¡La que se ha armado en España entre el
poder legislativo y el judicial!
Es lo que sucede cuando, a pesar de todos los vozarrones de quienes viven a cuanta de ella, tenemos una Constitución obsoleta en una democracia débil. Buf, país de m...
No pasa nada, cosas insignificantes, si
atendemos a algunos periodistas que le echan la culpa a unos; cosas
importantísimas si oímos a otros periodistas que le echan la culpa a los otros.
Hechos irresponsables los acaecidos, unos por una razón y otros por otra, si
escuchamos a los políticos de uno y otro signo. ¿Y los ciudadanos? Pues nada. A
su aire y a su bola. Ya lo arreglarán, total a ellos no los escuchan ni unos ni
otros. Tanto en el Gobierno como en el seno de los partidos con representación
parlamentaria lo único que buscan es mantenerse en el poder a costa de las
bajadas de pantalones que se necesiten. Unos para obtener esto y otros para
obtener aquello. Todos, a la vista de lo sucedido, cortados por el mismo
patrón, unos del derecho y otros del revés.
Y entre los representantes judiciales otro
tanto de lo mismo. Si atendemos a las explicaciones de una determinada
asociación de jueces hay que hacer lo uno, pero si nos fijamos en las palabras
de otra determinada asociación de jueces, lo que debería hacerse es lo de más
allá. O los fiscales, que dicen ahora una cosa y se enfrentan a los jueces más
o menos dependiendo del fiscal jefe y de quien gobierne. Que todos ellos se
aclaren o que aprendan a resolver los problemas judiciales de la misma forma.
No hay derecho a que la misma ley tenga lecturas distintas y lo paguemos los de
siempre. Que las hagan bien o que corrijan al poder legislativo, si fuese
necesario, para evitar distintas interpretaciones. Pero que los españoles nos
podamos sentir tranquilos sabiendo lo que hay y lo que no.
Y todo el “fregao” porque se quieren
aprobar unas leyes que a unos les gustan y a otros no.
Si atendemos a la explicación de algunas
personas, el Parlamento es la sede de la soberanía popular y donde se legisla.
Pues vale. Lo que no se puede pedir es que esa soberanía obtenida mediante unas
votaciones generales se mantenga cuando los programas con los que lograron sus
votos ya no son los mismos. No es lo mismo pedir el voto basándose en un montón
de promesas y que por esas lo votan, que después cambiar lo prometido por otras,
ya que entonces las condiciones cambiarían y el voto del que presumen no puede
servirles de sostén para seguir viviendo a cuerpo de rey.
Si llegase el día que las promesas
electorales, el programa, programa, programa, como decía Anguita, no puedan ser
cambiadas a riesgo de que los responsables del cambio puedan acabar en la
cárcel por estafar a los ciudadanos antes de unas elecciones con promesas falsas, ese día se terminarían todas las
fechorías que se cometan a espaldas de los votantes y que desde el poder se pudiesen
tramitarlo que en ocasiones tanto enfurece a la gente.
¿Es extraño, pues, que los españoles no
crean en sus políticos, en estos que tenemos u otros que puedan proceder igual?
¿Parece razonable que cuando hablan de la separación de poderes nadie se lo
crea?
Venga, hombres, comportaos como lo que
sois, gestores de todas las ilusiones que vuestros seguidores depositaron en
vosotros para hacer una España mejor. No traicionéis los principios de quienes
os han elegido y dad ejemplo de respeto, talante y seriedad tanto en las intervenciones
como en las decisiones para que el país esté orgulloso de su democracia y de su
Constitución, esa que ahora mismo se incumple caprichosamente en favor de
intereses de unos o de otros.
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