Por lo que parece se ha abierto la veda de
las protestas en España. Casi a ciegas, podríamos hoy estirar el brazo y posar
un dedo sobre un lugar de nuestro país y
encontrarnos con gente que se muestra disconforme con alguna situación por la
están pasando. Unos padecen de eso y otros de aquello, pero seguro que
acertaríamos de lleno. No obstante, hay un sector primario que se halla
profundamente encabronado con la situación que atraviesa: el campo, tanto la
agricultura como la ganadería.
La competencia que sufren debido a
importaciones de otros países, donde la regulación y los salarios en estos dos
ámbitos no se acerca ni por asomo a las de España, significa para los nuestros
una merma y una deslealtad que los obliga a vivir continuamente con los
pantalones bajados si quieren vender sus productos, y de lo cual se aprovechan con total desfachatez los intermediarios y las grandes compañías del sector. Pero claro, todo tiene un límite.
Los acuerdos que muchas compañías y los gobiernos tienen, quizá, bajo manga en esos otros países son los que
posibilitan estos enfrentamientos. Los ciudadanos, los que pagamos por los
productos en los supermercados o en las grandes superficies estamos desinformados
porque nadie quiere contarnos la realidad de lo que compramos. Todo lo fían a
la generalidad y muy pocos hay que se paren a leer la letra pequeña que a veces
traen impresa en envases. Y ya no te digo cuando los productos están a granel
con el nombre genérico de cada cual sin saber ni dónde se han cultivado.
Si hacemos caso a lo que nos cuentan, y por
lo poco que uno conoce debe ser verdad, los precios que les pagan a los
agricultores y ganaderos españoles por sus productos son ridículos, más aún
sabiendo el valor con que llegan a los domicilios de los ciudadanos en general.
Desde su lugar de producción al de venta, nos encontramos con incrementos que
superan en algunos casos el seiscientos por ciento de su valor, o incluso más.
De ello se infiere que esas manifestaciones por las calles son más que
responsables para quienes desean continuar haciendo de la vida rural su forma
de subsistencia. Pero se encuentran, como siempre, con aquellos que lo único
que buscan es seguir llenando sus bolsillos a cuenta de ellos y nuestra. Pues
bien, no sé qué medidas podrá tomar un Gobierno para evitarlo, pero si están en
esos puestos es porque saben lo que han de hacer. Y espero que no les escape de
las manos.
Porque estaríamos aviados si la respuesta
se deja en manos del Sr. Iglesias que, no conforme con no aportar soluciones
como Vicepresidente del Estado que es, se sumó y aplicó, en el colmo del desatino, la misma demagogia e
hipocresía del catalán Torra unos meses antes, cuando este animaba a los CDRs y
aquel ahora a los agricultores mandándoles apretar. Tal parece que ambos
estaban y están en la oposición y su concepción del estado de derecho se limite al famoso cuanto peor, mejor.
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