sábado, 21 de agosto de 2021

NO SOLO AFGANISTÁN

 

Y Afganistán se coló en nuestras casas casi sin darnos cuenta.

Hasta hace un año no sabíamos casi ni qué sucedía. Durante los últimos meses, algo se estaba cociendo, pero la vida continuaba a nuestro alrededor como si nada. Y de repente, zas. Los talibanes se hacen con el poder dándose un paseo militar por allí, porque resistencia no encontraron de ningún tipo. El Gobierno existente hace una semana huyó como alma que lleva el diablo dejando a sus ciudadanos que se arreglasen como pudiesen, mientras ellos pasaban a residir a cuerpo de rey en países afines. Lo mismo que EEUU y demás miembros de la OTAN, que se las prometieron tan felices hace una veintena de años, cuando iban a instaurar la democracia y acabar con el terrorismo internacional, encarnado en Bin Laden. A este se lo cargaron, o eso dicen, porque pruebas no hay ninguna, a no ser lo que nos contaron de haberlo mandado a volar desde un helicóptero a sabiendas de que alas, si es que las tienen, es una cualidad de los ángeles. Y Bin Laden, vaya, de ángel tenía poco, al menos para los occidentales.

Pues bien, desde hace una semana acá todos los medios abren sus portadas con alguna noticia de ese país asiático cuyas fronteras, si preguntamos por la calle o incluso entre políticos, nadie conoce. Vamos, que es un país montañoso perdido en el culo del mundo al que intentaron desde hace siglos conquistar unos u otros y nadie lo consiguió. Viven, de acuerdo con lo que uno buenamente se entera, en plena Edad Media, siguiendo una ley que ellos interpretan como les parece y a quien nadie les pone freno. Pero, a ver, ¿por qué se le  va a poner? Hay muchos otros países en el mundo que se rigen por la misma, más o menos dulcificada, pero nadie les pone la mano delante porque sus influencias económicas son las que son.

Afganistán, con todos sus errores en cuanto a la consideración que ellos tienen con mujeres y niñas, que es contra lo que arremeten fieramente las sociedades de los estados derrotados en esa guerra, no es menos ni más que otras decenas de países repartidos por el orbe donde viven en condiciones similares. Tal parece que es una especie de venganza, una forma de criticar por alguien apaleado de lo lindo. Porque, sin tener que dar muchas vueltas al asunto, podrían ver lo que acaece en estados africanos o asiáticos e incluso, si me apuran, en algunos lugares de Sudamérica. No sé a qué viene tanta hipocresía ahora con los talibanes, cuando en realidad la sociedad más rica y desarrollada del planeta permite que situaciones similares estén ocurriendo en otros lugares del globo sin rasgarse las vestiduras.

Y mientras, fijaos por ejemplo a qué nos enfrentamos como sociedad:  en Haití han muerto miles de personas por un nuevo terremoto y todo está solapado porque occidente ha perdido una guerra; los inmigrantes y refugiados siguen muriendo en el Mediterráneo o en campamentos sin condiciones dignas de vida; la ablación sigue viva en países árabes del Golfo, de Asia, etc. (algunos, de esos que son innombrables por las relaciones políticas y económicas que mantienen con los grandes estados occidentales y a quien nadie acusa ni intenta poner remedio). Poned, poned ejemplos, veréis hasta dónde llega la hipocresía con la que nos quieren hacer comulgar. Sin que ello sea óbice para condenar firmemente el tipo de sociedad que quieren implantar ese grupo de rebeldes neandertales en Afganistán.

 

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