martes, 5 de diciembre de 2017

QUIEN LOS ENTIENDA, QUE LOS COMPRE.


Seguramente que entre los magistrados, fiscales y demás gente de leyes habrán entendido lo suficiente sobre la anulación de la orden que recaía sobre Puigdemont y sus consellers huidos a Bélgica. Para eso estudiaron, pienso yo. También considero que los políticos estarán todos satisfechos de que en España, que dicen que es un estado de derecho, como se cansan de repetir a todas horas, se mantenga fielmente el principio-mantra de que la justicia es independiente y por lo tanto acatan y respetan las resoluciones judiciales, cuando a ellos no les afecta, claro.  

En cambio, ¿qué pensarán la mayoría de los ciudadanos españoles sobre tal decisión? ¿Y el resto de países que apoyaron las medidas tomadas hasta ayer, amparadas, según les habían contado desde los poderes del estado, en la Constitución y/o la Legislación Española? Pues lo mismo que yo, me imagino: que en estos momentos estamos en un país, o estado, o lo que sea, que ya no lo sé, donde gobiernan, legislan, llevan a la práctica las leyes, etc.,  pollos sin cabeza, que corren de aquí para allá sin saber muy bien a dónde van y, lo peor, a dónde nos llevan. Y es que si alguno queda aún sin descabezar, tal vez llevado por las carreras a tontas y a locas de los demás, anda persiguiéndolos y se halla perdido entre ellos a cuenta del extraordinario cruce de declaraciones y contradeclaraciones de unos y otros durante los últimos meses. Y han sido estas las que han contagiado a los ciudadanos de a pie hasta el punto de que hoy todos nos encontramos atónitos y desesperanzados de que esta clase política y judicial pueda ponerse de acuerdo en algo que nos saque del atolladero donde nos han metido.

Supongo que habrá que esperar algo más porque, quién sabe, es posible que las  decisiones a partir de hoy puedan ser más extravagantes, raras o singulares que las tomadas y oídas hasta hoy.

Con esta gente puede pasar de todo, hasta que nos convenzan, o lo intenten, de que llueve hacia arriba.

 

Disfruten del puente-viaducto que se avecina y no dejen de sonreír. Ah, el paraguas no lo sitúen en los pies, sino, como siempre, sobre la cabeza. Bueno, de momento, que más adelante ya se verá.

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