De fondo, desde el móvil posado sobre la
mesa de al lado, las notas del concierto de Aranjuez, con Paco de Lucía a la
guitarra, calma mis inquietudes permitiendo, con los ojos cerrados, que mi alma
vuele sin trabas hacía los momentos vividos más dulces e incluso los soñados, como este de escribir
de vez en cuando.
A través de una ventana de una vivienda de
enfrente, cruzando el patio interior entre ambos edificios, unos voces ininteligibles
surgidas de una televisión o de una radio gruñen como avezan hacerlo algunos
políticos de una y otra parte. No cambia nada.
De repente, por la ventana apenas entreabierta,
se cuela una pequeña mariposa, cuyos colores soy incapaz de definir; silenciosa,
casi etérea en su delicadeza, como una niña curiosa en medio de una juguetería,
se pasea con su grácil vuelo por el despacho deteniéndose en ocasiones en
lugares diferentes, como estudiando el contenido de aquellas estanterías. Me
recuerda a mí cuando deambulo por casa sin saber a ciencia cierta qué hacer en
ese momento.
Y mientras mis ojos seguían el recorrido de
aquel lepidóptero multicolor, en mi cabeza daban vueltas los arcos iris, las
estrellas y los soles, millones, de todo el Universo en que me movía, saltando
de uno a otro sin poder pararme a pensar en uno en concreto; un maremágnum de
ideas, un mar de sensaciones extrañas se divertía entretejiéndolas todas hasta
el punto de convertirlas en un gurruño olvidable por despreciable, repelente
por el simple y mero hecho de no tener pies ni cabeza.
Y cuando me he puesto a escribir, a volver
a insuflar algo de vida en este cuaderno virtual, no me sale nada con un mínimo
de sentido.
No sé por qué, pero me viene a la cabeza
cualquier mitin de cualquier político puesto por escrito: un despropósito.
Porque estoy seguro que, si lo leen al cabo de un par de días, se echarían las
manos a la cabeza y la sacudirían con fuerza a los lados para intentar que
todos los muebles que se hallan en su interior, aunque estén apolillados, se coloquen
adecuadamente.
No obstante, me suena que sería una labor
más que difícil: si mueves serrín a uno u otro lado, seguirá habiendo serrín
ahí dentro. Como dice el refrán, aunque la mona se vista de seda, mona se
queda.
Y justo así me quedo yo cuando leo lo
escrito. Hay días que no se está para ciertas cosas. Hasta las ideas y las
buenas intenciones se apolillan o son como serrín.
Que ustedes hoy tengan más suerte que yo. Y
sean felices.
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