El
pasado viernes 22 de mayo, a eso de las nueve y media de la noche, me sorprendió Manolo, el de Tarralva, en calidad de vicepresidente de la Asociación Amigos de Grado, comunicándome que me
habían concedido el galardón de Moscón de Oro Local de la presente edición. Me
quedé asombrado y casi sin palabras, si no fuese porque debía responderle a él.
El teléfono me quemaba en la oreja puesto que nunca había pasado por mi cabeza
que yo tuviese algún tipo de merecimiento para obtener semejante premio,
siempre pensé en muchas otras personas que, por hache o por be, hubiesen hecho y
hacen infinidad de cosas más interesantes y llamativas de cara a la opinión
pública que yo, que hubiesen destacado en cierto tipo de labores sociales de
ayuda a los demás, que se hubiesen mojado por cambiar cosas dentro de la
sociedad en que vivimos. Es más, cuando me enteré el pasado año que me habían
propuesto para ello, no acertaba a imaginarme qué habían visto en mí para ello.
Por suerte, se lo concedieron a una persona encomiable como fue Fernando “Leno”,
del que cualquier cosa que se diga para bien siempre será poca, y me quedé más
tranquilo. Me olvidé de todo. Pero este año, que no sabía ni tan siquiera cuando se presentaban
candidatos ni cuando se fallaba tal premio, no pude dejar de encogerme al
recibir la noticia. Peor aún, no fui capaz de pegar ojo imaginándome de qué
habrían hablado en el jurado para llegar a esta conclusión. Aún más, quiénes
habrían decidido introducir mi nombre en un sobre y presentarme como candidato.
Por el mero hecho de haberme dedicado a lo largo de mi vida a cosas que siempre
me gustaron me dan un premio. Es como para sentirse más que felices, pensé.
Siempre creí que debía de haber algo especial para que a alguien se lo
otorgasen, y no porque uno se hubiese
dedicado a impartir clases en un colegio o por escribir una serie de libros
infantiles o cosas así; incluso por haber ejercido el cargo de presidente de
una asociación cultural con mayor o menor acierto a lo largo de un montón de años, o de colaborar con otras en aquello que estuviese en mi mano Por eso, a
día de hoy, todavía me encuentro en cierta manera paralizado y nervioso cuando
alguien por la calle me para para felicitarme, no acabo de creérmelo, y eso que
ya pasaron diez días.
Deseo
darles las gracias a las entidades, asociaciones o personas que me hayan
nominado y que aún desconozco; al jurado
que, del modo menos subjetivo posible, como sucede con todos a la hora de tomar
una decisión, acordó que yo era merecedor del premio; y a la Asociación Amigos
de Grado, organizadora de estos premios.
No
obstante, sin dejar de estar estupefacto por la noticia, no puedo obviar que es
un premio que considero he de compartir con más gente, mucha que ha hecho posible que yo, hoy, goce
de este galardón: todos los alumnos que pasaron por mis aulas y, sobre por esa
de Llingua Asturiana del Colegio Público de La Cruz; todos esos padres que decidieron
apuntar a su hijos a Bable a pesar de algunas opiniones tendentes a considerar
que no valía para nada, simplemente por miedo o por cierta reserva hacia una
opción educativa que nunca se pararon a pensar, o que era más fácil
desacreditar desde la ignorancia, o solo por juzgar su alternativa más
interesante; a los maestros que siempre me apoyaron en el centro en cada una de las actividades de Asturiano; a todos cuantos se matricularon y asistieron a lo largo de una
buena montonera de años a los cursos de Llingua Asturiana p’ Adultos, con los
que disfruté a lo grande; a todos mis compañeros en la Asociación Cultural Valentín
Andrés, desde sus fundadores, entre los que me cuento, hasta los últimos en
acercarse a ella, y que son los artífices de que las cosas hubiesen llegado año
tras a buen puerto; a las personas que formaron parte y lo siguen haciendo del Foro
de Creación y Cultura de la Biblioteca, con quien colaboré sobre todo en su
revista Hojas del Foro. Y por encima de todo, a mi mujer y mi hija que vieron como les sustraía tiempo que les correspondía a ellas para dedicarlo a otros proyectos y, en vez de reprochármelo, siempre me apoyaron y animaron a no dejarlos inconclusos.
Estoy
seguro que me quedan nombres en el tintero, y ruego me perdonen, pero que sepan
que también ellos son copartícipes de este Moscón.
Muchas gracias.
Sigan disfrutando de la semana, con la sonrisa a flor de piel, no la olviden.
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