Han pasado unas elecciones y nos
encaminamos hacia otras.
No nos cansaremos de votar. ¿O sí? Ahora
que ya pasó el miedo a Vox, a lo mejor la gente se siente más segura y se queda
en casa. Pues que no se equivoque, que los de siempre no pierden comba y se
acercan a las urnas por menos que canta un gallo con tal de ganar. El que la
sigue la persigue, dicen. Y ellos, Vox y sus amigos de “centro” nunca darán
nada por perdido.
Quién sabe si al día siguiente de estos
próximos plebiscitos no habrá algunos que se echen las manos a la cabeza.
No obstante, eso es vivir en democracia,
hacer caso a los votos de la gente, que eligen a quien consideran que mejor los
va a representar. A pesar de que es una ley electoral totalmente injusta, que
no busca la representación proporcional que todos los españoles deberíamos
tener. Un concepto antiguo e interesado hace cuarenta años, ese de la Ley d’ Hont,
que no anima precisamente a que los ciudadanos de hoy se acerquen con su papeleta.
Son incapaces de entender por qué su voto no vale lo mismo en un lugar de
España que el de otro votante en otro lugar del mismo Estado.
A veces nos lo explican, de modo interesado
aquellos a los que beneficia, y también aquellos a los que perjudica pero no
hacen nada por cambiarla, pero hay que ser muy corto de entendederas para
ignorar ese engaño. Y a pesar de ello, aún así, nos convocan y vamos. Un poco
tontos sí somos todos, la verdad.
Bueno, a ver qué sucede el 27 de este mes.
Mientras, no se desesperen, que con
una sonrisa todo es más llevadero, no lo olviden.
No hay comentarios:
Publicar un comentario