lunes, 1 de junio de 2015

MOSCÓN DE ORO: GRACIAS.


El pasado viernes 22 de mayo, a eso de las nueve y media de la noche, me sorprendió  Manolo, el de Tarralva, en calidad de vicepresidente de la Asociación Amigos de Grado, comunicándome que me habían concedido el galardón de Moscón de Oro Local de la presente edición. Me quedé asombrado y casi sin palabras, si no fuese porque debía responderle a él. El teléfono me quemaba en la oreja puesto que nunca había pasado por mi cabeza que yo tuviese algún tipo de merecimiento para obtener semejante premio, siempre pensé en muchas otras personas que, por hache o por be, hubiesen hecho y hacen infinidad de cosas más interesantes y llamativas de cara a la opinión pública que yo, que hubiesen destacado en cierto tipo de labores sociales de ayuda a los demás, que se hubiesen mojado por cambiar cosas dentro de la sociedad en que vivimos. Es más, cuando me enteré el pasado año que me habían propuesto para ello, no acertaba a imaginarme qué habían visto en mí para ello. Por suerte, se lo concedieron a una persona encomiable como fue Fernando “Leno”, del que cualquier cosa que se diga para bien siempre será poca, y me quedé más tranquilo. Me olvidé de todo. Pero este año, que no sabía ni tan siquiera cuando se presentaban candidatos ni cuando se fallaba tal premio, no pude dejar de encogerme al recibir la noticia. Peor aún, no fui capaz de pegar ojo imaginándome de qué habrían hablado en el jurado para llegar a esta conclusión. Aún más, quiénes habrían decidido introducir mi nombre en un sobre y presentarme como candidato. Por el mero hecho de haberme dedicado a lo largo de mi vida a cosas que siempre me gustaron me dan un premio. Es como para sentirse más que felices, pensé. Siempre creí que debía de haber algo especial para que a alguien se lo otorgasen, y no  porque uno se hubiese dedicado a impartir clases en un colegio o por escribir una serie de libros infantiles o cosas así; incluso por haber ejercido el cargo de presidente de una asociación cultural con mayor o menor acierto  a lo largo de un montón de años, o de colaborar con otras en aquello que estuviese en mi mano Por eso, a día de hoy, todavía me encuentro en cierta manera paralizado y nervioso cuando alguien por la calle me para para felicitarme, no acabo de creérmelo, y eso que ya pasaron diez días.

Deseo darles las gracias a las entidades, asociaciones o personas que me hayan nominado y que aún desconozco;  al jurado que, del modo menos subjetivo posible, como sucede con todos a la hora de tomar una decisión, acordó que yo era merecedor del premio; y a la Asociación Amigos de Grado, organizadora de estos premios.

No obstante, sin dejar de estar estupefacto por la noticia, no puedo obviar que es un premio que considero he de compartir con más gente,  mucha que ha hecho posible que yo, hoy, goce de este galardón: todos los alumnos que pasaron por mis aulas y, sobre por esa de Llingua Asturiana del Colegio Público de La Cruz; todos esos padres que decidieron apuntar a su hijos a Bable a pesar de algunas opiniones tendentes a considerar que no valía para nada, simplemente por miedo o por cierta reserva hacia una opción educativa que nunca se pararon a pensar, o que era más fácil desacreditar desde la ignorancia, o solo por juzgar su alternativa más interesante; a los maestros que siempre me apoyaron en el centro en cada una de las actividades de Asturiano; a todos cuantos se matricularon y asistieron a lo largo de una buena montonera de años a los cursos de Llingua Asturiana p’ Adultos, con los que disfruté a lo grande; a todos mis compañeros en la Asociación Cultural Valentín Andrés, desde sus fundadores, entre los que me cuento, hasta los últimos en acercarse a ella, y que son los artífices de que las cosas hubiesen llegado año tras a buen puerto; a las personas que formaron parte y lo siguen haciendo del Foro de Creación y Cultura de la Biblioteca, con quien colaboré sobre todo en su revista Hojas del Foro. Y por encima de todo, a mi mujer y mi hija que vieron como les sustraía tiempo que les correspondía a ellas para dedicarlo a otros proyectos y, en vez de reprochármelo, siempre me apoyaron y animaron a no dejarlos inconclusos.

Estoy seguro que me quedan nombres en el tintero, y ruego me perdonen, pero que sepan que también ellos son copartícipes de este Moscón.

Muchas gracias.

Sigan disfrutando de la semana, con la sonrisa a flor de piel, no la olviden.

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