¡Uf!,
hace más de un mes que no cuelgo en el blog ni el más pequeño de los artículos
que seguramente, aunque solo hubiese sido de un par de párrafos, hubiese podido
escribir. A veces me recrimino, como hoy, este comportamiento que no va en nada,
o mejor, no iba con mi forma de ser. Solo puedo disculparme a través de excusas
más bien endebles. Veamos alguna, a ver si cuelan: en ocasiones las situaciones
se complican algo más de la cuenta y la cabeza está en otro sitio; o bien uno
no se siente con fuerzas suficientes para afrontar coyunturas personales que lo
rebasan; o las noticias de las que se siente tentado a escribir ya ni le interesan
siquiera debido a la cotidianidad con que asaltan los medios de comunicación y
son calcadas de otras que han sucedido y lo seguirán haciendo cada dos por tres
sin que los españoles tomemos cartas en el asunto; o también la holgazanería de
la que echo mano en cuanto me doy cuenta de que soy uno de los millones de
jubilados a los que los políticos usan para usar y tirar en cada cita electoral;
o la galbana a la que me enfrento con más asiduidad cada vez que veo un
ordenador delante y en él un folio en blanco: o el hecho de saber que muchos de
los artículos son meramente una ocurrencia sin pies ni cabeza, aunque es verdad
que me sirven como pretexto para expulsar alguno de los demonios que me corroen
de vez en cuando; o bien porque el tiempo se me hace cada vez más corto y lo
dedico a otras causas que considero más convenientes, entiéndase leer, ver una película,
echar una partida de cartas o de dominó, atender a mi nieta, la tarea más
importante de mi presente vida, charlar y estar más con mi mujer, realizar alguna que
otra tarea doméstica (no vayáis a creer que soy un amo de casa modelo ni un
manitas, nada más lejos de la realidad y en lo cual reconozco poder hacer algo
más), echar una parrafada con algún conocido, leer la prensa, dos o tres
diarios cada jornada, ir al río ahora que comenzó la temporada de pesca, lo
cual no quiere decir que vaya a pescar, sino a pasar horas por él viendo cómo
las truchas me rehúyen como si fuese un apestado, dar un paseo de vez en cuando
para soslayar la orden determinante de mis médicos que me recomiendan uno
diario, y yo qué sé, cualquier cosa que me mantuviese alejado suficientemente
de este objeto que ocupa la mesa de mi despacho en el salón y no hace más que
llamarme la atención un día sí y otro también para que lo use con algo más de
constancia. Porque esta es la verdadera razón de mi indolencia, su
autoritarismo y la salmodia con la que me enloquece todos y cada uno de los
días desde que comencé con este blog.
Pero
hoy fue imposible. Nada más ponerlo en marcha, me abrió un documento de Word y
no me dejó hacer ni una sola tarea más hasta que no acabé este pequeño artículo
que, por narices, y como despecho, estoy colgando en mi blog. Para que todos
sepáis que, si no lo hago más a menudo, es porque odio a los tiranos tecnológicos
que ocupan nuestra vida. Aunque sé, por desgracia, que cada minuto que pasa,
somos más y más dependientes de ellos. Pero los odio, y aún más hoy sabiendo
que nuevamente me ha vencido.
Sean
felices, no pierdan la sonrisa y rebélense contra ellos, aunque solo sea un
minuto al día.
Bueno, quedas perdonado de los pecados de "vagancia" y "odio informático", pero somos muchos los que disfrutamos de tus oportunos comentarios y deseamos que sean más frecuentes. No obstante comprendo que hay situaciones importantes en las que uno no está para dedicarse a otras cosas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hermano mayor