los impuestos a los de siempre. Te cuentan que a las grandes fortunas, a grandes empresas y a los bancos y.. jaja, al final esos impuestos saldrán de los bolsillos de los trabajadores, de los ahorradores, de los clientes de esas grandes empresas cuyos dueños son también los de grandes fortunas y demás. A ver si piensan que los de a pie somos tontos. Y se igualará el precio del diesel, sí, pero no a quienes, según ellos más contaminan, a camiones, autobuses, etc., no, no, a los particulares. Y aparecerán algún plan Prever de esos para cambiar coches, porque la industria automovilística mueve millones y, a lo mejor, algunos caen en sacos no rotos precisamente, quién sabe. Y pagaremos más por la luz, aunque te cuenten que qué va, que imposible, que lo del carbón no la encarecerá, a pesar de la opinión unánime de los expertos. Y…

O sea, que ha cambiado el gobierno. ¿Y qué? ¿Ha cambiado algo? No, lo que te dan por un sitio te lo quitan por el otro. Si he de contar algo favorable, sería de sucesos anecdóticos, esos de que tanto presumen para sacar pecho, como sacar a Franco del Valle o que la Religión no cuente para la nota media, entre otras pamplinas. ¿Y de eso vamos a comer, y con eso cambiamos España?  Tal parece, si somos fervientes discípulos de Sánchez, pero mucho me temo que así enseguida se quedará en cuadro.

 

Bueno, anda, tampoco será para tanto; a fin de cuentas, ahora, los personajes que nos pueden sacar una sonrisa son otros y también darán mucho de sí. Eso, impepinable.

lunes, 23 de julio de 2018

MEDIAOS DE XULIU, QUIÉN LO DIRÍA


 Yá pasóu ‘l’ ecuador d’ esti  mes de xuliu ya inda nun aprucióu ‘l branu por nengún l,lau.

-¡Jopeta, Tito, esti branu nun ía branu!- diz dacuando la mia nieta.

Nun m’ estraña un res. Nu colexu deprendiéron-y qu' esta estación yera la meyor del anu: la de nun tenere clase, la de correre l.libremente por ahí, la de la playa, la de xugare conos amigos. Ya en casa, dende bien pequenina, outru tantu de lo mesmo. Ya entovía, no que llevamos d’ anu, nun gocióu d’ una selmana siguida pa podere dicire ou entrugare tan siquiera si aquel.lo yera’l branu. Nun pisóu la playa a nun sere cuando foi de vacaciones conos sous país. Polo menos esfrutóu de diez días de sol ya d’ enredos ente’l sable. Sicasí, nesti intre, el bon tiempu ía una quimera si faemos casu a las previsiones meteorolóxicas. Da igual atendere pal parte ‘l Tiempu d’ una cadena de Tv que d’ outra, d’ una emisora de radio que d’ outra, d’ un periódicu ou d’ outru: Si nun orbaya, hai truena; si nun lo fai pol entemeudía, failo pola tardiquina ya, si non, pola nueite; pero nun falla, eh. Augua, no que yá l.levamos d’ esti anu, a fartucar. Quién sabe si despuéis, de la qu’ aporte setiembre, ochobre ya demás nun vendrá una bona enteseca anque, de momento, nin gota…de sol.

A lo meyor hai daquién que cuenta que tolo qu’ escribí anantes ía porque toi fartu d’ augua. Ya ía mentira. A mí, lo del sol, nun me petez un res. Con todo ya con el.lo, pa cualisquier cousa hai un términu mediu. Ya anguanu ‘l tiempu tornóuse radical, ta como Puigdemont ya compañía. Alcuérdome tovía del anu pasaú, que nos metimos n’ avientu con restricciones d’ augua por toda España, conos pantanos valeiros ya polos que se vía un filín de plata tresparente que dalgunos s’ emperraban en nomar ríu, magar qu’ aquel.lo más bien s’ asumiaba a una mexada de gatu; avisos municipales de cortes d’ augua puntuales; prohibiciones de faer más gastu del debío nos l.lares de la xente; etc. Bono, pa xardines particulares de dalgunos, pa campos de golf ou piscinas había abonda, pero esi ía outru tema.

Tol mundu naguando por augua, pidiéndola polo alto ya polo baxo hasta al mesmu Nubeiru; ya eso que la seca valía n’ ocasiones pa xustificar dalguna falcatrúa política. Inda más, nun faltaron nin tan siquiera procesiones con vírxenes ya santos, talo si vivíeramos hai un sieglu, cuando las explicaciones ainda nun yeran abondo nidias ya la culpia echábase-y a la xente, que padecía la seca pola mor de los sous pecaos. Valía entós todo p’ amenare a la xente ya métela na ilesia. ¡Ai, qué tiempos aquel.los! Güei, inda quedan abondos resclavos d’ aquel.la costume, vezos que dalgunos s’ empeñan en mantenere, magar naide-ys dea la razón. Sicasí, al.lá el.los cono suyo. Que cada cual crea lo que-y pete ya sía feliz, pero ensin imponer nada a los demás. Ansí sí se vive.

Pues bien, tanta seca, tanta seca, ya, por hache ou por be, en xineiru entama a l.lovere. ¿Nun queríais augua? Pues ambute. Ya, agora, en xuliu, nun abocanóu como mandan las témporas. Habrá que tornare a pidire que yá ta bien polo alto ya polo baxo. Hasta sacar santos, si fora menester. Pero… a vere si para, ho. Vei acabare por salinos aletas a todos. Y a todas, que se m’ escaecéu eso del l.linguaxe inclusivu. Va matame la vicepresidenta, si s’ entera.

 

Hala, siguíi esfrutando como meyor podáis d’ esti branu que nun s’ enteróu que lo ía. Sicasí, una risina puede echase: al mal tiempu, yá sabéis, bona cara.