Se ha muerto Maradona. Bueno. ¿Y qué? Pues
ya me diréis porque, vaya, menudo ejemplo de ciudadano. Una persona ejemplar no
lo es solo porque haya jugado bien al futbol, sino porque a lo largo de su vida
ha destacado en algo más que dar cuatro patadas al balón, por muchos títulos
que haya conseguido.
Ahora resulta que el mundo se lanza de
cabeza a vanagloriar a una persona que maravilló durante unos años con el balón
en los pies. Lo hizo bien, eso nadie lo duda. Incluso hay seguidores de este
deporte que lo califican como el mejor de la Historia. Ahí ya… Tanto, tanto… Depende.
Cuando murió Cruyff, también lo había sido. Pelé sigue por ahí. Di Stéfano… Y
en los últimos tiempos Messi o Cristiano. Y los que quedan en el tintero, a
juicio de unos y de otros. Todo va en gustos.
Pero, aparte de su faceta futbolística, vamos
a ver, ¿qué ejemplo de deportista fue este astro argentino, incluso dios para
algunos descerebrados?
Destacó, una vez retirado, y antes también,
en ser un adicto compulsivo a la droga de toda clase, en maltratar mujeres, en
ofrecer espectáculos denigrantes a cuente de sus vicios, etc. Y esta persona es
un ídolo de masas porque durante unos pocos años deslumbró al mundo con su
fútbol. Hasta marcó un gol con la mano, que le dieron por válido, y se
permitíeron tacharlo de la Mano de Dios. No, no fue honesto y lo reconoció
inmediatamente en ese partido, para qué: ante todo la gloria de haber engañado
a un árbitro y unos linieres, por haber engañado al mundo con triquiñuelas.
¿Estamos locos o qué?¿En qué sociedad
vivimos?
Se muere un Premio Nóbel y no sucede nada. Se
muere un médico o médica, un enfermero o enfermera porque ha estado atendiendo
a personas con enfermedades contagiosas y no pasa nada. Se muere un padre de
familia ejemplar como consecuencia del ataque de un desalmado y nadie lo
recuerda. Se muere un maestro por el que pasaron cientos o miles de alumnos
cuyas vidas han cambiado gracias a sus enseñanzas y como si lo hiciera el perro
del hortelano. Fallecen investigadores que han descubierto infinidad de de
soluciones para los distintos problemas que afectan a la salud o a la vida de
los ciudadanos y aquí paz, después gloria, una nota de prensa o una calle y al
cabo de dos días al cajón del olvido. Se muere un escritor que nos ha conmovido
o nos ha enseñado con sus palabras el sentido de la vida, y el noventa y nueve
por ciento de la población no sabe ni quién fue.
¿Estáis seguros de que la sociedad no se
está volviendo tarumba a la vista de tanta imbecilidad?
Está bien que se le recuerde, vale, ¿pero ponerle
como ejemplo?, ¿de qué?
Solo espero que tanta superchería no dure y
más pronto que tarde, desde ese pabellón de los dioses mediocres, incluso
algunos de ellos analfabetos, lo arrojen a los leones para que juegue al fútbol
con ellos; a ver si a esos se atreve a meterles la manita de su dios en la
boca, aunque sería posible que previamente los colocara con una rayita para que
hiciesen también el imbécil en su presencia y en su ausencia.