Al sol,
en un
banco apartado del parque
sintiendo
los últimos besos
cálidos
y temblorosos del atardecer.
Al
sol,
con
la mirada perdida en el aire
mientras
una dulce brisa veraniega
refresca
mi rostro seco y arrugado.
Al
sol, sí,
con
mis recuerdos vívidos y nítidos
que
pasean en un completo caos
por
mi frágil y ajada memoria.
Allí,
en aquel banco de la esquina,
al
sol,
permitiendo
que el tiempo templado de estío
invada
mis chirriantes articulaciones.
Carreras
desacompasadas de pequeñuelos
y
voces altisonantes en el parque de juegos
al
sol,
nostalgia
de una infancia que no fue.
Una
muleta tallada, un regalo tardío,
apoyada
de soslayo entre mis muslos
me
habla de mi presente aquí,agotado,
al
sol, claro.
Al
sol, sí,
el
mismo sol que diluye la niebla matinal
entre
la que me escabullo a diario
en
busca de mis sueños de mañana.
Palabras
galopantes que se esfuman
al
sol
y
que, como el agua del río, no vuelven,
desaparecen
en el enorme vacío de mi mente.
Imágenes
dispersas, turbias, desenfocadas
que
se diluyen y desaparecen entre reflejos,
al
sol, claro,
que nublan mi vista y cierran mis ojos cansados.
Ilusiones
y anhelos susurrados al viento,
aventados
a mil y un muladares del olvido,
convertidos
en cenizas grises, quemados,
al sol.
Al
sol,
sentado
mientras recónditos secretos
hoy ya
por sí inalcanzables por inaccesibles
se
diluyen en este frescor crepuscular.
Una
última mirada a las copas de árboles que,
al
sol,
permiten
el derrumbe de sus hojas sedientas
ahítas
de soportar el fuego estelar
Me
levanto, ansiando tu sonrisa eterna
mientras
los montes informes de poniente
al
sol
esconden
fulgores de colores irisados.
Y mi
caminar lento y torpe, de viejo gastado,
estimulado
por tu imagen de fascinante madurez,
me
lleva a tus abrazos, dejando marchito atrás
al
sol.
Mientras,
el banco, perdido y olvidado,
en un
rincón apartado del parque,
testigo
oidor de todas mis vidas olvidadas,
espera
la noche anhelando el día,
suspirando
por él,
el
Sol, ay,
claro
que sí,
ay, el
Sol.