Ayer
fue el día elegido por los españoles para distinguirse del movimiento
independentista catalán. Manifestación a lo grande en Barcelona, discursos,
entrevistas en medios de comunicación, apoyo a organizaciones empresariales que
cambian su sede social, etc. Pero…
No
estaría de más fijarnos un poco más allá de lo que nos han querido hacer creer,
porque tampoco es cuestión de mantenernos ciegos y sordos ante estos movimientos
antagónicos alentados por la irracionalidad de unos políticos que lo fían todo
a su ego y que han apostado desde hace años por dejar que las cosas se
pudriesen hasta este punto en que el enfrentamiento entre una parte de la
sociedad española, entre la que cuento lógicamente a la catalana, se haya
consumado. Tal parece que ahora, cuando se echan las manos a la cabeza, tenemos
que creernos a pies juntillas que la culpa la tienen los demás.
Ha
habido una manifestación enorme, pero no todos cuantos allí expresaban su
sentimiento anti independentista eras catalanes: mucha gente llegó desde fuera
de Cataluña y las cifras que se marcaron no alcanzaron ni por asomo las de las
manifestaciones secesionistas. O bien muchos catalanes se quedaron en casa o
bien hubo otra gran mayoría silenciosa a la que le da igual ocho que ochenta,
ser independiente o seguir perteneciendo a España. Por lo tanto, cuidado con el
recuento y los datos que unos y otros nos explican.
Cuando
al final de la manifestación llegó el momento de los discursos, me chocó y mucho
que uno de quienes se dirigió a la multitud sobre la conveniencia de la unión
de todos los españoles fuese un peruano, por mucho Premio Nobel que haya sido.
¿Acaso en España no había nadie más capaz de hablar y exponer las razones que
defienden la unidad del territorio frente a los que quieren partirlo? No digo
que lo hiciese bien ni mal, pero ¡anda que tener que defender la unidad de
España un extranjero, por muy novio de Isabel Preysler que sea!
Y
luego Borrell, que, entre otras cosas, acusaba a los empresarios que han
cambiado su sede social de no haberlo dicho antes, como si hubiesen sido ellos
culpables de lo que está sucediendo. ¿Pero qué esperaban, él y los demás?
Borrel se olvida de que perteneció al PSOE, fue dirigente en el Gobierno y en
el Parlamento Europeo. ¿Qué hicieron los políticos entonces y desde entonces
para no llegar a este punto? Nada. Pero como buen político, la culpa es siempre
de los demás. No toca asumir responsabilidades, porque ellos no han hecho nada.
Han pecado, quizá, de ingenuos. Sí, hombre, sí: lo que tú digas con la estelada azul y llenita de estrellas de
la UE
En
cuanto a los medios, me llamó la atención un debate en la Sexta entre cuatro
destacados periodistas. No olvidemos que el dueño de la cadena, Jaume Roures,
es catalán y defensor de la autodeterminación de los pueblos, o sea, de Cataluña.
Estos acabaron haciendo un llamamiento, o más bien parecía un reto o amenaza a
los españoles no independentistas, diciendo que cuidado con humillar al pueblo
catalán. No sé a qué se referían. Pero a mí, de verdad, de ninguna manera me
sentí bien cuando he visto a lo largo de los últimos decenios cómo esa
Comunidad accedía a todo tipo de dineros públicos estatales a base de apuntalar
gobiernos nacionales en minoría, tanto del PSOE como del PP. Mientras Pujol y
Cía se hacían de oro a nuestra cuenta, ellos nos aburrían con el monotema de
que España nos roba. Y aún hoy lo hacen. Ja, me reiría, si no fuese tan
humillante ver y comparar las infraestructuras asturianas y las catalanas, por
poner un ejemplo. O sea, que, mientras los dineros sigan colmando sus arcas y
las de bancos en paraísos fiscales, todo va bien, pero ay si no continúan
llenando sus huchas que, por cierto, y a cuenta de todos los españoles, a lo largo
de los últimos años han servido para derrochar millones a manos llenas creando una
estructura política fuera de sus fronteras encaminada a esta independencia que
ahora piden. Pues fíjense, a mí me parecía humillante que se gastasen esos
cuartos en esas cosas, pero nadie entonces y ahora decía ni dice nada. Ahora sí, eso de
humillar a Cataluña es algo de lo que ni hablar, eh. Como si alguien hubiese dicho algo, oye. Además, pensarían ellos, suelen lograr un buen
número de diputados en las Cortes y pueden ser necesarios para formar gobiernos.
Bueno, me imagino que a partir de mañana, si proclaman la
independencia, todos, por decencia democrática, abandonarán sus cargos en todos los estamentos del Gobierno Español, tanto en Madrid, como en Bruselas, igual
los de un partido que de otro, llámese ERC, PdeCat, PSC, PP Cs, En Comú Podem,
o lo que sea. A fin de cuentas, no pintarían nada.
Y de
otro lado, están las empresas: a los dirigentes y mayoría de periodistas españolistas se les llena la boca con el
cambio de ubicación social. ¿Y qué? ¿Qué significa eso? ¿Es que Cataluña va a
perderlas? No, el montante económico que eso supone es bajo, a Cataluña apenas le afecta en
principio a las recaudaciones fiscales que pudiesen existir. O sea, que lo que
hacen los empresarios no es abandonar Cataluña porque puedan no estar de
acuerdo con la independencia, es porque así van a seguir teniendo opción a
mantener las posibles prebendas que existan a cuenta y dentro de la UE. Otra
cosa sería que esas grandes empresas decidiesen en un plazo corto de tiempo
abandonar sus fábricas de Cataluña y trasladarlas, junto con sus trabajadores
si así lo considerasen, a otros lugares de España. Entonces sí, podríamos hablar
de debacle financiera, pero tal como se está haciendo lo que sigue importando
es la pela, el euro. Los bancos, empresas del IBEX 35 o no, etc. se aprovechan
de España para seguir amasando fortunas, pero no me creo que como protesta a
una Cataluña republicana.
Desde
ambos lados, durante las últimas semanas, nos han bombardeado con todo tipo de
acciones, de un bando y del otro. No tienen razón ninguno aunque solo sea por
su radicalidad, pero ambos defienden sus posiciones como si en el medio no
existiese nada ni nadie más. Y resulta que a ambos extremos están las minorías y en el
centro la mayoría, pero esta no se mueve, por eso es la que lleva los golpes de
ambos lados. Y ahí también estoy yo, con derecho a pataleo. Y nos está bien,
por seguir soportando a tanto mezquino extremista.
Sigan
ustedes bien, no pierdan la sonrisa ni en momentos así, que hace la situación
más llevadera.
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