Hace un mes justo escribía un artículo en este blog sobre el ascenso de casos que estábamos sufriendo de covid y que su número subiría poco a poco sin que se atisbara en el horizonte un remedio o una medida capaz de contrarrestar esa sexta ola que se avecinaba.
A día de hoy, con una media nacional de más
de cuatrocientos casos por diez mil habitantes, la dichosa ola, que no se
detuvo a pesar de las buenas palabras de los políticos gobernantes como es lógico, está
entre nosotros y se vuelve imparable. Otra Navidad a la porra, cuenten lo que
cuenten los “listillos” de turno. Si bien hasta este momento el número de
muertos es menor que antes, no por ello los Servicios Sanitarios de nuestro
país están en la gloria. Vuelven a llenarse las salas de nuestros hospitales
con enfermos de la covid y, prefiero equivocarme, volverán a saturar la Sanidad
los miles y miles de casos que se irán incrementando los próximos días, lo que sobrellevará la cancelación de una infinidad de operaciones quirúrgicas más o menos graves. Y
volverán las muertes por decenas, y luego por centenas y seguiremos, no lo
duden, por más historias que se inventen para descalificar a los críticos con
las medidas que se están tomando a día de hoy, más bien a la ausencia de ellas.
Y es que algunas chocan con los derechos de
la persona. Quizá. Pero es que España todo dios tiene derechos, pero nadie
tiene obligaciones.
Y aquí siempre por detrás. En esta España
puñetera, los intentos para solucionar la salud de sus ciudadanos, evitando que
el número de contagiados siga in crescendo y a todo trapo, son responsabilidad de
inútiles o miedosos incapaces de coger al toro por los cuernos.
Recuerdo cómo sacaba pecho nuestro
presidente asturiano, durante los primeros compases y los segundos y los
terceros y… de la pandemia vociferando que para él lo primero era la salud de
los asturianos. Hoy no dice ni pío, aparte de que debemos ser los ciudadanos
los que nos cuidemos. Entre Congreso de la FSA, argayos, inundaciones, huelgas de los
trabajadores del campo, de la sanidad y demás protestas por todos los sitios,
se encierra en el mutismo y todo lo resuelve él y sus consejeros, con buenas
palabras que no convencen a nadie. Bueno, sí, a algunos fieles encumbrados de su
partido que tienen pánico a moverse o sacar la patita, no vaya a ser que para
las próximas elecciones acaben defenestrados y no puedan cobrar sus sueldos, o
bien a aquellos que, con las orejeras puestas, siguen creyendo y defendiendo a
capa y espada lo que ven delante de ellos y embisten como toros ciegos contra
todo y todos los que no piensan como ellos.
Ya ven, todo se soluciona con mascarilla,
dosis de vacunas, distancia social, una PCR o un test de antígenos. Mientras,
todos los días vemos escenas en las que una importante cantidad de personas se
saltan a la torera todas las normas y no sucede absolutamente nada.
¿Otras medidas? No, que se nos echa a la calle
más gente todavía y ya está suficientemente llena.
Es decir, la lucha contra la pandemia es
cosa de cada uno. O sea, que bien parece que sobran todos esos cargos que
cobran y no hacen nada. Ya saben, que cada ciudadano se busque la vida.
Suscribo todo lo que afirmas. No pierdas tu ojo crítico.
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