sábado, 22 de febrero de 2020

DESATINO


Por lo que parece se ha abierto la veda de las protestas en España. Casi a ciegas, podríamos hoy estirar el brazo y posar un dedo sobre un lugar de  nuestro país y encontrarnos con gente que se muestra disconforme con alguna situación por la están pasando. Unos padecen de eso y otros de aquello, pero seguro que acertaríamos de lleno. No obstante, hay un sector primario que se halla profundamente encabronado con la situación que atraviesa: el campo, tanto la agricultura como la ganadería.
La competencia que sufren debido a importaciones de otros países, donde la regulación y los salarios en estos dos ámbitos no se acerca ni por asomo a las de España, significa para los nuestros una merma y una deslealtad que los obliga a vivir continuamente con los pantalones bajados si quieren vender sus productos, y de lo cual se aprovechan con total desfachatez los intermediarios y las grandes compañías del sector. Pero claro, todo tiene un límite. Los acuerdos que muchas compañías y los gobiernos tienen, quizá, bajo manga en esos otros países son los que posibilitan estos enfrentamientos. Los ciudadanos, los que pagamos por los productos en los supermercados o en las grandes superficies estamos desinformados porque nadie quiere contarnos la realidad de lo que compramos. Todo lo fían a la generalidad y muy pocos hay que se paren a leer la letra pequeña que a veces traen impresa en envases. Y ya no te digo cuando los productos están a granel con el nombre genérico de cada cual sin saber ni dónde se han cultivado.
Si hacemos caso a lo que nos cuentan, y por lo poco que uno conoce debe ser verdad, los precios que les pagan a los agricultores y ganaderos españoles por sus productos son ridículos, más aún sabiendo el valor con que llegan a los domicilios de los ciudadanos en general. Desde su lugar de producción al de venta, nos encontramos con incrementos que superan en algunos casos el seiscientos por ciento de su valor, o incluso más. De ello se infiere que esas manifestaciones por las calles son más que responsables para quienes desean continuar haciendo de la vida rural su forma de subsistencia. Pero se encuentran, como siempre, con aquellos que lo único que buscan es seguir llenando sus bolsillos a cuenta de ellos y nuestra. Pues bien, no sé qué medidas podrá tomar un Gobierno para evitarlo, pero si están en esos puestos es porque saben lo que han de hacer. Y espero que no les escape de las manos.
Porque estaríamos aviados si la respuesta se deja en manos del Sr. Iglesias que, no conforme con no aportar soluciones como Vicepresidente del Estado que es, se sumó y aplicó, en el colmo del desatino, la misma demagogia e hipocresía del catalán Torra unos meses antes, cuando este animaba a los CDRs y aquel ahora a los agricultores mandándoles apretar. Tal parece que ambos estaban y están en la oposición y su concepción del estado de derecho se limite al famoso cuanto peor, mejor.

lunes, 17 de febrero de 2020

A LA COLA, O CASI


Últimamente asistimos en España a través de distintas manifestaciones a la visión económica que muchos sectores viven día a día en su vida, en su trabajo, y que vienen padeciendo desde hace años sin que hasta ahora ningún gobierno haya sido capaz de plantearse una solución: agricultores, ganaderos, interinos, pensionistas, obreros afectados por el estatuto de las industrias electro intensivas, autónomos, etc. No hay día en que los medios de comunicación no se hagan eco de alguna, repartidas por la geografía española.
Ayer, sin ir más lejos, partidos políticos, sindicatos y ciudadanos se unieron en León y Ponferrada para pedir planes para desarrollar una política industrial en esa provincia que está sufriendo el varapalo de la crisis arrastrada desde hace más de una década. Problemas de todo tipo han sacado a la gente a la calle en la provincia vecina para pedir algo que, por cierto, es común a Asturias.
En esta Comunidad nuestra, donde los palos sufridos por medio de la descarbonización, del cierre de térmicas, de precios abusivos a los productos del campo que hacen inviable la labor por el alto coste de las materias primas precisas para su producción, cierres de empresas afectadas por unas medidas tomadas desde Madrid en base a la defensa del medio ambiente pero con intereses quizá espurios encaminados a afianzarse en el poder, la falta de medidas concretas para superar los inconvenientes provocados por unas malas comunicaciones, que nunca se acaban, ataques a empresas que disponen de procedimientos de cogeneración eléctrica y/o térmica eficiente,   etc. etc., se haría necesaria una intervención más aguerrida desde el Gobiernín y Parlamentín Asturianos o desde los sindicatos de toda índole, que a día de hoy solo se han dedicado a hablar y hablar un poco aquí y un poco allí, poner un parche en una esquina y otro en otra, pero sin hacer nada de provecho de forma global en favor de Asturias.
Y lo que pasa es que, como viene sucediendo desde hace décadas, nuestros políticos autóctonos están también más seguros en sus cargos sellando sus labios y tragando con sapos y culebras, en vez de pensar y luchar por los ciudadanos que los eligieron. Y así nos va: a la cola, o casi, en España.
Asturias acabará convirtiéndose en ese Paraíso Natural del que tanto se presume cuando no quede ni una persona nativa en ella. Entonces sí, Naturaleza absoluta sin presencia del ser humano autóctono transformada en un Paraíso para uso y disfrute de unos pocos foráneos que se aventurarán con visitas guiadas desde más allá de la Cordillera.

lunes, 3 de febrero de 2020

INVENTARIANDO


Comienza la semana bajo el influjo de Summertime, de Ella Fitzgerald y Louis Armstrong, que se oye a media voz surgiendo de las entrañas del PC que se ubica enfrente de mí. Y no es de extrañar con el tiempo que tenemos estos días, no parece invierno, más bien finales de primavera con temperaturas rozando o superando los veinte grados. No sé ni cómo acabé en Youtube, bueno sí, buscando alguna canción interesante que oír aquí sentado a media mañana, mientras pensaba en la lista de libros que poseo y que estoy inventariando gracias a un programa, Libib, que me descubrió Demetrio e imaginándome la tarea que me queda por delante.
Eché un vistazo al archivo que había abierto hace unos días y me encontré con doscientos treinta ya metidos, con su título, autor, editorial, etc., incluso la carátula; supuse que tardaría menos puesto que se puede introducir a través del código de barras y, iluso de mí, creí que todo iba a ser bien sencillo gracias a la opción del código. Pero, ay, que la mayoría de los que tengo no eran reconocidos, por lo cual me encontré durante los últimos días haciéndolo manualmente, con lo que no solo eran los datos normales, sino también fotografiar cada portada e introducirla en el programa para que la reconociese. Y pensar que me quedan, a bote pronto, unos tres mil se me hace largo, larguísimo.
No obstante, es esta una labor que siempre, desde que me jubilé, tenía en mente y ahora no estoy dispuesto a dejarlo. No quiero imaginarme lo que será subir a desván y comenzar con la segunda parte del inventario. Hasta ahora, los que poseo en casa no son muchos y van poco a poco, me faltan solamente otros doscientos aproximadamente. Pero arriba, uf, habrá cerca de dos mil; y en la casa vieja, tercera pata de mi biblioteca, otros mil o casi. Solo espero, y quiero pensar para mis adentros, que no voy a dejar el trabajo que me he planteado, aunque otros queden un poco en desuso durante este tiempo. Y es que apenas escribo nada, ni leo ni paseo. Pero intentaré por todos los medios cumplir con uno de los objetivos que me había marcado para realizar a partir del primer día de la jubilación.
Y es que me parece increíble que a lo largo de unos cincuenta años lo único que estuve haciendo fue leyendo, o intentándolo en el caso de algunos libros, y amontonando volúmenes y volúmenes sin orden ni concierto hasta el punto que, si alguien me preguntase si disponía de algún título, no sabría contestarle con veracidad. Hombre, es verdad que de muchos sí tengo noticia, vaya, pero de tantos…como que no.
Me consuela saber que posiblemente no seré el único, aunque estoy deseando salir de este grupo.
¿Será verdad que lograré terminar el trabajo? Me lo pregunto porque me conozco y… Prometo contarlo.