Un bello haiku de amor en el aire,
tinta de luna imperceptible,
alas de mariposa,
dulces, suaves.
Así eres, ay, tierna a mi alrededor,
posando un beso en mi mejilla,
que tiembla palpitante
en tu presencia.
Ay, qué palabras, cuántos versos amantes
que me hechizan.
Te espero, mi amor, a la sombra del roble,
junto al río,
en el mismo sitio donde la espuma blanca
fue fiel testigo del primer beso,
promesa de futuro, pacto de vida.
Te aguardo con nuestra maleta llena
bien de pesares, bien de alegrías,
todos cuantos vivimos,
mi amor, unidos, día tras día,
mudando el desconsuelo en pura dicha,
y la aflicción en mutua y pura magia,
para retornar de la mano, enamorados,
a nuestra casa, al hogar,
a seguir llenando baúles,
a continuar viviendo,
ahítos de amor,
el resto de nuestras vidas.
No te olvides, fiel compañera:
a la sombra del roble,
junto al río,
mientras el crepúsculo ocioso
se acerca lento y paciente,
impertérrito, con cálido aliento.
No tengo palabras. Solo me queda aplaudir.
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