domingo, 16 de enero de 2011

Una voz al teléfono

La cabeza es un almacén increible donde, aunque parece que las cosas no están ¡dichosa memoria!, en el momento adecuado acuden a uno como si las sacásemos del lugar más recóndito. Desempolvar esos recuerdos suele ser de lo más gratificante. Me empieza a suceder que, por más que lo intente, olvido hasta lo que cené anoche, mientras que acude a mi mente hasta el último detalle del menú que degusté con unos amigos, con mi familia, con... hace meses o años.
No sé por qué, pero ayer, cuando un amigo al que hace años que no veía, me telefoneó y, una vez finalizada la conversación, su voz me dejó postrado en el sofá estableciendo a través de ella una especie NO-DO que me hizo volver a vivir infinidad de situaciones por las que pasamos hace media vida: una charla en el cole en que estábamos trabajando juntos, una obra de teatro que ensayé con alumnos, una cena mientras nuestros hijos corrían por su casa en San Román, un viaje y unas vacaciones en Salientes, música de acordeón, un viaje de fin de curso a Torremolinos, un cuartucho montando una película escolar, um mercedes grande y viejo en el que cabía de todo, risas, cumpleaños infantiles,... ¡Yo qué sé! Y cada una de esas situaciones acompañadas de las caras que me rodeaban, francas, alegres. Caras de amigos de toda la vida, de las imborrables, de las que permanecen escondidas en el almacén de nuestra cabeza por más tiempo que transcurra.
¡Qué cabeza la nuestra! Gracias, Escudero, por quitar algunas de las telas de araña de mi almacén particular.
Mañana o pasado, más. Pasad un gran día.

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