lunes, 5 de junio de 2017

¡QUÉ ASCO, TITO!


Día de resaca. Muchos cuerpos lamentarán hoy, cuando intenten abrir los ojos y a continuación ponerse en pie, haberse dejado llevar ayer noche por la llamada de las cervezas, de los chupitos o de los combinados de naranja, limón, tónica o cola con ron, ginebra o lo que sea que más les placiera. Se celebró la 2ª Flor aquí en Grau y la noche, esa que convierte el pelaje de todos los gatos en pardo, hizo lo mismo con muchos jóvenes y no tan jóvenes, aunque agarrados con desesperación a unos años que ya no van a volver, para convertirlos en verdaderos cochinos incapaces de saber un ápice de educación cívica. Cuando me dirigí a eso de las siete de la mañana hacia la Travesía de La Panerina andando desde La Plaza por la calle Eduardo Sierra, me apeteció hacer una serie de fotos con las que ilustrar este artículo, escrito o palabras arrejuntadas con el fin de que mi retina no olvidase las imágenes que me entraron por los ojos. Cristales, botellas, vasos, papeles, bolsas, vomitadas y demás restos más propios de gorrinos que de personas, tirados por el suelo convirtiendo la calle en una verdadera pocilga. Mesas invadiendo la calzada atiborradas de cascos de cristal, de vasos de plástico y vidrio, que invitaban a rodear la manzana para no sentir vergüenza ajena. Líquidos pegajosos, malolientes, meados en algunas esquinas, aunque perfectamente a la vista, que hedían como letrinas asquerosas y nauseabundas. Al acercarme hacia la Plaza de La Panerina, más de lo mismo. Un recorrido que realicé con ganas de taparme las narices y con los ojos cerrados, si no fuese porque la realidad con la que cualquiera se topa después de una fiesta en esta zona es siempre la misma y parece que siempre se tiene en la boca la pregunta de ¿no te acuerdas cuando tú eras joven? Echo la mirada hacia atrás y no me lo parece. Los tiempos, chaval, que han cambiado- me susurra una vocecita que sólo oigo yo. Sí, ya lo veo y lo huelo, pero ¿para mejor? No sé, serán los años los que me hacen ser un tanto desagradable y antipático. Me voy haciendo viejo, supongo.- y continúo mi camino.
No es la primera vez, ni me imagino será la última, que me va a tocar contemplar tal desatino. Supongo que los tiempos han cambiado tanto desde mi juventud que ahora esto, que yo considero una falta absoluta de consideración para con el resto de ciudadanos, por no decir otra cosa, se ve con total normalidad por parte de la sociedad y sus representantes que permiten semejante guarrada.
Cuando más tarde, alrededor de las ocho menos cuarto, salí con mi nieta camino del cole, los barrenderos ya estaban manos a la obra. No obstante, a mi nieta, de menos de tres años, aún le dio tiempo a ver los estragos de una fiesta nocturna infame, aunque no hubiese sido como alguna otra de mayor desenfreno que me tocó ver en el mismo lugar.
-¡Qué asco, tito!- exclamó ella al pasar del revés, puesta de rodillas,  en el cochecito desde donde no se pierde ni el vuelo de una mosca.- ¿Qué hacen?- siguió ella,  preguntándome por los barrenderos afanados en poner un poco de orden en aquel vertedero urbano.
-Están limpiando, barriendo para echar toda la basura a los contendores.- respondí a sabiendas que debería de haber ampliado mis palabras y explicarle lo que había sucedido. Pero, a santo de qué me iba a explayar con la niña si no hubiese entendido ni papa.
-¿Por qué? -Hace unas semanas que comenzó con la preguntita de marras y, mientras miraba hacia atrás al pasar por delante de la entrada de Pepe el Bueno, no pudo reprimirse ante algo que hasta la fecha yo le había evitado dando un rodeo.- ¿Por qué, tito?
-Pues…, porque han estado de fiesta durante la noche- no sabía qué decirle. No era cuestión de ponerme a filosofar ni a intentar convencerla de lo que significa tener educación o no tenerla.
No obstante, quiero pensar que me equivoqué. Debería haberlo hecho. Para la próxima, juro que se lo explico, aunque se quede con la boca abierta tildándome, si ello es posible, de loco de atar.
-¡Qué asco, tito!- y miró hacia adelante a ver si ya estaban abiertas las puertas del Palacio Fontela.
 
Sigan divirtiéndose, no hagan mucho caso a alguien como yo, que coge berrinches, tal vez sin sentido, por cosas como estas, y sonrían, que es salud.    

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