Y Afganistán se coló en nuestras casas casi
sin darnos cuenta.
Hasta hace un año no sabíamos casi ni qué
sucedía. Durante los últimos meses, algo se estaba cociendo, pero la vida
continuaba a nuestro alrededor como si nada. Y de repente, zas. Los talibanes
se hacen con el poder dándose un paseo militar por allí, porque resistencia no
encontraron de ningún tipo. El Gobierno existente hace una semana huyó como
alma que lleva el diablo dejando a sus ciudadanos que se arreglasen como pudiesen,
mientras ellos pasaban a residir a cuerpo de rey en países afines. Lo mismo que
EEUU y demás miembros de la OTAN, que se las prometieron tan felices hace una
veintena de años, cuando iban a instaurar la democracia y acabar con el
terrorismo internacional, encarnado en Bin Laden. A este se lo cargaron, o eso
dicen, porque pruebas no hay ninguna, a no ser lo que nos contaron de haberlo
mandado a volar desde un helicóptero a sabiendas de que alas, si es que las
tienen, es una cualidad de los ángeles. Y Bin Laden, vaya, de ángel tenía poco,
al menos para los occidentales.
Pues bien, desde hace una semana acá todos
los medios abren sus portadas con alguna noticia de ese país asiático cuyas
fronteras, si preguntamos por la calle o incluso entre políticos, nadie conoce.
Vamos, que es un país montañoso perdido en el culo del mundo al que intentaron
desde hace siglos conquistar unos u otros y nadie lo consiguió. Viven, de
acuerdo con lo que uno buenamente se entera, en plena Edad Media, siguiendo una
ley que ellos interpretan como les parece y a quien nadie les pone freno. Pero,
a ver, ¿por qué se le va a poner? Hay
muchos otros países en el mundo que se rigen por la misma, más o menos
dulcificada, pero nadie les pone la mano delante porque sus influencias
económicas son las que son.
Afganistán, con todos sus errores en cuanto
a la consideración que ellos tienen con mujeres y niñas, que es contra lo que
arremeten fieramente las sociedades de los estados derrotados en esa guerra,
no es menos ni más que otras decenas de países repartidos por el orbe donde
viven en condiciones similares. Tal parece que es una especie de venganza, una
forma de criticar por alguien apaleado de lo lindo. Porque, sin tener que dar
muchas vueltas al asunto, podrían ver lo que acaece en estados africanos o asiáticos
e incluso, si me apuran, en algunos lugares de Sudamérica. No sé a qué viene
tanta hipocresía ahora con los talibanes, cuando en realidad la sociedad más
rica y desarrollada del planeta permite que situaciones similares estén
ocurriendo en otros lugares del globo sin rasgarse las vestiduras.
Y mientras, fijaos por ejemplo a qué nos
enfrentamos como sociedad: en Haití han
muerto miles de personas por un nuevo terremoto y todo está solapado porque
occidente ha perdido una guerra; los inmigrantes y refugiados siguen muriendo
en el Mediterráneo o en campamentos sin condiciones dignas de vida; la ablación
sigue viva en países árabes del Golfo, de Asia, etc. (algunos, de esos que son
innombrables por las relaciones políticas y económicas que mantienen con los
grandes estados occidentales y a quien nadie acusa ni intenta poner remedio).
Poned, poned ejemplos, veréis hasta dónde llega la hipocresía con la que nos
quieren hacer comulgar. Sin que ello sea óbice para condenar firmemente el tipo
de sociedad que quieren implantar ese grupo de rebeldes neandertales en
Afganistán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario