jueves, 13 de enero de 2022

DIOSECITO

            Casi un mes de descanso, como si hubiese estado de vacaciones. Ya me conocéis, disculpas. En realidad, los días iban pasando desde aquel último artículo de 2021 y no encontraba un ratín para ponerme a escribir. Que si hoy estoy un poco de bajón, que si mañana me pongo con ello, luego fue pasado mañana y así hasta este momento.

Quién sabe, tal vez me sacaron de mi letargo navideño algunas noticias a cual más simple, pero con una repercusión mediática del carajo. Que sui la carne es de mejor o peor calidad según donde se críen los animales (¡Claro que sí, qué absurdez negarlo!), o que se va a tratar a la covid, en plena pandemia mundial como estamos, como una gripe (¡Y al cáncer de colon como una diarrea, la artrosis como un golpecito en un hueso, los ictus como un dolor de cabeza,…!  Como habrá que aplazar tratamientos y diagnósticos, se les cambia el nombre mientras dure la covid. ¿No estaremos corriendo mucho?) o que hay un tenista antivacunas que se quiere pasar la ley por el forro de los pantalones (¡ Naturalmente, esa gente hace lo que le da la gana porque son los únicos individuos inteligentes de este planeta que nada más tienen derechos y están exentos de responsabilidades, y él, el number one, se convertirá en su cabecilla!)

Cuando el diablo no tiene que…, ya saben, se dicen todo tipo de absurdeces, se plasman todas ellas por los listillos de turno en papel o en comentarios en los platós de radio o televisión, o en ruedas de prensa, en las redes sociales o en declaraciones cerradas, con el fin de defender uno o lo otro, lo que conlleva en la mayor parte de las ocasiones en más y mayores absurdeces, incluso a mentiras facilonas y fácilmente rebatibles si se quisiese, y en seguir dando vueltas a la noria como pollinos de siglos pasados.

El caso es hablar por hablar, aunque apenas haya nada de qué hacerlo, para continuar tergiversando la noticia y desinformando a la ciudadanía para que se polarice aún más o para que, hasta el gorro de todos ellos, los acabe mandando a tomar vientos.

Veamos, pues, uno de esos casos que me sacó y me sigue sacando aún de quicio.

El primero es el de Djokovic, ese tenista número uno, deportista afamado y buenísimo, pero un perfecto idiota, por hacerlo o dejarse engañar por otros, capaz de mover a su alrededor a otro montón de  babosos seguidores de su estilo, que quiere saltarse las reglas impuestas por un país por ser él quien es, mintiendo ex profeso a su entrada al país en la encuesta preceptiva que debía cubrir al llegar al aeropuerto. 

A ver, si este señor está vacunado, que lo demuestra y ya está; que no es así, pues a su casita y allí que lo alaben como si Jesucristo fuese; que ya pasó, como dice, la covid hace un mes, ¿entonces qué coño hacía sin guardar la cuarentena los días posteriores en actos de toda índole, contagiando a sus seguidores o a sus círculos más cercanos? Si sintiese un poco de respeto, cosa que dudo, hacía su profesión y hacia sus compañeros, esto no estaría sucediendo. Lo suyo es más pecado de soberbia que de humildad, virtud esta que ha demostrado a lo largo de su carrera en multitud de ocasiones que necesita en cantidad.

Y, sobre este caso, la Corte de Justicia australiana, al menos un juez, le permite permanecer en el país, aunque hubiese mentido para poder entrar. Si no fuese Djokovic, si fuese un pobre inmigrante que apareció por allí sin vacunar y con el mismo cuento que este deportista de haber padecido la enfermedad, estaría de patitas fuera de Australia. Y el Gobierno habría mantenido la expulsión ipso facto.

Lo que está sucediendo en este caso, poner a un país de rodillas por parte de un imbécil empeñado en defender lo indefendible, no hay quién se lo trague visto desde una perspectiva sensata conociendo lo que significa esta pandemia.

Igualmente, lo que hacen los tenistas que van a participar en el torneo: señores, plántense y digan que no juegan mientras haya alguien que no cumple con las normas establecidas, sean ustedes responsables consigo mismos y no le hagan el juego a ninguno. Ser compañero de profesión no significa bajarse los pantalones ante el cabecilla.

Hubo una tenista checa a la que también se le denegó por no estar vacunada; a los dos días se fue a su casa o a dónde quiera que aterrizase. Y no pasó nada. ¿Alguien dijo algo sobre que eso era una injusticia y que no debería irse, salieron a defenderla? No escuché ni mu tampoco a los y las tenistas. No oí nada de nada. Pero al número uno mundial de pegarle a una pelotita con una raqueta, no, a este parece que se le tiene miedo y hay que reverenciarle como si de un diosecito se tratase. No sé por qué.

Mándenle a su casa, señores del gobierno, y déjense ya de cuentos, de vueltas y más revueltas. No infrinjan sus propias leyes, sí, esas que aprobaron ustedes mismos