Una vez inmersos todos en esta llamada “nueva
normalidad”, muchos son los que ponen sus focos en el número de muertos reales
que sufrió España como consecuencia de la covid19. Pero si algo es más
sangrante aún es ese tanto por ciento, superior al cincuenta por ciento de los
fallecidos si las cuentas no fallan, que tuvo lugar en residencias de mayores.
Y lo mismo da que fuesen centros públicos o privados, las muertes de unos y de
otros tienen el mismo fondo de luto, de dolor y de abandono para sus familiares.
En los Parlamentos Autonómicos se dedican a acusar al Gobierno de turno, encargado según he oído de la gestión de esas residencias, intentando buscar no responsables solamente, sino culpables, herejes a los que arrojar a la hoguera. No importa
quién gobierne, la oposición clama en el desierto si está en minoría contra quien
ostentaba los cargos de la Sanidad y Servicios Sociales de esas Comunidades,
apuntando por interés político hacia el número uno del Gobierno correspondiente.
El caso más significativo, por la cobertura mediática que algunos le dan, es
Madrid. Ahí buscan cabezas que cortar, estén en puestos más o menos altos en la
pirámide del poder de Ayuso. Pero a mí no me sirve achacar solo eso a un
Gobierno que hizo los recortes más drásticos en políticas sociales públicas
durante los últimos años, lo que originó una de las causas determinantes del
alto índice de mortandad. Y no me sirve porque en otros lugares de España,
pongamos por ejemplo Cataluña, ocurrió otro tanto de lo mismo. Quiero decir que
la mayoría de muertes ocurrió en este este tipo de establecimientos donde se
supone que nuestros mayores deberían haber estado perfectamente atendidos, en
todos los ámbitos de su vida. Es verdad, reflejan algunos informes, que en
Madrid se dio el caso de no mandar ancianos a los hospitales debido a su
avanzada edad o por el estado de gravedad que padecían en esos instantes. Y es
posible, por qué no, que en otros lugares de España, sin ningún escrito de
protocolo o normas por el medio, habrá ocurrido algo parecido en algunos centros
hospitalarios saturados en los momentos álgidos de la pandemia. A fin de
cuentas, los médicos seguro que habrán tenido que cerrar los ojos, tapiar el
corazón y priorizar unos casos sobre otros a la vista de los medios de que
disponían. Triste, aberrante quizá, pero realidad sin más, por más que nos
demos golpes de pecho y clamemos contra tales decisiones. Si no hay medios, se
opta por lo que nuestro cerebro nos dicte. Hay momentos en la Historia en que
las situaciones nos sobrepasan y se actúa de manera que nunca nos imaginamos,
ni en nuestras peores pesadillas.
Si nuestros políticos, esos que gobiernan
desde Madrid o todos cuantos se hallan viviendo a costa nuestra en los
Gobiernos autonómicos, fuesen capaces de detenerse un solo minuto a razonar (ya
sé que les pido mucho, que es algo inusual y en muchos casos imposible debido a
sus aptitudes), no andarían peleándose, ni valorando con distintas varas de
medir, a cuenta de las investigaciones necesarias para evitar que tragedias
como las de las residencias vuelvan a ocurrir. En Madrid, PSOE, Podemos, etc.,
la izquierda, barritan como elefantes desbocados contra el PP y Ciudadanos por
la gestión y exigen Comisiones de investigación hasta el final en su Parlamento,
amén de ceses por doquier. En Asturias, PP, Ciudadanos, etc., la derecha, barritan
como otra manada de elefantes enfurecidos contra PSOE, Podemos e IU porque
estos, como hace Ayuso en Madrid, se niegan a crear esa Comisión. Como ven,
depende de quién gobierne, dicen so o dicen arre ante la misma situación.
Porque para los familiares les da igual que en un sitio hubiesen muerto ocho
mil y en otro veinte, lo que desean es saber la verdad de lo que ocurrió. O
sea, interés de nuestros políticos por resolver problemas, ninguno.
No deberíamos olvidar los asturianos que
aquí han muerto casi 350 personas, de las cuales, por lo que leí, alrededor de un 60% lo fueron
en Residencias. Fíjense, un 60%, que se dice pronto. Pues, a juicio de quien
gobierna en Asturias, no hace falta investigar nada, todo se hizo bien. Solo en
una de ellas murieron más de dos docenas de personas, si no me equivoco, y en alguna otra por el estilo. No quiere
esto decir nada, porque como es de suponer habría muchos factores que conllevaron a
esos luctuosos resultados, pero es chocante cuanto menos que no se permita saber qué ha
ocurrido en todas y cada una de las residencias de mayores de Asturias. Y seguro que sus trabajadores se partieron el alma en beneficio de sus residentes, pero uno no deja de preguntarse en qué condiciones y por qué fue tal la catástrofe. No sucede nada por saberlo y corregirlo, si fuese preciso.
Pensemos también en Comunidades como
Cantabria, Baleares o Canarias, con un número de enfermos por la covid
semejante al asturiano, pero que en cambio han tenido un número de fallecidos
menor, un centenar larguísimo, que en el Principado.
No sé lo que significa eso de gestionar y
estar orgullosos de ello cuando, si comparamos esos datos, obtenemos resultados
así. Habría que explicarlo para que la gente supiese y comprendiese las razones de esas diferencias.
Como colofón, bien harían todas, TODAS, las Comunidades
en crear una Comisión pluripartidista con un único fin: no para echar culpas, no, no
es eso, sino para analizar las condiciones en que se hallan las residencias de
nuestros mayores en toda España, estudiar los pros y las contras, las
condiciones generales de todas ellas (de espacio, de personal, condiciones de trabajo, medios, de higiene,
alimenticio, médico, de ocio, etc., etc.), ya lo dije, públicas y privadas,
colocar en un platillo de la balanza aquello que funcionó y en el otro las
cosas que no o que se consideran necesarias cambiar o innovar para que todos aquellos que
se ven obligados por las necesidades que sean a vivir en estos centros, gocen
de una existencia digna y segura, tanto física como mental. Pónganse luego
todas esas comisiones autonómicas de acuerdo, con una normativa común que
apruebe y refrende cada uno de los Parlamentos Autonómicos y el Congreso de los
Diputados sin fisuras, y no permitan que en España vuelva a ocurrir lo que
sucedió en estos lugares por errores que pudieran haberse evitado. Y, lo más
importante, velen porque se cumplan a rajatabla esos protocolos, sin que para
ello haga falta la aparición de una pandemia.
La sociedad, todos los ciudadanos de este
país, estoy seguro, aplaudiría ese trabajo y se sentiría orgullosa de todos los
partidos políticos si son capaces de trabajar una vez al menos en bien de los
españoles sin tirarse los trastos a la cabeza.
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