martes, 9 de diciembre de 2014

NO HAY MANDO A DISTANCIA


-¡¡¡Tomaaaa!!!!- La voz de alegría del niño se escuchó en la cocina. Cada vez que lo lograba, se oía un ¡¡¡toma!!! recalcado y en voz bien alta que decía bien a las claras que un nuevo objetivo había sucumbido a su magia.
Cuando me acerqué hasta la habitación donde se hallaba desde hacía unos veinte minutos, no pude dejar de apreciar el alto nivel de concentración en que lo sumía la confección de aquel rompecabezas. Extendidos por el suelo, los distintos componentes del juego formaban una especie de alfombra a trozos de varios colores que a mis ojos semejaban un número infinito de islas desacompasadas flotando sobre el parqué. En cambio, para el crío todo tenía sentido. Sus ojos se posaban con regularidad sobre uno u otro de los trozos y raro era que no acertase con el adecuado y lo situase en el lugar correcto. Con cada encaje de las piezas el ¡¡¡toma!!! se oía en toda la casa.
Había sido por su cumpleaños cuando no atiné a comprarle otra cosa que aquello, un puzzle con los coches protagonistas de la película Cars que tanto le gustaba. Y, aunque al principio hubo otra gran cantidad de regalos que le llamaron más la atención y con los que jugó más a menudo, desde hacía tres días, nada más comer, se metía en aquella habitación y había comenzado a armar el dichoso puzzle. El primer día, al cabo de media hora salió y no dijo nada; se dirigió a mi cuarto, se puso a ver una película en la tele y pidió un zumo mientras se tumbaba sobre la cama de matrimonio una vez quitados los zapatos, que acomodó junto a la mesita; se tapó con la manta y, a pesar de que pregunté qué tal con el juego, no me contestó.
-¡Calla, Luís, que ahora es cuando va a empezar la batalla!- y se hacía el sordo ante mi pregunta, mientras señalaba el televisor donde veía Las Crónicas de Narnia.
Luego, sin que se diese cuenta, me acerqué a la estantería donde reposaba el puzzle para saber qué había hecho. Todas las piezas, desperdigadas dentro de la caja, hablaban de que no había sido capaz de elaborar ni un solo pedazo de rompecabezas. No le dije nada. Tal vez, pensé, fuese demasiado para él.
Al día siguiente, cuando llegaron ambos hermanos de la escuela, comieron y a continuación, mientras ella se sentaba ante el ordenador para ver la película de Grease, con la que disfrutaba de lo lindo, él se dirigió nuevamente hacia la habitación de los juegos. Yo me acomodé en el sillón de mi habitación a leer. Pasaron casi cuarenta minutos y, de repente, apareció en mi puerta con cara sonriente y feliz.
-Luis, mira, ven!- y se acercó a mi, me asió de la mano y me levantó para que lo siguiera.
En el suelo de la habitación de juegos, casi la mitad del puzzle estaba articulado, la parte que correspondía a Rayo Mc Queen, el coche rojo por el que suspiraba cada vez que veía su película.
Su rostro se levantó hacia el mío, que no daba crédito a lo que veía. Mi cara de satisfacción por su logro no era nada al lado del brillo de sus ojos, que estaban clavados tanto en el puzzle como en mi cara, como diciéndome ¡¡¡toma, qué creías!!!
Y fue el tercer día cuando sus ¡¡¡toma!!! empezaron a escucharse en la cocina. No tardó ni diez minutos en aparecer por ella para, con cara de orgullo, llamarme y decirme que fuese a la habitación. Me supuse que lo habría terminado, pero… Algo en mi interior me avisaba de que había un problema. Desde la puerta ya avisté el rompecabezas hecho y de reojo miré al niño. Cierta tristeza destilaba su rostro, una pena que no entendía. Lo alabé y lo felicité; le di un abrazo fuerte y tres o cuatro besos, al tiempo que me quedaba pasmado mirando para el dibujo que había confeccionado con las ochenta piezas. Seis coches es distintas posiciones y escorzos inverosímiles Si aún no tiene cinco años...; no me imaginaba que fuese capaz de hacerlo solo. Y mira tú por donde… No obstante, no le veía risueño, alegre como ayer, cuando solo había armado una tercera parte.
Al cabo de unos segundos le pregunté si no le había gustado hacerlo, si había sido muy difícil.
-Sí, Luis. Pero es que el juego no trae mando a distancia para que corran.
Y allí me quedé, con cara de tonto, mientras pensaba en que la mente de los niños siempre va un paso por delante de la de los adultos.
 
Y así la vida continúa. Sean felices y sonrían.

No hay comentarios:

Publicar un comentario