miércoles, 16 de diciembre de 2020

DAN ASCO

 

Últimamente da asco ver algunos programas de televisión, incluso telediarios. Está cayendo una buena con la pandemia, pero hay determinadas cadenas cuya noticia esencial es el Rey Emérito, la constitución de órganos cuyo mandato está caducado, como del CGPJ, por la terquedad e intereses de nuestros políticos, el nuevo juicio a Otegui o los indultos o amnistías a los presos “luchadores por la libertad” del “procés”. De vez en cuando, colas del hambre y paro. Todo muy interesante para que la opinión del pueblo llano esté al tanto de lo que ocurre en España y de las medidas que el gobierno está tomando para que la ciudadanía se sienta más feliz y confiada en que todo lo que acontece alrededor de la covid, que es una especie de pasatiempo que se soluciona con las responsabilidad de todos y cada uno de nosotros, como si eso fuese la panacea a todos nuestros males. Se cuela en algunas ocasiones la crisis migratoria y el movimiento okupa, aunque nunca “okupan” residencias primeras, segundas o terceras de los mandamases, qué casualidad, pero esto como de pasada, a excepción de que se obtenga de ello algún rédito político.

¿Medidas para frenar realmente la covid? No, prima la economía y los intereses de quienes por detrás son los que gobiernan de verdad este país. En otros lugares de Europa cierran lo que sea menester y durante el tiempo que consideran efectivo; aquí, solo hasta que algunos salen a la calle a protestar. Solución al problema, ninguna; recomendaciones, sí: los ciudadanos han de ser responsables y tener cuidado. Olé sus huevos. Pero ahora ya hay vacuna, o sea que vuelve la jauja y el jolgorio. Hasta que… Entonces hablarán de la tercera ola. ¡Pero si solo hubo una, señores, que nunca se paró!

Se apela en no pocas ocasiones a la Constitución, como si fuese una marca blanca de algún gran supermercado, que resulta muy beneficiosa según para lo que se quiere usar: igual vale para cambiar un artículo que salve bancos, que para perdonar una insumisión a las leyes del Estado o para hacer una hoguera con ella y calentar a los sin techo; o bien se saca a colación para que no se limiten derechos individuales y cada uno haga que le salga de los…; a veces que si para preservar la libertad de expresión o no, depende. Es lo mismo. Si uno es de un partido, vale para esto; si se es del otro, para aquello; y si se pertenece al otro, para lo de más allá. En realidad, la Constitución española es como un balón de fútbol que rueda de un lado a otro del campo según quien lo patee.

Me he fijado en estos días en la cuestión del monarca que ya no lo es. Ya que se sirvió de su cargo para conseguir y acumular una riqueza desconocida, se le acusa de todo cuanto hay y se aprovecha el asunto para denostar a la Monarquía haciendo posible por acabar con ella, si fuese posible. En realidad lo ha hecho un ciudadano por su cuenta y riesgo valiéndose de su cargo, pero es como si cometiese un delito semejante un diputado o un senador y por ello se echase la culpa a la Democracia, al Estado. Este ataque a la Monarquía aprovechando que el Ebro por Tortosa la hacen partidos cuya representación parlamentaria le sirve para hablar de ello como si fuesen una mayoría de españoles, cuando en realidad, si sumamos sus votos, representan una minoría, pero son los que más gritan y a los que algunos periodistas, representantes de distintos ámbitos y esferas del estado y demás, les dan la palabra y adulan sin rubor. En cambio, otros partidos más afianzados desde siempre en la vida política, con un número de votos mucho mayor, se ven desprotegidos, o se dejan apabullar por el bullicio que arman los otros, ante semejantes acusaciones de chanchullos y, por lo tanto, de cambiar un régimen por otro, que podría resultar tanto o más perjudicial porque los españoles somos así, nos gustan las trampas y vivir a cuerpo de rey (nunca mejor dicho) sin dar un palo al agua. Ejemplos: ministros y ministras, asesores y demás cargos actuales, a miles, cuyo contenido ministerial o de responsabilidad es una pura anécdota, pero que cobran hoy, y cobrarán en el futuro, un salario inmerecido solo por estar donde están, resultado del pago de una cuota de poder en un gobierno de coalición.

Pero vayamos al caso del ciudadano Juan Carlos. Ya que este hizo, o parece que hizo, lo que se sabe o se dice saber, entonces la solución es eliminar la Monarquía. Luego, si continuamos y seguimos este ejemplo, deberíamos de pedirlo para todos: que existen elementos del  PSOE que robaron o despilfarraron en distintos lugares de España una millonada, como también parece que se demostró, pues eliminemos al PSOE, fuera con ese partido político, al basurero; que otros del  PP hicieron lo mismo en otro montón de lugares, pues al muladar con ese partido; que Puyol y sus amiguetes se forraron y nadie sabe aún qué ha pasado porque con él nadie se atreve a meterse, pues fuera los partidos que se fundaron para lavar la imagen de CiU, esos que cambiaron de nombre para que no los asociaran con él, pero que no dejan de ser los mismos que actuaron permisivamente con el honorable; que Bildu sigue sin pedir perdón como partido por las víctimas de ETA, a quien sustituyeron para darle visos de partido político, pues al albañal con él; que Esquerra se define republicana  e incumple las leyes del estado o las acomoda a sus intereses, incluso declarando la independencia a sabiendas de invocar unos derechos universales que no van con el tema, pues al vertedero; que algunos reniegan de la democracia que nos hemos dado hace cuarenta años y sienten nostalgia de volver a llenar cunetas y pintar paredones de rojo, pues al estercolero con ellos. Sigan, sigan, que la  lista se las trae.

Entonces, siguiendo la lógica ilógica de algunos tontorrones, qué hacemos con España. ¿La subastamos al mejor postor? ¿La regalamos a ver si alguien la quiere (lo dudo)? ¿La rompemos en cachitos para que cada español gobierne su casa como le venga en gana?

Estamos en un momento en el que todo vale. La mentira o la indecencia a la hora de soltar perogrulladas está a la orden día. Y se hace de modo consciente, sin ningún sentido de la decencia ni de la moral que se supone habrían de tener los que deberían dar ejemplo de honradez. Lo malo es que quienes hemos elegido en las urnas son quienes lo hacen, y los españoles nos echamos las manos a la cabeza ante tanto borrego suelto. No sé, a ver si algunos políticos con las ideas en su sitio aparecen y se atreven a oponerse desde dentro a tantos ignorantes como hoy gobiernan sus partidos y encienden una luz de esperanza en este pueblo que no se merece tanto imbécil como tenemos en la actualidad al frente de nuestro país.

1 comentario:

  1. El problema es que aunque es verdad que los políticos NO son todos iguales, coinciden en que utilizan a los ciudadanos para obtener sus prebendas: retribuciones descomunales, influencias, negocios, puertas giratorias, etc. Muchos no tienen ninguna preparación y cuando cesan están forraos y siguen cobrando mientras lo compatibilizan con otros trabajos.
    Y nosotros como “oveyes” seguimos yendo a votar.
    Esti mundo “non tien ígua”.

    ResponderEliminar