Ya
estamos metidos en faena, en la misma de hace más de cuatro meses, y se me antoja que seguiremos casi o igual que entonces. Lo que hasta hace un par de meses muchos españoles
vaticinaban, ahora se ha confirmado. Hace un par de días nuestro rey, ante la
nula respuesta de sus interlocutores ante la importante misión de dotar a España
de un gobierno útil y responsable que intente seguir sacando las castañas de la
economía del fuego, no tuvo otro remedio que volver a convocar unas elecciones
para dentro de dos meses. Con la boca grande, nuestros partidos políticos, y
sobre todo sus números uno, avisaban que no era este el rumbo adecuado ya que
los españoles ya habíamos optado en las urnas por nuestros representantes,
pero, creo que con la boca pequeña. más de uno de ellos estaba deseando que se
diera este paso. Supongo que en su fuero interno, y en las interioridades de su
partido, habrían calculado que con este movimiento sus opciones de aumento de
votos sería una realidad. El caso fue y es que siempre acabamos en España,
cuando los distintos partidos examinan su propia conducta, a la que califican con falsa modestia y
sin género de dudas de intachable, responsable y eficaz, con el manoseado y
trasnochado comentario de que la culpa por siempre jamás es de los demás. Y
como estos hacen lo mismo, la única y razonable enseñanza que nos queda a los
españoles es que tantos unos como otros son unos incapaces, embusteros,
jactanciosos e inservibles para dirigir este país.
O
sea, que el día veintiséis de junio repetiremos la maniobra de elegir la
papeleta con la alternativa que consideremos más adecuada, la meteremos en un
sobre, retomaremos el camino hacia nuestra mesa electoral, lo introduciremos y
esperaremos a la siguiente ópera bufa, protagonizada por los mismos actores
mediocres y acomplejados que nos han tocado, para ver cómo se tiran otra vez
los trastos a la cabeza, aunque quizá con posterioridad tengan que tragar sapos
y culebras y admitir que, si hay acuerdos, bien se podría haber conseguido
mucho antes.
O
bien, los resultados de las elecciones sean totalmente distintos a los
actuales, hecho este que no recoge el sentir actual de los votantes según las
predicciones de diferentes analistas y encuestas políticas, y entonces alguno
se frotará las manos mientras escucha el rechinar de dientes de alguno de sus
rivales.
Entretanto,
ocho semanas de rollo patatero en los medios de comunicación a cuenta de
nuestros representantes (de algunos, que a otros, a muchos senadores, nosotros
no tenemos opción ninguna de elegirlos en las urnas debido a una extraña ley
que hace de la democracia un cuento sin sentido, kafkiano). Y, aún sin hacer
nada, todos ellos siguen cobrando. ¿Austeridad, ciudadano Felipe? Ja, ja.
Que
ustedes se lo piensen bien durante este tiempo que se avecina y sonrían
siempre, que la situación da para ello, aunque sea después de un momento de
cabreo.
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