Ya tenemos presi, cuatro vices, un montón
de ministerios y cientos de asesores y demás cobradores de sueldos a nuestra
cuenta. Dentro de equis tiempo, también tendrán pensiones por una temporada
viviendo a cuerpo de rey, planes de pensiones y demás prebendas. Y si se tercia, al
acabársele el chollo, un puesto de ejecutivo en alguna de las grandes empresas
de este país. ¿Qué más podríamos desear? A fin de cuentas, ya tenemos gobierno,
que era lo que nos quitaba el sueño (además de Iglesias a Sánchez). Y todos
felices y comerán perdices…y percebes, y langostas y trufas negras y demás alimentos
opíparos bien regados de un buen vino de la tierra y un buen champán como
colofón, para hacer bien la digestión.
Y los de la oposición continuarán con sus
amenazas y sus bufonadas, desconcertados al no poder ser ellos quienes ocupan
esos cargos tan apetitosos. Aunque tampoco serán de los que piden el céntimo en
la calle para incrementar su paga, eso no, que también se llevan al bolso una
cantidad apreciable de salario público, es decir, a cuenta nuestra. A pesar de
sus críticas feroces, de sus salidas de tono, de sus algaradas callejeras,
también gozarán de manjares suculentos, muy asemejados a los de la parte alta
de la pirámide, y brindarán con la misma fruición con los mismos caldos.
Los españoles, maravillados ante tanto derroche,
seguiremos pidiendo un céntimo por las calles para nuestros míseros sueldos o
pensiones, para nuestra sanidad o educación, para nuestra supervivencia. Pero,
eso sí, con alegría, todos tan contentos ante la visión de la opulencia
extraordinaria con que cuenta España, capaz de hacer a ricos a tantos a la vez
y en tan poco tiempo. Todo sea porque nos han dicho hasta la saciedad que
nuestros políticos cobran poco y están donde están en un gesto de generosidad
sin precedentes en favor de sus conciudadanos.
Y, como lo he oído millones de veces, yo
voy y me lo creo. Todo es cuestión de fe.
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