Y acabó el domingo y
ningún ángel compasivo se apiadó de mí. En parte, supongo que porque yo tampoco
puse mucho de mi parte. Esa tarde, desde poco antes de las cinco, me apalanqué
ante la tele para ver al Uviéu contra el Cádiz y a las seis al Xixón contra el Tenerife.
Total, que, como el fútbol terminó cerca
de las ocho, a ese ángel piadoso no le pudo dar mucho tiempo para inspirarme.
Me quedé, como en tantas elecciones
anteriores, sin cumplir con ese deber ciudadano de votar al que apelan en todas
las ocasiones los políticos, pero con mi derecho a no hacerlo. No sé para qué
eché tanto tiempo el sábado deshojando la dichosa margaritona. Tiempo perdido.
Que ustedes lo pasen
bien y que sean felices con el triunfo de los suyos. Una sonrisa, por favor.
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