Si hacemos caso a los políticos y a los
medios de comunicación, España está en un momento dulce. Es decir, cualquier
noticia de las últimas que han aparecido de hace un mes para acá, hace que se
regodeen y se relaman los dedos todos ellos porque todos tienen razón, o eso
dicen:
Inundaciones que han dejado bien claro la
escasez de dinero que se ha invertido durante los últimos tiempos en
infraestructuras de todo tipo, elecciones andaluzas con la irrupción de un
nuevo partido de derechas o más allá que
hace tambalearse al PP, aparición de un tal Guaidó que convierte Venezuela en
un ente bicéfalo donde nadie da el brazo a torcer con la asunción por parte de
otros países de apoyo a una o a otra cabeza visible, sorpresa política por la
demanda de un relator para entablar unas conversaciones entre una comunidad autónoma
y el gobierno central que fue eliminado de buenas a primeras en un par de días,
negociaciones e intento de aprobación de unos presupuestos del estado donde se
priman a aquellas comunidades, como siempre, más cercanas políticamente o más
protestonas, pero con gran número de votos, por fin el juicio del proceso
independentista catalán, con todos los dimes y diretes que ustedes se imaginen, manifestaciones seudopatrióticas que integran a unos y excluyen a otros simplemente porque sí, porque además en la bandera de España ellos mandan y la sacan cuando les da la gana, los papeles de Villarejo, Francisco Glez, el BBVA y la torre Windsor, y la próxima exhumación de Franco, si la justicia lo permite, claro, aunque
falte por decidir, si a ello se llegara, dónde narices lo van a poner, a
enterrar, o si lo suben a los altares techado bajo palio y con un montón de
obispos alrededor en actitud suplicante, que todo es posible con cierta parte
del clero que todavía tiene mucho que decir y todavía, aunque no nos lo quiera
decir, manda la de Dios es Cristo. Aún habría más cosas para endulzar las horas
en esta piel de buey o de toro-
como explicó Estrabón para referirse a
la forma de Iberia-, si a ustedes le parece, porque, como estamos en un país
donde el que no llora no mama, todo es cuestión de llenar o no las calles, de
declaraciones más o menos afortunadas o encendidas sobre lo que sea, se tenga o
no razón.
O sea que por lo visto esta dulzura es
propia del postre del menú, un menú opíparo que comenzó con la investidura de
Sánchez y, tras una comida copiosa de varios platos, unos más fuertes y otros
más livianos, acabará Dios mediante con la convocatoria de unas nuevas
elecciones generales a no tardar mucho.
A ver si no se nos indigesta y a alguien, a
algún partido político le da de una vez por gobernar España y atender a las necesidades
de todos los españoles, en vez de andar metidos en rifirrafes y enredos entre ellos que
en nada ayudan a la salud democrática de nuestro país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario