Como
si no fuese bastante pedirte
un
beso esta mañana de primavera
para
que mis entrañas metidas en años
rejuveneciesen
nuevamente
y
recobrasen el ritmo,
como
ayer, como anteayer,
como
siempre junto a ti,
yo,
egoísta y atrevido, como tantas veces,
aún
te pedí, perdido en tus ojos,
una
caricia suave y etérea en mis mejillas
que
alisase mis vetustas arrugas
labradas
por el tiempo inclemente
con
sanas alegrías y amarguras olvidadas.
Y
aquí estoy de vuelta, al final de la tarde,
anhelando
la llegada de otro día,
la
resurrección de otra mañana,
para
sentir tus labios y tus manos,
para
recibir tus besos y tus caricias,
para
seguir caminando,
como
hasta hoy,
a
tu lado.
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