Comienza la semana bajo el influjo de
Summertime, de Ella Fitzgerald y Louis Armstrong, que se oye a media voz surgiendo
de las entrañas del PC que se ubica enfrente de mí. Y no es de extrañar con el
tiempo que tenemos estos días, no parece invierno, más bien finales de
primavera con temperaturas rozando o superando los veinte grados. No sé ni cómo
acabé en Youtube, bueno sí, buscando alguna canción interesante que oír aquí
sentado a media mañana, mientras pensaba en la lista de libros que poseo y que
estoy inventariando gracias a un programa, Libib, que me descubrió Demetrio e imaginándome
la tarea que me queda por delante.
Eché un vistazo al archivo que había
abierto hace unos días y me encontré con doscientos treinta ya metidos, con su
título, autor, editorial, etc., incluso la carátula; supuse que tardaría menos
puesto que se puede introducir a través del código de barras y, iluso de mí,
creí que todo iba a ser bien sencillo gracias a la opción del código. Pero, ay,
que la mayoría de los que tengo no eran reconocidos, por lo cual me encontré
durante los últimos días haciéndolo manualmente, con lo que no solo eran los
datos normales, sino también fotografiar cada portada e introducirla en el programa
para que la reconociese. Y pensar que me quedan, a bote pronto, unos tres mil se
me hace largo, larguísimo.
No obstante, es esta una labor que siempre,
desde que me jubilé, tenía en mente y ahora no estoy dispuesto a dejarlo. No
quiero imaginarme lo que será subir a desván y comenzar con la segunda parte
del inventario. Hasta ahora, los que poseo en casa no son muchos y van poco a
poco, me faltan solamente otros doscientos aproximadamente. Pero arriba, uf,
habrá cerca de dos mil; y en la casa vieja, tercera pata de mi biblioteca, otros
mil o casi. Solo espero, y quiero pensar para mis adentros, que no voy a dejar
el trabajo que me he planteado, aunque otros queden un poco en desuso durante
este tiempo. Y es que apenas escribo nada, ni leo ni paseo. Pero intentaré por
todos los medios cumplir con uno de los objetivos que me había marcado para
realizar a partir del primer día de la jubilación.
Y es que me parece increíble que a lo largo
de unos cincuenta años lo único que estuve haciendo fue leyendo, o intentándolo
en el caso de algunos libros, y amontonando volúmenes y volúmenes sin orden ni
concierto hasta el punto que, si alguien me preguntase si disponía de algún
título, no sabría contestarle con veracidad. Hombre, es verdad que de muchos sí
tengo noticia, vaya, pero de tantos…como que no.
Me consuela saber que posiblemente no seré
el único, aunque estoy deseando salir de este grupo.
¿Será verdad que lograré terminar el
trabajo? Me lo pregunto porque me conozco y… Prometo contarlo.
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