domingo, 26 de agosto de 2018

DOMINGO, MERCADO


        Como casi todos los domingos del año, salí de casa a eso de las once y media para dar una vuelta por el mercado. Me había levantado, como suelo hacerlo este día, alrededor de las siete y media. A las ocho y pico ya estoy comprando el periódico en el estanco de La Cruz y a las ocho y media, cuando están abriendo, me siento en una mesa, junto a una columna, en La Perdiz, una cafetería cercana a mi casa, donde disfruto de la tranquilidad suficiente para leer pausadamente la prensa que acababa de adquirir, al tiempo que me tomo un agua mineral fría y un pincho de carne guisada, una especialidad de este lugar. Avezo estar allí hasta las nueve y algo, hora en que me dirijo a la panadería de la calle Asturias o al supermercado de Julito, en Cimavilla, depende de las ganas que tenga de un tipo de pan o de otro. Luego, una vez llegado a casa, previo arranque del cuerno de la barra de pan mientras subo en ascensor, un vicio o manía que me viene de años ha, me calzo las zapatillas y me pongo bien a leer, bien a enredar en el ordenador escribiendo alguna bobada como esta o buscando alguna cosa en internet.
Como decía antes, a media mañana doy un paseo calmo por entre los muchos puestos que abarrotan el centro de Grau, desde la calle Cimavilla hasta el Parque  de San Antonio, más comúnmente denominado Parque d’ Abaxo por la gente de la villa. No acostumbro a comprar nada, sólo mirar, aunque en alguna ocasión me hallo ante algún puesto de fruta si veo alguna que me guste, o ante el puesto de Paco, el de Zardaín, de Ca'l Caseiru, a comprarle un chosco cocido o alguna oreja, espinazo o rabo de cerdo para echar, con algo más, de compangu* a la fabada o a un buen pote de berzas.
Lo que sí es un hábito dominical durante esta vuelta por las calles de Grau es tomar un vino en algunos establecimientos en los que uno se siente a gusto, como El Manantial, Casa Pepe el Bueno, La Parra, por decir alguno, cualquiera es válido para charlar algo o simplemente aprovechar para saludar a personas que son asiduos de esos lares. Hasta la una y media o las dos en que ya subo a comer.
        Siempre que acabo, me siento un poco en el sofá, con un café solo sin azúcar en la mano, y me pregunto un día sí y otro también: ¿Por qué voy domingo tras domingo, a culebrear por esas calles atiborradas de gente si siempre es lo mismo? Siempre acabo por contestarme lo mismo, un domingo y otro y otro: Por rutina, por costumbre desde hace décadas, porque, a fin de cuentas, no encuentro en ello ninguna razón, o casi, para hacerlo.
Puestos de fruta o de hortalizas, unos mas grandes procedentes sus productos de grandes mayoristas, y otros más pequeños, los propios de la gente del lugar que trabajan huertos y que en temporada se acerca a vender sus cuatro patatas, cebollas, fréjoles verdes o amarillos, fabas, lechugas, repollos, berzas, calabacines, acelgas, manzanas, fresas, tomates, pimientos, nueces, avellanas, huevos, quesos de afuega’l pitu**, cuajadas,  etc.; asimismo, encuentras otros ambulantes con todo tipo de prendas de vestir, desde un pantalón o camisa a unos calcetines o unas bragas, pasando por chaquetones, zamarras, chubasqueros, paraguas, zapatos y cualquier cosa que a uno se le ocurra; si cambiamos de sitio, podemos encontrar otros lugares de venta de diferentes clases de pan, queso, chucherías, embutidos, plantas e incluso con herramientas para el campo o utensilios de cocina, desde una cacerola a un plato o una taza; deambulando sin rumbo, tropiezas también con puestos donde mercar material escolar o libros de segunda mano, tenderetes con piezas de cestería, otros con dulces elaborados artesanalmente, el puesto de música  en el que puedes encontrar cualquier intérprete, sobre todo de música asturiana, etc. Y a ello añadir los manteros con sus camisetas o playeros, sus Cds y Dvds de música, juegos o cine, sus bolsos, relojes… de marca ni se sabe cuál pero barato, barato, lo que sea que puedan vender para malvivir, quién sabe si atosigados por mafias que los obligan a entregarles muchos de sus escasos dineros.
Todo ello y más que se repite domingo tras domingo. En cuántas ocasiones pasas por delante de cualquiera de ellos mirando a un lado y a otro sin ver nada. No llama la atención ya, es repetitivo para más de un lugareño que nada más circula entre unos puestos y otros como un sonámbulo. Pienso que no soy el único que siente así, que somos muchos en Grau a los que nos sucede igual. Y a pesar de todo, como cuando soltamos el frecuente “Santinos” a un niño que estornuda, el próximo domingo volveré a callejear por los mismos lugares. Hábitos imposibles de eludir en una villa cuyo mercado dominical es casi un rito para los moscones, aunque se mire y no se vea, aunque se señale y no se compre, aunque se comente y se olvide, pues este olvido sólo dura una semana. Y que no lo toque nadie.
 
Disfruten del fin de semana y no pierdan la sonrisa.
 
*“Compangu”: (palabra asturiana) Carne que se echa para dar sustancia y sabor sobre todo a la fabada y al pote en Asturias.
**Quesu d’ afuega’l pitu: Clase de queso asturiano hecho con leche de vaca que se caracteriza por su textura y firmeza según el grado de maduración. Hay cuatro clases. Es uno de los más antiguos y extendidos en Asturias, siendo el municipio de Grau uno de los que cuenta con mayor número de queserías.
       
 

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