domingo, 14 de abril de 2019

DE VUELTA A LA REALIDAD


Sentado, a oscuras, contemplando la mar,
esperando que la noche ocultara mis penas,
he visto bailar el agua
cuando la luna, augusta y majestuosa,
reinó en todo su esplendor,
despojándose lenta y voluptuosamente
de las últimas vestiduras blancas que la ocultaban.
Mis ojos se llenaron de paz,
mientras en el anfiteatro celeste
una, dos, mil estrellas, millones,
se aposentaban refulgentes y reverenciadoras
para disfrutar de tan solemne espectáculo.
Un millón de luceros y yo,
solos en la oscuridad,
únicos testigos cómplices
de un momento irrepetible.
Y mis aflicciones se difuminaron,
y desparecieron,
como un papel de fumar entre calada y calada.
Por fin, podía levantarme,
podía regresar a mi vida,
la de siempre,
la cotidiana,
la de un día y otro día,
llena de alegrías y pesares,
de risas y de amor,
de indiferencias y de obviedades,
de afectos y pasión,
pero mía.
El albor, la claridad, la luz
habían ya descubierto
mis secretos más inconfesables,
aquellos que sólo la silente noche,
guardiana fiel de mis secretos,
conseguía desvanecer.
Nuevamente, de vuelta a la vida,
de vuelta a la realidad.


(variante de otra escrita hace un par de años)


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