Miguel Blesa se ha suicidado y en algunos
círculos, los más cercanos a él, tanto desde familiares, de amistad o desde
allegados al mundo de la política colaboradores suyos en el pasado, achacan
este resultado a la alta presión social que sobrellevaba en los últimos
tiempos. O sea, las culpas recaen sobre los demás.
Bueno, pues tal vez. Quién sabe, a lo mejor fue su conciencia, si disponía de ella, que no lo sé. No seré yo quien lo
niegue, ni una cosa ni otra. No obstante, quizá sería interesante que nos explicaran, al mismo
tiempo que defienden esa postura, a qué fue debida esa presión. No olvidemos
las causas judiciales que se mantenían abiertas e incluso la condena sufrida,
aunque pendiente del recurso presentado para evitarla. ¿Por qué no les preguntan en los medios a quienes sufrieron las preferentes o se arruinaron con Bankia o Caja Madrid a ver qué opinan?
Ahora el pobre hombre (digo pobre porque
parece que para sus gastos debía confiar en la cuantía que el juez le asignara,
mientras que antes se permitía hasta gastar cuatro mil euros en un día a cuenta
de las tarjetas negras de Bankia sin que le cayese la cara de vergüenza al
suelo) se ha ido de este mundo a su gusto, demostrando que había más fachada
que personalidad en su comportamiento, no queriendo asumir sus responsabilidades,
si de sus actos alguna se derivara, como cualquier otra persona con principios,
de los que él presumía, hubiese hecho. Pues bien, parece ser que este señor se
ha librado de todo cuanto pudiese resolverse penalmente en los juzgados en su contra,
aunque su nombre será imposible que pueda ser olvidado por las mentes de tantos
como sufrieron sus decisiones como presidente del banco que lo vio crecer socialmente,
aunque falto de ética y moral, vistos los resultados finales.
Ahora bien, su muerte, por la alta presión
social que lo estigmatizó durante los últimos años como no se cansarán de
repetirnos los que quieren echar la culpa a los demás en vez de afrontar los
hechos en los que participó de mala manera, no ha de hacernos olvidar ni las
barrabasadas de las preferentes o los embargos de viviendas, los deshaucios ni los gastos
negros de esas tarjetas black de las que disfrutó junto a muchos otros
compinches. Por estas causas, hay mucha gente, miles de ciudadanos, que ha
sufrido tal presión en sus vidas que no han podido vivirla como desearon desde
entonces y que aún hoy maldicen su nombre como el de muchos más que se
enriquecieron, supuesta y no supuestamente, a cuenta de esos que gritan
exasperados por las calles exigiendo lo que es suyo. Como si estos últimos no
estuviesen padeciendo una altísima presión por culpa de los que les robaron, habiendo incluso más de uno y de dos que lo pagaron con creces yendo antes que Blesa al cementerio.
Personalmente, siento que haya muerto una
persona de este modo, aunque más lo siento en su caso porque de ese modo ha evitado
que la justicia, quién sabe, hubiese eliminado los supuestos y se hubiese hecho
eco de sus auténticas fechorías. RIP, si hay Algo y se lo permiten en el Más Allá.
A seguir disfrutando del verano cion la sonrisa franca siempre a punto.
Plenamente de acuerdo con el análisis que haces del final de este personaje.
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