La
mosquetera Díaz y los mosqueteros López y Sánchez escenificaron hace un par de
días el drama que está viviendo desde hace bastante tiempo el PSOE. Es este un
drama que no tiene su origen en los mejores o peores resultados electorales de
las últimas convocatorias, sino al elevado índice de ansias de poder que reina
en su interior. Me gustaría poder ir hacia atrás en el tiempo, colocar en citas
electorales a un partido como Podemos y verificar los resultados que habría obtenido entonces el PSOE. No es lo mismo.
Sánchez
había sido elegido secretario general como mal menor ante Madina. Díaz apoyó
entonces a Sánchez, y López también, llegando incluso a ser presidente del
Congreso. Y es que Madina, en aquel momento, era mucho Madina y podía acabar
con el paso previo dado por Díaz para hacerse con el poder. Ahora Madina es
fiel a Díaz, cosas de la política o del mantenimiento de un estatus de poder en
su organización; como Antonio Hernando, fiel escudero de López y del no es no
hasta que se montó en el caballo de momento ganador y abstencionista de la gestora para no perder el sitio que
ocupaba, porque a él igual le da ocho que ochenta y, como Góngora, es un fanático incondicional del ande yo caliente, ríase la gente. López anda a su bola,
intentando terciar entre uno y otro a ver si las aguas revueltas por sus
contrincantes le ayudan en algo, apela a la unidad en cualquier momento a
sabiendas de la tormenta celestial, con rayos, truenos y trombas de agua y granizo, que caerán una vez finalice el proceso electoral. Sánchez sigue
en guerra contra todo aquel o aquella que ayudó a su defenestración y no duda
en atacar a todo cuanto se mueve y no es de su palo; a fin de cuentas, no tiene
nada que perder y sí mucho que ganar; en el momento de su derrocamiento, ya avisó:
la venganza será terrible, o algo así, qué más da.
Alrededor
de todos ellos, figuras claves en la política española de la antigüedad, léase
Felipe, Rubalcaba, Zapatero y demás acólitos, guardianes de arcanos que podrían hacer temblar a
muchos; otros personajes, como Javier Fdez., Tini Areces, Borrell, Trevín, etc., etc., aún en cargos oficiales que deberían haber renunciado
a ellos hace años, sobre todo porque han demostrado ser incapaces de arreglar
problemas de los españoles y, eso sí, a pesar de todo continuar en su cargo, este
o aquel, cobrando por no hacer nada (aunque, cuando los entrevistan, presuman
de ser la solución para todos nuestros problemas: o ellos o el averno
transmutado en oposición, con rabo, cuernos y demás parafernalia).
Y
entre tanto lodo, procedente del polvo con el que Zapatero gobernó los
últimos años de su mandato con el beneplácito de todos sus barones, ahí sigue enhiesto, orgulloso y bizarro, sin miedo al qué dirán,
el Partido Popular y su brillante adalid, Rajoy, al que no hay nada ni nadie
capaz de moverle la silla. ¡Y mira que ya ni sabe de dónde le llueven los
golpes! Pero con su adarga de superhéroe se defiende como gato panza arriba,
bien arreando zarpazos a diestra y siniestra como convirtiéndola en escudilla
para darles algo que comer a sus amigos socialistas más próximos a los que,
como enemigos derrotados, aunque no huyan, les tiende su puente de plata.
Sigan
a la espera, que el próximo domingo sabremos cómo quedan los socialistas,
aunque no vislumbremos su futuro, y veremos cómo le queda la cara a Rajoy
cuando se entere de los resultados. Eso sí, no se olviden la sonrisa, que sale
gratis.
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