A esta hora, las escenas políticas
españolas, que pasan por Bruselas y Madrid, son verdaderamente sonrojantes para
cualquier ciudadano de cualquier país que no se llame España.
Llevo varios días sin acercarme al blog
porque, sinceramente, la algarabía que se ha montado alrededor de la aplicación
del artículo 155 de la Constitución Española es tal que mueve más a la risa que
al cabreo. Ahora nos hablan, algunos, de que se va a reformar la Ley de Leyes.
¿Cómo? No entiendo nada, tal vez porque vivo en Asturies y aquí, a causa de la
distancia, se siente el problema más bien de oídas que de otro modo.
Hay, o había, depende de quién lo explique,
un Govern que gobierna, que se rompe, o
que se cesa, y cada uno de sus miembros se va por dónde mejor le apetece o de
acuerdo a unos pactos tácitos entre todos ellos encaminados a lograr el
cuádruple salto mortal sin red. Unos a Bruselas, otros a una celda. Hay, o
hubo, una declaración de Independencia que no sé si sí o si no. Hay, y habrá,
miles de personas en la calle pidiendo “llibertat”, quizá porque no entienden
que quien comete un delito, no por sus ideas, debe pagar por él. Otros piden “llibertat” porque
tampoco saben lo que quieren o dan pasos milimetrados con un fin propio para
permanecer equidistantes entre las dos orillas que defienden intereses opuestos
o, al menos, enfrentados a más no poder. Los hay, estos días, que salen a la
calle y se envuelven en trapos coloreados como si el frío hubiese llegado de
verdad a la piel de toro, aunque en realidad más bien parece ésta una caldera
hirviendo. Otros permanecen alerta a lo que digan determinadas personas del
ámbito de la justicia belga, lo cual demuestra que lo de la Unión Europea es un
cuento como muchos otros, es decir, cada país interpreta a su manera las leyes
del otro, aunque Bruselas sea la capital de esa Europa que presume de unión; ya
lo vemos, en cuestión de justicia, que cada uno arregle su casa y Dios la de
todos pero sin molestar a nadie. Otros, por el contrario abogan por infravalorar, más aún, por enterrar
una Constitución aprobada por todos los españoles porque a ellos les da la
gana. Algunos no saben y no contestan; son, en ocasiones, los peores porque nunca
sabes por dónde vas a recibir sus palos. Las noticias no las entiende nadie y
cada tendencia arrima el ascua a su sardina.
Mientras muchas de estas cosas suceden a
nuestro alrededor, los ciudadanos de a pie nos enojamos con todos, los mandamos
a paseo, les deseamos lo peor, unos a unos y otros a otros, y nos quedamos
sentados en nuestro sofá a la espera de las próximas papeletas electorales.
Desde hace varios meses, nadie salió a explicarnos
fehacientemente qué coño pasaba con el “problema catalán”. Y en este momento
tampoco, tan solo nos remiten al poder judicial “independiente”. Ahora, con la
independencia proclamada, unos se echan las manos a la cabeza por tal disparate
y otros también se las echan por el mismo disparate, aunque su manera de pensar
sea completamente distinta.
Y yo, aquí, como millones de españoles, esperando
que nos digan qué hacemos y cuáles van a ser las consecuencias verdaderas para España,
es decir, para mí, para ti, para todos. Y de nada me vale que nos vengan con
cuentos como el de que las empresas catalanas cambian su sede social, porque
todos sabemos que a efectos económicos es un cuento más, como el de la Buena
Pipa.
Por
qué nadie nos cuenta qué pasará con España y qué medidas se tomarán si se proclama, de verdad, la
República en Cataluña porque el próximo 21 de diciembre vuelvan a ganar por mayoría los independentistas.
Y si eso sucediese, ¿cuánto tiempo tardarán los ciudadanos en pedirla aquí y
terminar con la Monarquía? Nadie dice nada, ni supone nada. Es tabú.
Y ya puestos, ¿por qué no hay elecciones en España al
mismo tiempo que en Cataluña? Así los que salgan elegidos en base a un programa,
con aspectos concretos que no tiendan al engaño posterior, tendrán opción a
discutir sobre el tema, legitimados por unas urnas que van a llenarse de votos
en función de la opinión y la intención de cada uno que dé la cara para
dirigirnos. Pero no, elecciones en el nordeste español, mientras que en el
resto de España estamos a verlas venir y sin saber lo que determinados partidos
políticos quieren para España, para toda España y no solo para Cataluña, como
hacen algunos que siguen en la ambigüedad más desesperante.
Ya saben, ustedes, no se
preocupen tanto como yo, que a fin de cuentas siempre saldrán ganando los
mismos y perdiendo los de siempre, por lo que tampoco tendremos mucho qué hacer.
Tómenlo con una sonrisa, se digiere mejor.
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