sábado, 30 de mayo de 2020

IRRESPONSABILIDAD DE UNOS Y OTROS

Llevo unos días escuchando que en determinados lugares de España comienza a haber rebrotes de la enfermedad viral que nos atemoriza los últimos meses. Suele existir en el inicio de estos nuevos contagios algunas conductas irresponsables, por no decir denigrantes para la condición humana que se supone han de tener las personas como tales, que originan un nuevo descalabro tanto en lo físico como en lo mental a todos aquellos que cumplen las normas establecidas en ese entorno más o menos amplio. Por culpa de unos desalmados, el resto de la población se ve sometida a nuevos confinamientos o medidas restrictivas de movilidad y de vida social que habían logrado en semanas y semanas de enclaustramiento.

No sé cómo los políticos y las autoridades pertinentes, desde los más bajos posible hasta las esferas más altas, pueden corregir estas cosas, pero los españoles, si somos un poco conscientes de lo que sucede hoy en nuestro país, deberíamos de exigir que detuvieran estos errores provocados por gente sin sentido común, al que tanto apelan nuestros dirigentes. Si nos cuentan día tras día que confían en que los españoles, a los que nos han imbuido de alabanzas y encomiado hasta la indigestión diciendo que durante la pandemia del modo más exquisito hemos dado ejemplo que nuestro saber estar, sigamos actuando como seres responsables y solidarios, pues una vez se encuentra alguno que ni lo es ni se le espera lo pongan a buen recaudo donde no sea dañino para la sociedad en general. Ese ser, tal vez humano pero con nada o muy poca humanidad, lo mismo que hace una cosa de estas es capaz de hacer otras iguales o peores.

Ayer he oído que un imbécil, o eso supongo a la vista de lo que hizo, voló a Canarias con síntomas de covid19, sin esperar por la respuesta a una PCR que le habían hecho unos días antes. El resultado fue una cuarentena no solo para sí (yo lo dejaría en cuarentena toda la vida, por más cruel que parezca, pero al menos me aseguraría de que no perjudicase a otros; lo sé, tal vez me paso, perdón)) sino para todos cuantos viajaban junto a él. Aparte, el rastreo que se debe de hacer, desde su domicilio hasta que subió al avión, para averiguar con quién más estuvo en contacto.

Es posible que se tomen medidas con esa persona, digo yo, pero en nada va a modificar algo muy importante: la vida de otras decenas se ha visto afectada de un día para otro por su culpa, con todo tipo de implicaciones, de la clase que sean, y con las consecuencias oportunas que se deriven de ese acto. Y toda esta gente pues...a aguantarse. 

Y aún habrá que dar las gracias porque lo advirtieron antes de que el insensato individuo deambulase a su aire también por el exterior, a su llegada, donde podría infectar a quien se cruzase en su camino.

¿Quién falló? Entre dimes y diretes, al final el único responsable será el tonto que se desplazó a las islas. Pero en realidad falla, y mucho, quien no ha sido capaz de evitarlo. Y todo porque quienes debían controlar y evitar estos actos incívicos parecen inconscientes empeñados en contarnos milongas: que los españoles somos todos unos ciudadanos juiciosos y con sentido común. Sigo sin creérmelo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario