martes, 21 de noviembre de 2017

¡PERO SI YA SE HABÍA IDO!


La Agencia Europea del Medicamento no se ubicará en Barcelona. Lógico. Y hace ya una temporada que se sabía.¿O existía aún algún iluso que contase con ello? Se ha adjudicado a Ámsterdam. No sé de qué nos extrañamos. Andan en estos momentos los políticos tirándose los trastos a la cabeza y echándose las culpas unos a otros, con salvadas excepciones, como Ada Colau que, con su ambigüedad en este y otros casos, no sabe hacia dónde tirar para consolidarse como política y se la echa a los dos, no sé si para ella no tiznarse cuando en realidad queda embadurnada de los pies a la cabeza por su falta de definición en el problema catalán, yendo un día con unos y otro con los otros.

Desde hace más de un mes, supongo, todos habrían sabido ya que la ubicación de esta Agencia podría ser cualquier ciudad europea, excepto Barcelona.  Resulta que  se marchaba de Gran Bretaña porque el Brexit hacía imposible que tal sede estuviese en un país no perteneciente a la UE; así que ¿acaso alguien confiaba en su instalación en una zona de Europa que estaba bajo la amenaza de la secesión por parte de unos políticos alocados? Vamos, anda. Las declaraciones que hacen los políticos españoles, todos, están pensadas, escritas y estudiadas al dedillo desde el uno de octubre o incluso desde finales de septiembre; o sea, que no nos hagan perder el tiempo con sus palabras enconadas contra unos y contra otros, ni se nos muestren con las vestiduras rasgadas ante esta decisión que se me antoja del todo normal. Lo que sí está claro es que, a la vista de lo que hay, bien haría el Gobierno Español, cuando intente atraer cualquier inversión, sede o lo que sea, institucional o empresarial, a España, en abstenerse de proponer cualquier lugar de Cataluña o no vendrá nadie. ¿Cómo para hacerlo está el patio? ¿A ver quién se atreve ante el riesgo que se corre? Y es que tampoco están las cosas  tan  bien como para que España, que no se acaba en Cataluña, desaproveche cualquier oportunidad o la pierda dada la situación económica por la que atraviesamos. ¡Mira a ver tú si no habrá lugares adecuados en el resto del Estado!

 Y para acabar: ¿se imaginan cuáles serían las explicaciones de unos y de otros si Barcelona llega a ser la agraciada con la Agencia Europea? ¡Quién los vería dar explicaciones apuntándose el logro! No quiero ni pensarlo. Seguro que darían para escribir tres best sellers: uno, desde Madrid, con tropecientas páginas; otro, desde Bruselas (residencia actual del  huido del flequillo), con otras tropecientas; y el tercero, el de Ada Colau, el más voluminoso, el doble de tropecientas páginas, porque se apuntará y sumará a su favor los razonamientos del primero y del segundo.

Bueno, está bien por hoy. Voy a disfrutar un poco de la mañana y a echarme unas sonrisas para alegrarla.  

miércoles, 15 de noviembre de 2017

INTERPRETACIONES MÍAS, CON PERDÓN.


“Lucharemos hasta el final”, repetía Marta Rovira hace unos días entre sollozos, en declaraciones a pie de calle a la Tv. ¡Qué cosas hubo que oír, hay que oír y lo que nos queda!. Pero lo más chocante es ver a esos políticos que lanzaron una andanada  a la línea de flotación de España verlos en este momento, si no renegando, echándose las manos a la cabeza, sin esposas por más que Rufián se empeñe y las muestre en el Congreso (lo que da una idea de la calaña del sujeto en cuestión), porque no habían planificado absolutamente nada en el caso de que la independencia les hubiera salido bien. Y tras ellos dos millones de catalanes como corderitos. “¿Dónde vas Vicente? Donde va la gente”. Y así en filas de un montón, desfilando por las calles de Barcelona ¿sin violencia? Y es que lo de la violencia no lo entiende nadie porque, según ellos, sólo se denomina así a la que se ejerce de forma física, como la demostrada por las fuerzas de orden público, menos los Mossos que se escaquearon a las órdenes de los impresentables de turno. Deberían, los que así piensan, leer algo más y no hablar a la ligera. Desde hace años, a los catalanes, desde los distintos gobiernos que tuvieron, les metieron a calzador determinadas consignas ideológicas, a través de la educación y de los medios de comunicación, que nos han llevado hoy a esto. Se les enseñó a sus ciudadanos, a muchos de ellos, que España era una tierra que estaba destruyendo su país, Cataluña; se les enseñó una historia de su país distorsionada; se les cebó con un odio cultural contra todo los español; se les engañó con discursos falaces sobre todo tipo de estructuras sociales, económicas, culturales, etc. que eran la repera para Cataluña y los iba a hacer el país más moderno y rico de Europa; y así un año tras otro, un dirigente tras otro. ¿Ahora qué? ¡Anda tú que no hay maneras de violentar a la gente y. más aún, de que la gente se violente contra los demás que viven en su entorno! Porque lo que han logrado con todo esto es que el conflicto social que han creado no se limite solamente a Cataluña, sino que se ha transmitido a toda España, unos a favor de que se vayan (seguramente los menos) y muchos renegando de ellos después de haberse llenado los bolsillos y su país, como a ellos les gusta decir, con el sudor de conciudadanos de otras Comunidades que tuvieron que irse sin remedio allí a trabajar porque vieron como determinadas empresas cerraban en sus pueblos para instalarse en el noreste, o se realizaban grandes obras estructurales en la misma zona, o se llevaban allí grandes eventos con grandes resultados económicos, o porque sí, gracias a los regalos de los otros dirigentes, los de Madrid, que casi siempre necesitaron para gobernar el apoyo de otro partido y se echaban en brazos de CiU, hoy PdeCat, o de ERC como si a estos les interesase lo que sucedía fuera de las límites de Cataluña.

Bueno, cansé, y ya saben que no me gusta enfadarme, o sea, que lo dejo y voy a echarme unas sonrisas a cuenta de mi nieta. Prueben a hacerlo y, si no tienen nietos, échenlas aunque sea a costa del flequillo de Puigdemont.

 

jueves, 9 de noviembre de 2017

NO ME LO CREO


A la señora Carme Forcadell le ha temblado el pulso, o más bien la lengua, a la hora de presentarse ante el juez. Ya no dice lo que decía, se desdice de todo cuanto defendió con el único objetivo de intentar evitar el trullo. No sé lo que estarán pensando Oriol y demás ante este hecho, pero lo que sí les importa es que son ellos los que salen reforzados tanto de la espantada de Puigdemont como de la de Forcadell. Aunque se hallen encarcelados, mucho me temo que estarán frotándose las manos de cara a las elecciones de diciembre.
No obstante, una pregunta que me hago: ¿alguien cree a Forcadell este arrepentimiento instantáneo ante el juez?, ¿acaso se ha echado atrás y ahora aboga por la legitimidad del 155?, ¿la declaración de República Catalana fue un fraude, un gesto sin importancia, una broma gastada a la gente que el 1 de octubre salió a la calle a votar confiando en sus representantes? No sé lo que, de acuerdo a la ley, que se ha de ajustar a las declaraciones que ella hizo ante el tribunal y a la decisión de un magistrado que ha de interpretar esas palabras, puede hacer ese tribunal, es decir, puede creerla o al menos tomarla más o menos en serio tanto como para evitarle una condena como la de Oriol, pero yo no trago, vamos, como millones de personas que la oímos vociferar contra todo lo que le sonase a español y de la falta de democracia y de la ausencia de separación de poderes (en lo que no anda muy equivocada, pero la política es la que es y funciona como funciona) en esta España en la que vivimos. Despotricó antes y después, en los mítines antes de las elecciones y posteriormente como Presidenta de la Mesa en el Parlament, contra el estado español que los tenía acogotados. Pero, ay, señora, una cosa son las palabras y otra los hechos. Digo yo. Aunque otra, la más importante, es la ley y, supongo, a ella se ajustará quien la juzga.
 
Sigan disfrutando del otoño, esta estación cuyo colorido y belleza hace aflorar la sonrisa a cualquiera.

martes, 7 de noviembre de 2017

¿Y SI GANAN OTRA VEZ?


Va a haber elecciones, pero será difícil que sus resultados, sean los que sean, alteren la situación por la que está pasando la sociedad catalana. La fractura entre sus ciudadanos va más allá de que ganen unos u otros. Y este es el resultado, guste o no, de la política realizada desde hace tiempo tanto por los representantes del Govern de la Comunidad (lo siento, pero no la veo- aún- como República) como de los distintos Gobiernos de la nación.

No obstante, y en esta tesitura en que nos metieron ahora a marchas forzadas los políticos soberanistas catalanes, se está intentando salir del embrollo por parte del Gobierno central a través de un artículo de la Constitución que se aplica como a cada uno Dios le dé a entender, ya que, si lo leemos, no dice nada y queda al albur de la interpretación que se haga de sus palabras. Y así surgen una elecciones que, dicen, van a ser la solución, la panacea para resolver el problema. Pero yo me pregunto: ¿Y si vuelven a ganar y sumar mayoría las fuerzas que defienden la República catalana? Es de sentido común que seguirán en sus trece y al día siguiente la instaurarán nuevamente, no se entendería otra respuesta por su parte. Y entonces, ¿qué? ¿Volveríamos al artículo 155 bis?

No sé lo que estarán pensando nuestros políticos en Madrid, los que propugnan la no separación de Cataluña de España, pero el problema puede ser gordo. O más bien, ya lo es. Porque, aunque los resultados fuesen otros, la oposición entonces en las calles podría ser abrumadora y la comunidad ingobernable por las buenas. A nadie se le ocurre que tendría que gobernarse por las malas, incluso echando a la calle a las fuerzas de orden público y, si me apuran, al ejército.

A la vista de la situación, las respuestas se me antojan difíciles.

Alguna se me ocurre, aunque pueda estar ya más que trillada desde hace semanas, pero no será este infeliz quien las ha de tomar. Y más aún porque podría equivocarme, como casi siempre.

O sea, que más temprano que tarde, mucho me extrañaría que la República catalana no estuviese al caer. Otra vez. O sea, que a ver si me equivoco de nuevo.

 

Mantengan la sonrisa y no se quemen con tanto process.

domingo, 5 de noviembre de 2017

A VERLAS VENIR


A esta hora, las escenas políticas españolas, que pasan por Bruselas y Madrid, son verdaderamente sonrojantes para cualquier ciudadano de cualquier país que no se llame España.

Llevo varios días sin acercarme al blog porque, sinceramente, la algarabía que se ha montado alrededor de la aplicación del artículo 155 de la Constitución Española es tal que mueve más a la risa que al cabreo. Ahora nos hablan, algunos, de que se va a reformar la Ley de Leyes. ¿Cómo? No entiendo nada, tal vez porque vivo en Asturies y aquí, a causa de la distancia, se siente el problema más bien de oídas que de otro modo.

Hay, o había, depende de quién lo explique, un Govern que gobierna,  que se rompe, o que se cesa, y cada uno de sus miembros se va por dónde mejor le apetece o de acuerdo a unos pactos tácitos entre todos ellos encaminados a lograr el cuádruple salto mortal sin red. Unos a Bruselas, otros a una celda. Hay, o hubo, una declaración de Independencia que no sé si sí o si no. Hay, y habrá, miles de personas en la calle pidiendo “llibertat”, quizá porque no entienden que quien comete un delito, no por sus ideas, debe pagar por él. Otros piden “llibertat” porque tampoco saben lo que quieren o dan pasos milimetrados con un fin propio para permanecer equidistantes entre las dos orillas que defienden intereses opuestos o, al menos, enfrentados a más no poder. Los hay, estos días, que salen a la calle y se envuelven en trapos coloreados como si el frío hubiese llegado de verdad a la piel de toro, aunque en realidad más bien parece ésta una caldera hirviendo. Otros permanecen alerta a lo que digan determinadas personas del ámbito de la justicia belga, lo cual demuestra que lo de la Unión Europea es un cuento como muchos otros, es decir, cada país interpreta a su manera las leyes del otro, aunque Bruselas sea la capital de esa Europa que presume de unión; ya lo vemos, en cuestión de justicia, que cada uno arregle su casa y Dios la de todos pero sin molestar a nadie. Otros, por el contrario abogan por infravalorar, más aún, por enterrar una Constitución aprobada por todos los españoles porque a ellos les da la gana. Algunos no saben y no contestan; son, en ocasiones, los peores porque nunca sabes por dónde vas a recibir sus palos. Las noticias no las entiende nadie y cada tendencia arrima el ascua a su sardina. 

Mientras muchas de estas cosas suceden a nuestro alrededor, los ciudadanos de a pie nos enojamos con todos, los mandamos a paseo, les deseamos lo peor, unos a unos y otros a otros, y nos quedamos sentados en nuestro sofá a la espera de las próximas papeletas electorales.

Desde hace varios meses, nadie salió a explicarnos fehacientemente qué coño pasaba con el “problema catalán”. Y en este momento tampoco, tan solo nos remiten al poder judicial “independiente”. Ahora, con la independencia proclamada, unos se echan las manos a la cabeza por tal disparate y otros también se las echan por el mismo disparate, aunque su manera de pensar sea completamente distinta.

Y yo, aquí, como millones de españoles, esperando que nos digan qué hacemos y cuáles van a ser las consecuencias verdaderas para España, es decir, para mí, para ti, para todos. Y de nada me vale que nos vengan con cuentos como el de que las empresas catalanas cambian su sede social, porque todos sabemos que a efectos económicos es un cuento más, como el de la Buena Pipa.

Por qué nadie nos cuenta qué pasará con España y qué medidas se tomarán si se proclama, de verdad, la República en Cataluña porque el próximo 21 de diciembre vuelvan a ganar por mayoría los independentistas.
        Y si eso sucediese, ¿cuánto tiempo tardarán los ciudadanos en pedirla aquí y terminar con la Monarquía? Nadie dice nada, ni supone nada. Es tabú.

Y ya puestos, ¿por qué no hay elecciones en España al mismo tiempo que en Cataluña? Así los que salgan elegidos en base a un programa, con aspectos concretos que no tiendan al engaño posterior, tendrán opción a discutir sobre el tema, legitimados por unas urnas que van a llenarse de votos en función de la opinión y la intención de cada uno que dé la cara para dirigirnos. Pero no, elecciones en el nordeste español, mientras que en el resto de España estamos a verlas venir y sin saber lo que determinados partidos políticos quieren para España, para toda España y no solo para Cataluña, como hacen algunos que siguen en la ambigüedad más desesperante.

 

Ya saben, ustedes, no se preocupen tanto como yo, que a fin de cuentas siempre saldrán ganando los mismos y perdiendo los de siempre, por lo que tampoco tendremos mucho qué hacer. Tómenlo con una sonrisa, se digiere mejor.