jueves, 22 de diciembre de 2022

PAÍS DE M...

 

¡La que se ha armado en España entre el poder legislativo y el judicial!

Es lo que sucede cuando, a pesar de todos los vozarrones de quienes viven a cuanta de ella, tenemos una Constitución obsoleta en una democracia débil. Buf, país de m...

No pasa nada, cosas insignificantes, si atendemos a algunos periodistas que le echan la culpa a unos; cosas importantísimas si oímos a otros periodistas que le echan la culpa a los otros. Hechos irresponsables los acaecidos, unos por una razón y otros por otra, si escuchamos a los políticos de uno y otro signo. ¿Y los ciudadanos? Pues nada. A su aire y a su bola. Ya lo arreglarán, total a ellos no los escuchan ni unos ni otros. Tanto en el Gobierno como en el seno de los partidos con representación parlamentaria lo único que buscan es mantenerse en el poder a costa de las bajadas de pantalones que se necesiten. Unos para obtener esto y otros para obtener aquello. Todos, a la vista de lo sucedido, cortados por el mismo patrón, unos del derecho y otros del revés.

Y entre los representantes judiciales otro tanto de lo mismo. Si atendemos a las explicaciones de una determinada asociación de jueces hay que hacer lo uno, pero si nos fijamos en las palabras de otra determinada asociación de jueces, lo que debería hacerse es lo de más allá. O los fiscales, que dicen ahora una cosa y se enfrentan a los jueces más o menos dependiendo del fiscal jefe y de quien gobierne. Que todos ellos se aclaren o que aprendan a resolver los problemas judiciales de la misma forma. No hay derecho a que la misma ley tenga lecturas distintas y lo paguemos los de siempre. Que las hagan bien o que corrijan al poder legislativo, si fuese necesario, para evitar distintas interpretaciones. Pero que los españoles nos podamos sentir tranquilos sabiendo lo que hay y lo que no.

Y todo el “fregao” porque se quieren aprobar unas leyes que a unos les gustan y a otros no. 

Si atendemos a la explicación de algunas personas, el Parlamento es la sede de la soberanía popular y donde se legisla. Pues vale. Lo que no se puede pedir es que esa soberanía obtenida mediante unas votaciones generales se mantenga cuando los programas con los que lograron sus votos ya no son los mismos. No es lo mismo pedir el voto basándose en un montón de promesas y que por esas lo votan, que después cambiar lo prometido por otras, ya que entonces las condiciones cambiarían y el voto del que presumen no puede servirles de sostén para seguir viviendo a cuerpo de rey.

Si llegase el día que las promesas electorales, el programa, programa, programa, como decía Anguita, no puedan ser cambiadas a riesgo de que los responsables del cambio puedan acabar en la cárcel por estafar a los ciudadanos antes de unas elecciones con promesas  falsas, ese día se terminarían todas las fechorías que se cometan a espaldas de los votantes y que desde el poder se pudiesen tramitarlo que en ocasiones tanto enfurece a la gente.

¿Es extraño, pues, que los españoles no crean en sus políticos, en estos que tenemos u otros que puedan proceder igual? ¿Parece razonable que cuando hablan de la separación de poderes nadie se lo crea?

Venga, hombres, comportaos como lo que sois, gestores de todas las ilusiones que vuestros seguidores depositaron en vosotros para hacer una España mejor. No traicionéis los principios de quienes os han elegido y dad ejemplo de respeto, talante y seriedad tanto en las intervenciones como en las decisiones para que el país esté orgulloso de su democracia y de su Constitución, esa que ahora mismo se incumple caprichosamente en favor de intereses de unos o de otros.

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