miércoles, 29 de noviembre de 2023

ESTRATEGIAS

 

Por fin, un alto el fuego. Tal vez pasajero, pero… Habrá muchas familias que valoren este acto y se apresuren a disfrutar de unos pequeños momentos de placer al ver a sus familiares. Otros muchos, seguirán postrados en un mar de lágrimas por la ausencia eterna de sus seres queridos.

Gratitud ahora por los intercambios en ambos bandos y odio a raudales también en ambos bandos. Deseos de venganza difíciles de contener en un conflicto crónico que nadie ha querido resolver, porque las buenas palabras sólo son eso, buenas palabras.

Hamás demostró con su acción terrorista una inteligencia enorme: bien sabía que a ese acto mortífero y asesino, la respuesta israelí iba a ser descomunal. No se da puntada sin hilo. Bien era conocedor Hamás, y por eso hizo lo que hizo, de que el actual gobierno de derechas y de extrema derecha israelí iba a responder con toda su fuerza militar sin hacer caso a ningún país ni organismo que le sugiriese actuar dentro de unos confines bélicos que pasarían por respetar a la sociedad civil. Israel se lanzaría de cabeza y en el planeta nadie iba a decirle lo que debería o no hacer. En cada ocasión en que el derecho internacional fue pisoteado por este estado inventado, los avisos o amenazas de la comunidad internacional no fueron otra que papeles mojados arrojados al mar y disueltos en un decir amén.

        El problema entre Gaza, y los palestinos, e Israel se había enquistado y las piezas del tablero iban poco a poco poniéndose del lado judío, del lado del más fuerte, que invadía territorios poco a poco y asentaba colonias en terrenos que no le pertenecían, como bien conocía las organizaciones internacionales. Pero a Israel nadie le tosía. Sus aliados eran demasiado fuertes como para hacerlo. Así que, sin reparo se fueron adueñando de esos territorios.

Y Hamás, que veía como esas acciones injustificables eran obviadas por los demás países, y que la defensa del territorio palestino cada día era más silenciada a nivel internacional, más aún desde la guerra en Ucrania que se tragaba y sigue tragando todos los dineros de occidente, se dispuso a que no se pasaran por alto los hechos injustificables que sucedían en aquella franja de Gaza. Estrategas del terrorismo como son, no dudaron en hacer saltar por los aires la frágil tregua que allí se vivía hasta hace un par de meses con unos atentados que produjeron verdaderos escalofríos entre la sociedad mundial al ver los resultados.

Pero Israel no supo o más bien no quiso entender la afrenta. El malestar existente en el mundo contra los terroristas palestinos de Gaza lo tornó en un pispás en un odio sin parangón contra su propio pueblo. Ni Netanyahu ni su gobierno fueron capaces de ver lo que se les venía encima cuando dieron la orden de arrasar Gaza. O sí, pero les dio igual: sabían y saben que dentro de poco tiempo las noticias irán por otro lado, algo sucederá que obligue a poner los ojos sobre ello, y la agresión y el asesinato de civiles en esa zona se diluirá como un azucarillo. Mientras, volverán a lo suyo, a lo que llevan practicando desde hace muchos años: Lo mío es mío y ni se toca, y una parte de lo de los demás también y tampoco se os ocurra tocarlo; además, al que no esté de acuerdo conmigo, le hago la vida imposible o lo liquido y santas pascuas.