Es tenue,
como el roce liviano de un soplo
de brisa de verano
en mi mejilla sonrosada
por el sol de agosto.
Así es su beso,
otorgado presuroso y de refilón
mientras corretea
acelerada y sonriente
tras sus amigos en el parque.
Delicada caricia de vida en mi cara,
un regalo concedido,
una risa infantil,
y yo preso de sus ojos
que aún me miran.
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