La globalización es tan real en este mundo
que nos está tocando vivir que no sé por qué nos extraña que fábricas como
Nissan echen el cierre en nuestro país.
Desde hace varios meses, antes de que la pandemia
acechase siquiera por algún minúscula agujero en China, esa espada de Damocles
se cernía dispuesta a cercenar de un golpe el trabajo y el futuro de miles de
trabajadores y sus familias, amén del bienestar económico que se destruirá en
su entorno como consecuencia de ello.
Los
políticos se echan las manos a la cabeza, pero el futuro no va a haber quien lo
pare. El mundo del automóvil, y con él todas las empresas que giran a su alrededor,
está cambiando a velocidad de vértigo. La llegada de nuevas tecnologías más
limpias incluye también una remodelación y reconstrucción del mundo de la
automoción. Se alejan los viejos combustibles contaminantes y se hace necesario
por su parte la invención y desarrollo de nuevos artilugios que coexistan con
el nuevo concepto de mantener limpio nuestro planeta.
Quizá, como nos cuenta la Ministra, sea más
barato para la empresa invertir para continuar con su función, que desmantelar
las plantas catalanas. No obstante, no debemos banalizar el tema aplicando ese
criterio económico simplemente. Hay más. Nissan, como Renault, Mitsubishi u otras, no
son empresas españolas, aquí no existe un vehículo fabricado y con patente
completamente española; otro tal sucede con otras grandes industrias asentadas
por nuestra geografía, propiedad de grandes multinacionales extranjeras. La I+D
en nuestro país no existe, o está bajo mínimos de toda la vida. Y en los
tiempos que corren todos los países se vuelcan en sus propias empresas para
defender puestos de trabajo indispensables para normalizar la vida laboral de
sus ciudadanos, los cuales se verían enviados al paro como consecuencia, aparte
de este virus que nos asuela, de otros condicionantes que exigen cambios
drásticos en el modelo productivo internacional. Y si el estado no toma medidas
urgentes para evitarlo, o al menos paliar situaciones gravísimas para los
trabajadores, malamente o muy tarde, demasiado tarde, se podrá salir de la
crisis venidera. Así que destinan miles de millones a ayudar a esos
conglomerados económicos propios, pero condicionándolos a que su estructura
industrial se mantenga defendiendo los puestos de trabajo en el país. ¿Cómo
hacen entonces estas empresas? Pues fácil, cierran plantas en otros lugares y
concentran la producción en su estado matriz.
Y esto hoy es Nissan, pero mañana
seguramente serán otras.
O sea que la desaparición de la planta de
Nissan de Barcelona se veía venir desde hace tiempo. Yo me atrevería a decir
además, aunque no soy ningún experto en la materia y tal vez porque la ignorancia
es la madre de cualquier desafortunada osadía, que hace años que estas cosas
que hoy padecemos en Cataluña son también una consecuencia directa de ciertos
objetivos políticos pergeñados por unos dementes que presumían y siguen
presumiendo de ser los mejores del mundo, pero que a la hora de la verdad lo
único que quieren para su Comunidad es dinero, dinero y más dinero. Y todo por
las ideas visionarias, impropias de este siglo y sí más del siglo XIX, de un
tal Puigdemont, junto a cuatro profetas, del que nada nos cuentan desde hace
meses. Como si hubiese desaparecido del mapa. Como si trabajase en la Nissan.
Que razón tienes. .
ResponderEliminar¿Qué pecado habremos cometido para tener que soportar -además de pagar- a estos representantes políticos?. Están tan mal preparado que lo mismo da derecha que izquierda, arriba
que abajo y delante que detrás. Solo piensan en sí mismos y los ciudadanos les importamos un carajo.