¡Qué país, uf!
Es que no hay día en que uno se levante y
pueda disfrutar alegremente de la mañana si resuklta que tienes cierto interés por los
movimientos políticos que acaecen en España. Si no es uno, es lo otro. Lees
diarios, pones la radio, ves la tele, te acercas a noticias por internet, lo
que sea, hasta las charlas entre determinadas personas en un bar o en un
parque, y todo, todo es la dichosa política que te ahoga y te deja más que
patidifuso cuando te enteras de algunas de las cosas que suceden.
Y no porque todos a quienes oyes opinen
lo mismo, no, porque las explicaciones pueden ser más o menos prudentes, moderadas, razonables, insensatas o
peregrinas y cada uno tiene las suyas, sino porque la vida hoy en nuestro país
se mueve al ritmo que marcan estos hechos: que si Cataluña, que si Gürtel, que
si EREs, que si manifestaciones de pensionistas, o de obreros, o de jueces o de…
Yo qué sé. Ni un día tranquilo, a excepción de cuando despierto a mi nieta y
paso las horas con ella. Justo esos momentos son los que hacen que mi vida no
sea el fracaso al que creo condenarme por no seguir la misma melodía que todos
esos opinantes, las más de las veces sin conocimientos suficientes como para valorar fechacientemente cada caso, como me sucedería a mí, sin duda. ¡Bendita nieta!. Porque discutir de política por el mero
afán de discutir no conduce a nada.
¡Ah, que se me olvidaba cómo cuentan que se
arregla todo: en las próximas elecciones. Y yo me descojono. Como cuando mi
nieta, ante una canción que le gusta, empieza a bailar: me descojono y quedo atónito
viendo cómo, con poco más de tres años, se mueve y gesticula como si hubiese
nacido con la música, el ritmo y el baile dentro de ella. Increíble. Lo del
baile y lo de que se arregla con elecciones, ambas cosas.
Sigan bien, desenchufen todo lo
que puedan y ríanse del mundo, que es maravilloso.
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