Si no fuese porque son los encargados de
velar por nuestros derechos, por nuestro bienestar, por el de todos los
ciudadanos de esta España de charanga en que se ha convertido hace ya varios
años, estaríamos viendo un esperpento en la política de este estado difícil de
no mover a sonrisa primero para luego llorar a mares. España cada vez más sería
el tema central de una sublime obra de teatro de Valle Inclán. ¡Ay, si aún
pasease por las calles de Madrid viendo en que se ha convertido este país en
pocos años!
Hace cosa de un par de meses, el Aquarius
llegaba a Valencia en olor de santidad política socialista cargado hasta los
topes. Ante todo, se cansaron de repetirnos, y por encima de todo lo subrayaban
con cara compungida, ante el primer micrófono que les pusiera delante, que lo
primero era la solidaridad, atender a aquellos cientos de refugiados políticos
o simplemente hambrientos, o lo que fueran que fuese, que procedían de lugares
donde la guerra era el común denominador. Había que atracar en España, el
pueblo estaba de acuerdo, los gobernantes recién llegados abogaban por ello,
los ministros acudían al panal de rica miel, se bailaba en el barco, para ello
nos lo restregaban por los ojos en imágenes televisivas con el fin de convencer
a esta sociedad de lo bien y el bien que se estaba haciendo, comían, aunque los
italianos les hubiesen dado alimentos en mal estado, que eran muy malos,
malísimos, y aquellos pobres desgraciados festejaban la llegada a un puerto
seguro con un montón de garantías inconcebibles. De los del Mediterráneo Sur, entonces
nada, como ahora. Los derechos y prebendas se los llevaban los del Aquarius
porque había tenido este suceso una gran repercusión mediática en toda Europa
al no autorizar nada semejante ni Italia ni Malta; ni tampoco Francia, ni
Croacia, ni Cristo que lo fundó. España sí, un ejemplo para todos, la nación
paladín defensora de los derechos humanos hasta el final.
Pero ayer, me entero hoy, el presi de este
país, ante la avalancha de pateras y refugiados o lo que quiera que sean que
copan nuestras costas, y la aparición de nuevo del buque Aquarius con otra
carga de seres humanos recogidos en aguas próximas a Libia, ha dicho que de
venir a España que se olviden, que hay otros puertos más cercanos. Se acabó de
un plumazo aquella solidaridad y defensa de los derechos humanos. España se ha convertido
de repente, y por arte de birlibirloque, en otra cosa. Ya no somos el paladín
de occidente. A lo mejor resulta que alguien ha pensado con la cabeza en vez de
con el culo sobre las consecuencias que podrían acarrear miles y miles de
migrantes en nuestro país, sin que esa famosa palabreja de solidaridad no funcione
en el resto de Europa y, no lo olvidemos, en el resto del mundo, ya que el
problema no puede ser solamente del viejo continente, o más bien de
determinados estados de este occidente en el que vivimos.
Merkel y Sánchez, en una charla veraniega,
sin hablar ni con dios ni con el diablo, ni con sus socios ni con el país alauita
pactan entregar millones de euros a Marruecos para que controle ese flujo migratorio.
¿De verdad se han creído en su sapiencia política que eso se va a cumplir? Son
más tontos de lo que pensaba. No me extraña que en este tema, tanto de los
políticos en Alemania como en España, y en otros países más de lo mismo, la
gente esté harta de ellos ante este problema que deberían solucionar de manera
más amplia. Cuando hablan de solidaridad con refugiados, con hambrientos por
las guerras o por el tipo de sociedad en que viven en esos países africanos o
asiáticos, deberían preguntarse por las causas. Pero eso no les interesa porque
los culpables suelen estar cerca de sus propias casas. Cuando las descubran, y
si no que se lo pregunten a cualquier persona con medio dedo de frente,
entonces podrán darse cuenta de que a nivel internacional no hay política más
que la económica de los grandes multinacionales que son los que en realidad
rigen este mundo, los que incrementan sus peculios a cuenta de los
contribuyentes de a pie, que son y somos los que pagan y pagamos el pato,
mientras que nuestros políticos son unas marionetas en sus manos. Y, si quieren
seguir ocupando su puesto, ya saben lo que les cuesta, seguir colgando de los
hilos movidos por ellas. O sea, que llegados a este caso, de migraciones se puede seguir hablando hasta la saciedad, pero, buscar soluciones reales y duraderas se me antoja imposible
Sigan
disfrutando del verano, no pierdan la sonrisa.
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