Desde que Pedro Sánchez ascendió a las
alturas en olor de multitud anti marianista, los hechos se suceden a marchas
forzadas, en cámara rápida.
Por un lado, el PP se fracturó como
consecuencia de la derrota parlamentaria. La ausencia del gran tejedor, Rajoy,
descosió las costuras y deshilachó el partido en trozos pequeños. Casado dice
que ahora será él el encargado de unir esos retales, aunque parece difícil que
llegue a hacerlo como su antecesor. No se puede obviar que es uno de los delfines
de Aznar, un seguidor de última hora que aprovechó la ocasión para levantarse y
arrojar a los leones a la vieja guardia popular. Claro que aún está en el aire
ese rejuvenecimiento que se supone dada
su edad y sus objetivos, aunque estos supongo que no son otros que transformar
el PP en el partido que fue siempre desde sus inicios, el representante del
centro derecha y derecha derecha en España dejándose de tonterías de
acercamiento a ese dichoso centro que todos quieren para sí, no obstante lo
prediquen para intentar atraer algunos votos. Ha de enfrentarse al mayor
peligro de su partido, Cs, y tiene que hacerlo jugando con sus mismas armas.
Por otro lado, a Sánchez, que se aupó al
centro del poder, no le van a poner las cosas fáciles. Escogió entre sus afines
a una serie de personas a los que puso al frente de ministerios más a menos cercanos
a sus conocimientos, pero le salió torda alguna de esas elecciones. Hay algunos
y algunas (como gusta decir ahora) que han soltado por su boquita de piñón una
serie de chorradas infumables y difíciles de defender, por más que lo expliquen
de forma maravillosa, hasta el punto que parecen hermanitos y hermanitas de la
caridad, unos San Francisco de Asís defensores de todos las bondades de la
Naturaleza y del futuro del ser humano solamente posible si se vive como ellos
y ellas dicen, muy ecologistas y muy serios y serias (hasta el gorro estoy del
lenguaje inclusivo, se acabó tanto os y as) hasta el punto que dan ganas de ir
a urgencias toda la ciudadanía y hacerse un chequeo a ver cuál es nuestra
enfermedad a causa de la estrepitosa forma de vida que hemos llevado hasta
ahora. ¡Vamos, que si seguimos como ahora, palmamos! Y para evitarlo, ahí están
Sánchez y sus acólitos.
Y si a Sánchez le fue bien con la censura a
Rajoy, gracias al apoyo de determinados políticos y partidos, ahora se empieza
a dar cuenta de que no era oro todo lo que relucía. Concesiones por aquí,
concesiones por allá, con tal de mantener un frente unido que le será imposible
de lograr debido a las aspiraciones de algunos de ellos. Desde Cataluña,
Puigdemont ha terminado con el PdCat, ese partido que le votó en aquella
sesión, y ahora ya amenaza con nones. El presupuesto que aceptó del gobierno
anterior, naranjas de la China, porque quería introducir cambios y le sale rana, y se va encontrar con cuatro gatos a la hora de votar sus reformas en el congreso.
Aquellas promesas de acabar con la Reforma Laboral, o de hacer pública la lista
de los blanqueadores de dinero, o de acabar con el carbón teniendo en frente a
las Comunidades más afectadas, algunas de su propio partido, o terminar con el
gasoil, cuando en Europa le están diciendo que no es como lo está vendiendo su
ministra, que hay combustible limpio y vehículos que lo consumen desde hace
algunos años que no contaminan más que la gasolina, que si la RTVE era un
cortijo de la derecha y había que cambiar eso, pero el resto no traga, y así
más cosas que siguen saliendo a la luz, pues…de todo eso, nada de nada. Dicen,
dicen, pero hacerlo es otra cosa. Promesas, como las de todos los políticos,
convertidas en agua de borrajas. Lo que sí hará o tiene en mente, y para eso ya
ha tomado las medidas necesarias y las intentará llevar a cabo, es subir los
impuestos a los de siempre. Te cuentan que a las grandes fortunas, a grandes
empresas y a los bancos y.. jaja, al final esos impuestos saldrán de los
bolsillos de los trabajadores, de los ahorradores, de los clientes de esas
grandes empresas cuyos dueños son también los de grandes fortunas y demás. A
ver si piensan que los de a pie somos tontos. Y se igualará el precio del
diesel, sí, pero no a quienes, según ellos más contaminan, a camiones, autobuses,
etc., no, no, a los particulares. Y aparecerán algún plan Prever de esos para cambiar
coches, porque la industria automovilística mueve millones y, a lo mejor,
algunos caen en sacos no rotos precisamente, quién sabe. Y pagaremos más por la
luz, aunque te cuenten que qué va, que imposible, que lo del carbón no la
encarecerá, a pesar de la opinión unánime de los expertos. Y…
O sea, que ha cambiado el gobierno. ¿Y qué?
¿Ha cambiado algo? No, lo que te dan por un sitio te lo quitan por el otro. Si
he de contar algo favorable, sería de sucesos anecdóticos, esos de que tanto
presumen para sacar pecho, como sacar a Franco del Valle o que la Religión no
cuente para la nota media, entre otras pamplinas. ¿Y de eso vamos a comer, y
con eso cambiamos España? Tal parece, si
somos fervientes discípulos de Sánchez, pero mucho me temo que así enseguida se
quedará en cuadro.
Bueno, anda, tampoco será para
tanto; a fin de cuentas, ahora, los personajes que nos pueden sacar una sonrisa
son otros y también darán mucho de sí. Eso, impepinable.
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