sábado, 30 de mayo de 2020

IRRESPONSABILIDAD DE UNOS Y OTROS

Llevo unos días escuchando que en determinados lugares de España comienza a haber rebrotes de la enfermedad viral que nos atemoriza los últimos meses. Suele existir en el inicio de estos nuevos contagios algunas conductas irresponsables, por no decir denigrantes para la condición humana que se supone han de tener las personas como tales, que originan un nuevo descalabro tanto en lo físico como en lo mental a todos aquellos que cumplen las normas establecidas en ese entorno más o menos amplio. Por culpa de unos desalmados, el resto de la población se ve sometida a nuevos confinamientos o medidas restrictivas de movilidad y de vida social que habían logrado en semanas y semanas de enclaustramiento.

No sé cómo los políticos y las autoridades pertinentes, desde los más bajos posible hasta las esferas más altas, pueden corregir estas cosas, pero los españoles, si somos un poco conscientes de lo que sucede hoy en nuestro país, deberíamos de exigir que detuvieran estos errores provocados por gente sin sentido común, al que tanto apelan nuestros dirigentes. Si nos cuentan día tras día que confían en que los españoles, a los que nos han imbuido de alabanzas y encomiado hasta la indigestión diciendo que durante la pandemia del modo más exquisito hemos dado ejemplo que nuestro saber estar, sigamos actuando como seres responsables y solidarios, pues una vez se encuentra alguno que ni lo es ni se le espera lo pongan a buen recaudo donde no sea dañino para la sociedad en general. Ese ser, tal vez humano pero con nada o muy poca humanidad, lo mismo que hace una cosa de estas es capaz de hacer otras iguales o peores.

Ayer he oído que un imbécil, o eso supongo a la vista de lo que hizo, voló a Canarias con síntomas de covid19, sin esperar por la respuesta a una PCR que le habían hecho unos días antes. El resultado fue una cuarentena no solo para sí (yo lo dejaría en cuarentena toda la vida, por más cruel que parezca, pero al menos me aseguraría de que no perjudicase a otros; lo sé, tal vez me paso, perdón)) sino para todos cuantos viajaban junto a él. Aparte, el rastreo que se debe de hacer, desde su domicilio hasta que subió al avión, para averiguar con quién más estuvo en contacto.

Es posible que se tomen medidas con esa persona, digo yo, pero en nada va a modificar algo muy importante: la vida de otras decenas se ha visto afectada de un día para otro por su culpa, con todo tipo de implicaciones, de la clase que sean, y con las consecuencias oportunas que se deriven de ese acto. Y toda esta gente pues...a aguantarse. 

Y aún habrá que dar las gracias porque lo advirtieron antes de que el insensato individuo deambulase a su aire también por el exterior, a su llegada, donde podría infectar a quien se cruzase en su camino.

¿Quién falló? Entre dimes y diretes, al final el único responsable será el tonto que se desplazó a las islas. Pero en realidad falla, y mucho, quien no ha sido capaz de evitarlo. Y todo porque quienes debían controlar y evitar estos actos incívicos parecen inconscientes empeñados en contarnos milongas: que los españoles somos todos unos ciudadanos juiciosos y con sentido común. Sigo sin creérmelo.


jueves, 28 de mayo de 2020

AUTOMOCIÓN, CRISIS, Y DEMÁS


La globalización es tan real en este mundo que nos está tocando vivir que no sé por qué nos extraña que fábricas como Nissan echen el cierre en nuestro país.
Desde hace varios meses, antes de que la pandemia acechase siquiera por algún minúscula agujero en China, esa espada de Damocles se cernía dispuesta a cercenar de un golpe el trabajo y el futuro de miles de trabajadores y sus familias, amén del bienestar económico que se destruirá en su entorno como consecuencia de ello.
      Los políticos se echan las manos a la cabeza, pero el futuro no va a haber quien lo pare. El mundo del automóvil, y con él todas las empresas que giran a su alrededor, está cambiando a velocidad de vértigo. La llegada de nuevas tecnologías más limpias incluye también una remodelación y reconstrucción del mundo de la automoción. Se alejan los viejos combustibles contaminantes y se hace necesario por su parte la invención y desarrollo de nuevos artilugios que coexistan con el nuevo concepto de mantener limpio nuestro planeta.
Quizá, como nos cuenta la Ministra, sea más barato para la empresa invertir para continuar con su función, que desmantelar las plantas catalanas. No obstante, no debemos banalizar el tema aplicando ese criterio económico simplemente. Hay más. Nissan, como Renault, Mitsubishi u otras, no son empresas españolas, aquí no existe un vehículo fabricado y con patente completamente española; otro tal sucede con otras grandes industrias asentadas por nuestra geografía, propiedad de grandes multinacionales extranjeras. La I+D en nuestro país no existe, o está bajo mínimos de toda la vida. Y en los tiempos que corren todos los países se vuelcan en sus propias empresas para defender puestos de trabajo indispensables para normalizar la vida laboral de sus ciudadanos, los cuales se verían enviados al paro como consecuencia, aparte de este virus que nos asuela, de otros condicionantes que exigen cambios drásticos en el modelo productivo internacional. Y si el estado no toma medidas urgentes para evitarlo, o al menos paliar situaciones gravísimas para los trabajadores, malamente o muy tarde, demasiado tarde, se podrá salir de la crisis venidera. Así que destinan miles de millones a ayudar a esos conglomerados económicos propios, pero condicionándolos a que su estructura industrial se mantenga defendiendo los puestos de trabajo en el país. ¿Cómo hacen entonces estas empresas? Pues fácil, cierran plantas en otros lugares y concentran la producción en su estado matriz.
Y esto hoy es Nissan, pero mañana seguramente serán otras.
O sea que la desaparición de la planta de Nissan de Barcelona se veía venir desde hace tiempo. Yo me atrevería a decir además, aunque no soy ningún experto en la materia y tal vez porque la ignorancia es la madre de cualquier desafortunada osadía, que hace años que estas cosas que hoy padecemos en Cataluña son también una consecuencia directa de ciertos objetivos políticos pergeñados por unos dementes que presumían y siguen presumiendo de ser los mejores del mundo, pero que a la hora de la verdad lo único que quieren para su Comunidad es dinero, dinero y más dinero. Y todo por las ideas visionarias, impropias de este siglo y sí más del siglo XIX, de un tal Puigdemont, junto a cuatro profetas, del que nada nos cuentan desde hace meses. Como si hubiese desaparecido del mapa. Como si trabajase en la Nissan.

jueves, 21 de mayo de 2020

¡NO ESTÁN CAPACITADOS!


Casi toda España está ya en la fase 1 de esta desescalada. Hay excepciones, sí, parte de Castilla-León que aún está en la 0, o Madrid y Barcelona en una fase intermedia, algo así, como la llaman, en una fase 0,5.
Es posible que todo salga bien, se atreven a comentar algunos positivistas con la situación que nos ha creado el covid19 (o la covid19, que no sé ya si es femenino o masculino, o COVID19 con mayúsculas, o COVID-19 con un guion,… para el caso es igual, el coronavirus, que a fin de cuentas todo cabe en la viña del Señor). Bueno, pues a ver si aciertan.
Claro que yo he estado viendo imágenes a mogollón durante estos dos o tres últimos días y la situación por las calles, parques, paseos, playas, terrazas, etc. de nuestras grandes, medianas y pequeñas ciudades no es como para sentirme muy optimista. Y da igual la fase en que esté cada una de ellas. Si a esto añadimos la moda de las manifestaciones y contramanifestaciones de uno y otro signo sin guardar ninguna de las normas dictadas para evitar contagios, la cosa se pone peor. Y si a ello acabamos sumando que algunos representantes políticos animan a salir a la calle, o se hacen los sordos y ciegos, evitando criticar esos actos insolidarios e incívicos, de cualquier bando, pues ya me diréis en qué va a acabar el asunto.
¿De verdad se creen los miembros del Gobierno Central y los de las Comunidades Autónomas que apelar a la responsabilidad y al sentido común de los ciudadanos sigue siendo válido para no propagar la pandemia? Pues bien parece que sí, a lo mejor porque no tienen otra solución a mano que pueda evitarlo. O tal vez porque no les interesa y prefieren este estado de cosas que cada uno cree que lo beneficia para sus intereses como partidos políticos, aunque ello signifique para mucha parte de la población la decepción total y absoluta con aquellos que hemos puesto en un puesto de responsabilidad, fuera cual fuera y en el ámbito que corresponda, para el que no están preparados.
Mientras muchísimos españoles protestamos en nuestro interior ante los desalmados que se comportan de esta forma con total desfachatez y contra nuestros gobernantes que lo permiten, estos últimos se dedican a tirarse trastos a la cabeza para ver quién llega primero a la meta. No se dan cuenta que cuando esto acabe, de sus resultados fatales y letales, ellos y solo ellos serán los responsables. Y aunque el covid19 se lleve la palma, detrás habrá miles de contagiados, de enfermos y de muertos y situaciones familiares penosas cuya situación solo podrá explicarse  por la desidia ante una situación tan grave y la defensa de sus propios intereses personales que es como parece que se están tomando últimamente la pandemia nuestros políticos.
Piensen un momento ahora, a la vista de este primer paso de desescalada, mayor o menor, que hemos dado en casi toda España, si nuestro país está preparado para continuar con la fase 2.
Seguramente la economía comience a primar sobre todas las cosas,también por encima de la salud, y estemos a las puertas de lo que ya se conoce como una nueva normalidad. No obstante, cuánta gente quedará por el camino.
Así que..., Dios nos coja confesados y que el rebrote no sea tal como lo predicen, porque...

lunes, 11 de mayo de 2020

PRESO DE SU MIRADA



Es tenue,
como el roce liviano de un soplo
de brisa de verano
en mi mejilla sonrosada
por el sol de agosto.
Así es su beso,
otorgado presuroso y de refilón
mientras corretea
acelerada y sonriente
tras sus amigos en el parque.
Delicada caricia de vida en mi cara,
un regalo concedido,
una risa infantil,
y yo preso de sus ojos
que aún me miran.


domingo, 10 de mayo de 2020

LOS HECHOS SON ESO, HECHOS.


A lo largo de la vida no hay nada tan incontrovertible como los hechos en sí mismos. Pueden ser causa de miedo, de alegría, de hambre, de riqueza, de poder,… Pero el hecho está ahí. Sus consecuencias son las que medimos.
Sí, los hechos son aquellos que suceden y no se pueden cambiar. Se puede uno arrepentir o desear que fuese algo más, no haberlo ni pensado o imaginar que los resultados pudiesen ser otros, pero el hecho en sí mismo es ese y no otro.
Puedo imaginar una batalla y la caída de una bomba. Alrededor de esa explosión, si es que explota, aunque vamos a darlo por hecho pues ese es el leif motiv de la vida de estos artefactos, aparecen puntos de vista y perspectivas diferentes en función de quien juzga sus resultados. Si empezamos por quien la ideó, es un éxito; si seguimos por quien la construye, un negocio, que además da de comer a quienes han participado en todas y cada una de las fases que se han recorrido hasta su puesta a punto, desde el trabajador que obtuvo la materia prima al ingeniero que la diseñó; si la vemos desde el punto de vista de quien la lanza, un resultado efectivo que lo lleva a avanzar en la consecución de sus objetivos; pero si lo vemos desde quienes se veían defendidos por aquellos que desaparecieron en la explosión, un desastre letal; para quienes apoyan a los que la lanzaron, una manera de continuar venciendo, pero si es desde el punto de vista de los vencidos, un resultado negativo pues supone su derrota; o al revés, maldita para quienes la tiraron porque aún su conciencia los corroe y ven la devastación y los daños colaterales que conlleva, y bendita para quien la espera si eso supone una liberación. Una bomba es una bomba y su estallido, su onda expansiva, es el hecho, y además para lo que ha sido construida. Unos ríen y otros lloran, unos se ven empujados  a la pobreza y al hambre y otros a la riqueza y a la opulencia a cuenta de los primeros. Pero el hecho que no cambia es la explosión. Alrededor puede originar cualquier cosa, depende de quien lo juzgue.
Es como un acto pasado que traemos a nuestra mente. Podemos visionarlo de muchas maneras a lo largo de nuestra existencia, cada vez de una manera en función de nuestro desarrollo vital. Y quienes giran ajenos o cercanos en su órbita tienen otros pareceres, lo ven diferente, e incluso puede que ninguno coincida en su juicio de valor. Pero el hecho es el que es. Aquello fue así y no tiene vuelta atrás.
Y así nos sucede hoy. El covid19 es el que es. Un virus, con más o menos letalidad, más o menos mutante, más o menos extendido, pero nadie puede cambiar ese hecho: es una pandemia de covid19. Y en torno a él las distintas visiones que cada de nosotros podamos tener no van a variarlo un ápice: los hay felices, sí, aquellos que han visto cómo sus empresas han despegado en función de las necesidades que se hicieron patentes para combatirlo, o han sido capaces de adaptarse para conseguir levantarse a tiempo; otros se han ido a la ruina, por su culpa o la de otros; muchísimos han visto desaparecer su confort económico; millones han sido relegados a un nivel de vida inferior e incluso a casi la indigencia, necesitados de la ayuda para sobrevivir que les puedan dar los servicios estatales; millones se han refugiado en la esperanza, aun muertos de miedo; los hay quienes han visto cortadas de raíz sus aspiraciones y quienes de repente pueden ver la ocasión de encumbramiento; deja fallecidos e inmunes, contagiados y recuperados con o sin secuelas; millones de seres responsables y decenas de miles desalmados y asociales.. Pero al covid no le importa. No siente ni padece. Su aparición es como la bomba que destruye, porque es su sino. Es el hecho que nos recuerda un mal o buen momento, quién sabe, y que nos ha conducido hacia una meta que, a lo mejor, nunca esperábamos que podría acaecer, pero que es la que es.
El covid, pues, es un ser furibundo y ese ser, mírese por donde se mire, ha cambiado nuestras vidas y alterará nuestro futuro. O eso dicen. Ya veremos cómo. Porque las consecuencias son otra cosa. Y a cada ser individual le atañerá de manera diferente; y también mutará con el paso del tiempo. Es un hecho y, como tal, jamás se le podrá enjuiciar de un único modo.

sábado, 9 de mayo de 2020

COMITÉ CIENTÍFICO Y DE EXPERTOS


Hoy ha salido nuestro presi de Gobierno (hay quien pronuncia mal y dice Desgobierno, aunque no les hagáis mucho caso) para dar una rueda de prensa después de una reunión que mantuvo, creo haber leído, con el comité científico y de expertos que lo asesora en materia de la pandemia y que tan bien ha llevado este asunto.
Habló de un gran acto institucional, un homenaje dijo, para honrar a los fallecidos después de que toda España entre en la fase dos. Bien hasta ahí. Lo demás, poxa, como decimos en Asturias para referirnos a las cosas sin importancia, porque en realidad habló y habló para no contar nada aparte de lo ya sabido.
Vinieron las preguntas de los periodistas y poco más que contar ya que la mayoría de las preguntas parecían salidas de un cajón de sastre, es decir, de todo un poco y sin sustancia: respuestas manidas, algunas repetidas porque le preguntaban lo mismo o porque ya habían sido contestadas en ruedas de prensa previas por otros miembros del gobierno. Pero sí hubo una interesante y que todo el mundo quiere saber: ¿Quiénes conforman el comité científico y de expertos al que aluden siempre para tomar las decisiones que toman, cuántos son, quiénes, nombres?
Ahí vimos a Sánchez explayarse, que es lo suyo, sin aclarar nada: que si los funcionarios que saben mucho de estas cuestiones, que si las reuniones con las distintas Comunidades y sus sistemas de salud, que también saben mucho, que si patatín que si patatán. Pero nombre o número de expertos y científicos, ni uno. Y se lo preguntaron, que yo alcanzase a oír, dos veces desde distintos medios. O sea, que no sabe ni con quién se reúne. Supongo que los llamará fulano, mengano y zutano y no se atreve a comunicar sus nombres porque no los sabe o porque teme equivocarse en algún apellido, que, ya sabéis, que las palabras en boca de un político las carga el diablo.
Como a veces pienso en cosas raras, no se me ocurre otra cosa que imaginar que a lo mejor no se atreve a decirlos por otras razones inconfesables, porque igual se ríen de él, y de Illa, y de Simón, y de Iglesias, y de Ábalos, y de Celáa, y de…
Pero un pajarito, de los pocos que ahora vuelan entre las casas porque están más que a gusto en los parques, hace un ratito se posó en el alféizar de mi ventana del salón y me susurró quiénes son los susodichos expertos, lo que pasa es que lo pronunció tan bajo, tan bajo que… Y según ando yo del oído, que hasta una infección padecí esta cuarentena…
No me creáis mucho pues, que  en ocasiones estos gorriones que se posan por aquí se divierten gastándome bromas. No obstante, como no me puedo callar nada, os los digo, por si acaso, pero no se lo contéis a nadie, porque ya sabéis lo que es esto de los bulos, pueden llevar a uno a la cárcel primero que a quien se saltó las normas cincuenta veces, desobedeció o agredió a los agentes media docena o se fue cada fin de semana y los vacaciones a disfrutar de su segunda residencia en la costa o en la montaña. Además, tampoco es que me lo dijese muy claro, ya os lo dije antes, la comprensión del lenguaje de los pájaros se hace bastante difícil a los humanos. Con todo, ahí van y, recordad, os los guardáis y ni mu: le quise entender que algunos son el botones Sacarino, Mortadelo, Filemón, Pepe Gotera, Otilio, Carpanta, Rompetechos, Anacleto y Zipi y Zape, para el asunto de las salidas de los niños, entre otros; creí escuchar al final también que para el tema de las familias, estuvieron en alguna ocasión los miembros de la Familia Cebolleta, pero…
Creo que faltan algunos, pero tampoco yo soy capaz de recordar todo cuanto me contó el gorrión. A mi edad, la memoria ya me falla bastante, perdonad. Y el oído.

jueves, 7 de mayo de 2020

¡A CORRER, QUE LA PRIMERA GANA! ¿O NO?


Poco a poco estamos alcanzando la inmunidad de rebaño. Tal vez no la deseada ni mucho menos para defendernos del covid19, pero sí la suficiente para combatir el miedo. Ya no se nota el temor generalizado que recorría las calles, las tiendas, etc. hace unas semanas, ni tampoco las patrullas de las fuerzas de seguridad son las que eran. Ahora ya nos acercamos a la normalidad imbuidos quizá de una confianza mal entendida en que ya todo ha pasado, el virus ha desaparecido o, al menos, a cada uno de nosotros no le va a tocar infectarse.
El miedo, aquel que al principio nos encogía porque nos contaban que el covid era algo así como la llegada del juicio final, en que deberíamos dar cuenta de nuestros actos, se está transformando en una enfermedad que nuestra mente acoge con levedad sin darse cuenta de que esta especie de inmunidad irreal en que nos hemos refugiado puede ser totalmente letal.
El caso es que desde las altas esferas políticas, nacionales y autonómicas, se lo tomaron un poco, si no a broma, sí como si fuese un pequeño resfriado invernal, aunque hoy nos avisan de que las consecuencias de una desescalada general puede ser origen de un nuevo rebrote que nos obligue a un nuevo confinamiento aún peor, pero ya casi nadie le hace caso. Ni siquiera los Gobiernos Autonómicos. Es probable que el motivo haya que buscarlo en la gran cantidad de inexactitudes que desde el principio nos han ido contando. Siempre refugiándose en que era algo nuevo y por ello difícil de predecir, nos han querido ir convenciendo paulatinamente, y en ocasiones lo lograron, de que todo marcha conforme a los consejos de los expertos, los mismos que hasta el catorce de marzo no se enteraron de que existía un coronavirus que mataba a la gente sin compasión, y nos dejaron continuar haciendo nuestra vida con normalidad hasta que todo se les escapó de las manos o por negligencia más propia del que habla de todo y no sabe de nada.
Hoy, con alguna excepción, todas esas Comunidades se han lanzado al reto de a ver quién llega primero al final. Todas quieren cambiar de fase y dejar entrar dineros en las arcas de sus empresas, del tamaño que sean; además, el paro es atroz, levanta ampollas en muchos cientos de miles de hogares a pesar de las ayudas gubernamentales, porque estas no van a durar para toda la vida (a no ser determinados grupos sociales que la recibirán toda la vida porque el trabajo no es lo suyo o no hay quien se lo dé precisamente por pertenecer a ellos). Pero es más penoso aún que los intereses para avanzar de fase no sea la recuperación social o económica, sino por afán político, sacar réditos a cuenta de la pandemia que nos inunda. Y así, tanto en el norte, como el noreste, noroeste, el centro o el sur de España, a izquierda o derecha, algunas Comunidades quieren beneficiarse: unas esperan sacar pecho si todo sale bien antes de unas próximas elecciones en sus comunidades y otras necesitan afianzarse en su puesto y que la ciudadanía los vea como mesías mientras se convierten en los líderes o lideresas más populistas de esos lares. Que resulta que sale mal y se incrementa el número de contagios por ello, pues nada, la culpa del gobierno de Madrid que no supo hacer las cosas.
Y, a ver, que muchas cosas se hicieron al revés, vale, que siempre estuve de acuerdo en su inoperancia y criticando lo que consideré nefasto; pero a partir de ahora… me parece que les llegó su hora de responsabilidad a las autonomías, así que que cada burro peche con su carga, sea de la Comunidad que sea. Y que luego no venga pidiendo socorro a las demás. Costaría para esas otras entenderlo, y para sus ciudadanos, más.

miércoles, 6 de mayo de 2020

BALCONES Y BANDERAS


Las cifras oficiales nos acercan a los treinta mil muertes, en las no oficiales se superan. No sé por qué, creo más en las segundas.
A lo largo del este periodo de encierro, que aún hoy se prolongó otras dos semanas, multitud de grandes eventos festivos se suspendieron, pero eso no evitó que la gente en las ventanas los celebrasen con verdadero ardor: las Fallas, la Semana Santa, la Feria de Abril, vean, vean, que la cantidad es grande, como corresponde a este país.
La disculpa es siempre la misma: ha de primar la vida, la alegría, las ganas de futuro.
Entonces a santo de qué tanto minuto de silencio, tanto crespón negro, tantos golpes en el pecho.
Colgada en un balcón, una bandera con un lazo negro. En una esquina de la terraza, una mesita con un par de botellas y un vaso del que bebe con fruición una mujer; de pie, un caballero levanta su copa y estira su brazo derecho con ella casi llena brindando mientras sonríe con los vecinos de las casas de su bloque o los de enfrente. Es la hora del vermú, o del vino antes de comer. Alguien pone música a todo trapo, para que la oigan bien en toda la calle.
Los muertos, a pesar de la bandera teñida de negro, ahora ya no son tantos. . Segunda copa, los muertos oficiales y no oficiales ya no existen. La bandera se ha descolgado y cuelga sujeta solo por un lateral mientras la brisa primaveral la zarandea. ¡Salud”- se vuelve a oír al coro de voces, de gente, que se asoma a celebrar un día cualquiera del confinamiento pandémico. La bandera. Ahora se suelta  completamente y vuela hasta acabar sucia entre el barro de la esquina, donde aún se conserva el último charco de la lluvia nocturna. Un perro se acerca a marcar su territorio sobre ella al tiempo que su dueño mira hacia arriba y saluda a los vecinos, deseando poder brindar con ellos.
En la calle, dos viviendas permanecen cerradas. Dentro se llora y se recuerda a una madre en una y a un abuelo en otra.
Treinta mil muertos, o más. Un minuto de silencio, o dos, es la solución, piden infinidad de cínicos que otean con prontitud a su alrededor en busca de la brizna en el ojo ajeno.
La bandera, un trapo de colores que alguien dice que ha de estar a media asta, se ha rebelado: con ella y con los fallecidos no se juega. Prefiere un lodazal, antes que la mierda de algún balcón.
Pero la vida sigue.

viernes, 1 de mayo de 2020

¡AY LAS NORMAS Y MEDIDAS DE SEGURIDAD!


Otro mes en marcha. Mayo se presentó ventoso y con amenazas de lluvia, pero no echó una gota. Raro, teniendo en cuenta el refrán ese que dice “antes-y falta’l fíu al padre que l’agua al aire”. No obstante, aún son las cinco de la tarde, quedan unas horas, pero no tiene pinta de que vaya a ocurrir.
Y otro día más de confinamiento en el que se ha demostrado que las medidas no se pueden dejar al libre albedrío de las gente, que se han relajado tanto que ya parece que anda uno por la calle o por la calzada como si casi todo hubiese vuelto a la realidad.
Hoy no salí temprano, a eso de las diez y media, un poco más tarde de lo habitual, a comprar la prensa y el pan. Por las aceras me encontré con gente que casi iba de paseo, aunque llevando sus carritos, que ya se convirtieron en la disculpa ideal por si un agente les para. No había mucho a donde ir, a fin de cuentas el 1 de Mayo es fiesta Nacional y, quitando un quiosco o una panadería, tal vez también una pequeña tienda de barrio o una farmacia de guardia, no había donde comprar. Y no me imagino yo que algunas de las personas con las que me crucé estuviesen en cuenta de hacer un gran gasto. Más bien, como que no.
Mientras caminaba hacia el quiosco-estanco en el que tengo costumbre diaria de hacerme con la prensa, a unos cien metros de casa, me fijo en el tráfico: circulaban coches a un ritmo que yo calculé sobre dos o tres por minuto. Pues a trabajar no me parece que fuesen, y a esas horas menos; tal vez me equivoque y algunos sí, pero…¡tantos!. A comprar tampoco, los supermercados de las afueras hoy permanecen cerrados a cal y canto. ¿A echar combustible? Bueno, como disculpa no es mala, está permitido. ¿A trabajar un huerto? Vale, pero en esa cantidad... ¿A...?
Cuando llego a casa, me encuentro en la tele con la noticia de grandes atascos en la salida de ciudades. Nada, más gente que iba a trabajar, pienso yo de mala hostia.
Luego echo un vistazo a las noticias en las redes sociales y me entero, o eso me pareció leer, de que en Cataluña las multas impuestas por los Mossos o por la Policía Local de Barcelona no se van a tramitar, al menos de momento. Bueno, pienso, como Dios. Anda, vete a decirles a los vecinos catalanes que hay confinamiento, no te jode. Luego protestan contra todo lo que se menea.  O viene Puigdemont..., ah, no, ese no, que anda desaparecido, quería decir su valido Torra, y riñe.
Hace un momento, en una cadena pública de televisión, dan un pequeño reportaje sobre el barrio de Vallecas a raíz del alto número de multas que acumulan por allí, y me encuentro con desfiles de gente por las calles como si fuese un día normal y cualquiera. Para más inri, entrevistan a un señor que cuenta que hoy es poca, que se nota que es fiesta. ¿Y luego nos extraña que Madrid sea un foco de los más activos en cuento a contagio del covid?
A continuación sale la señora Ayuso y el señor Martínez-Almeida clausurando el hospital de Ifema. ¡Vaya jolgorio! ¡No, a Vallecas no van! Pero a salir en la foto y los vídeos de las distintas televisiones por el logro del famoso hospital, eso sí. Con lo que no cuentan es que se arme la marimorena: abrazos, saludos, nada de distancia de seguridad… Y eso entre los políticos asistentes, entre los sanitarios, y entre los pocos enfermos que se iban, todos allí juntitos y calentitos para gritar, chillar o aplaudir. Que lo hagan los políticos que, presumo, a la vista de los efectos del covid sobre la población y lo que hicieron y hacen, tienen cabezas de chorlito, pase. ¿Pero los sanitarios? Los mismos héroes a los que aplauden a las ocho por su responsabilidad, seriedad, entrega y demás no tienen problema en apelar a las emociones y a la humanidad para tratar de explicar lo inexplicable. Que no. Que esa misma emoción y humanidad también la sienten muchas personas que desean abrazar efusivamente a sus allegados más cercanos o queridos y se aguantan en casa.
Y por fin, una cabalgata de coches por el medio de Zaragoza para celebrar el 1 de Mayo. ¿Acaso las normas no se cumplen en todos los sitios? Quieren disimular, ellos y quienes lo permitieron, que era una representación ya que no se podían hacer manifestaciones en este día, como todos los años. ¡Anda ya! ¡Tampoco se suspendieron actos, congresos, fiestas nacionales y no, etc! Vamos, que lo que se hizo fue una irresponsabilidad como otra cualquiera. No se puede es que no se puede. Quédate en casa es quedarse en casa. Que no nos vengan con cuentos ni con disculpas hipócritas.
No sé por qué me da que en este país no tenemos remedio. Por culpa de muchos sinvergüenzas (que no nos anden con que si son excepciones, que no, que son muchísimos y de toda ralea social),  la pandemia no va a desaparecer de España hasta sabe Dios cuándo.
Habrá desconfinamiento, sí, por fases o como lo deseen ellos, pero que el Altísimo nos coja confesados o inmunes al covid19 porque lo que son los políticos con sus medidas y su normas de cumplimiento no lo van a hacer. Son incapaces de controlar a esta sociedad en la que nos ha tocado vivir.