martes, 14 de agosto de 2018

MIGRACIONES SÍ, PERO NO.


Si no fuese porque son los encargados de velar por nuestros derechos, por nuestro bienestar, por el de todos los ciudadanos de esta España de charanga en que se ha convertido hace ya varios años, estaríamos viendo un esperpento en la política de este estado difícil de no mover a sonrisa primero para luego llorar a mares. España cada vez más sería el tema central de una sublime obra de teatro de Valle Inclán. ¡Ay, si aún pasease por las calles de Madrid viendo en que se ha convertido este país en pocos años!

Hace cosa de un par de meses, el Aquarius llegaba a Valencia en olor de santidad política socialista cargado hasta los topes. Ante todo, se cansaron de repetirnos, y por encima de todo lo subrayaban con cara compungida, ante el primer micrófono que les pusiera delante, que lo primero era la solidaridad, atender a aquellos cientos de refugiados políticos o simplemente hambrientos, o lo que fueran que fuese, que procedían de lugares donde la guerra era el común denominador. Había que atracar en España, el pueblo estaba de acuerdo, los gobernantes recién llegados abogaban por ello, los ministros acudían al panal de rica miel, se bailaba en el barco, para ello nos lo restregaban por los ojos en imágenes televisivas con el fin de convencer a esta sociedad de lo bien y el bien que se estaba haciendo, comían, aunque los italianos les hubiesen dado alimentos en mal estado, que eran muy malos, malísimos, y aquellos pobres desgraciados festejaban la llegada a un puerto seguro con un montón de garantías inconcebibles. De los del Mediterráneo Sur, entonces nada, como ahora. Los derechos y prebendas se los llevaban los del Aquarius porque había tenido este suceso una gran repercusión mediática en toda Europa al no autorizar nada semejante ni Italia ni Malta; ni tampoco Francia, ni Croacia, ni Cristo que lo fundó. España sí, un ejemplo para todos, la nación paladín defensora de los derechos humanos hasta el final.

Pero ayer, me entero hoy, el presi de este país, ante la avalancha de pateras y refugiados o lo que quiera que sean que copan nuestras costas, y la aparición de nuevo del buque Aquarius con otra carga de seres humanos recogidos en aguas próximas a Libia, ha dicho que de venir a España que se olviden, que hay otros puertos más cercanos. Se acabó de un plumazo aquella solidaridad y defensa de los derechos humanos. España se ha convertido de repente, y por arte de birlibirloque, en otra cosa. Ya no somos el paladín de occidente. A lo mejor resulta que alguien ha pensado con la cabeza en vez de con el culo sobre las consecuencias que podrían acarrear miles y miles de migrantes en nuestro país, sin que esa famosa palabreja de solidaridad no funcione en el resto de Europa y, no lo olvidemos, en el resto del mundo, ya que el problema no puede ser solamente del viejo continente, o más bien de determinados estados de este occidente en el que vivimos.

Merkel y Sánchez, en una charla veraniega, sin hablar ni con dios ni con el diablo, ni con sus socios ni con el país alauita pactan entregar millones de euros a Marruecos para que controle ese flujo migratorio. ¿De verdad se han creído en su sapiencia política que eso se va a cumplir? Son más tontos de lo que pensaba. No me extraña que en este tema, tanto de los políticos en Alemania como en España, y en otros países más de lo mismo, la gente esté harta de ellos ante este problema que deberían solucionar de manera más amplia. Cuando hablan de solidaridad con refugiados, con hambrientos por las guerras o por el tipo de sociedad en que viven en esos países africanos o asiáticos, deberían preguntarse por las causas. Pero eso no les interesa porque los culpables suelen estar cerca de sus propias casas. Cuando las descubran, y si no que se lo pregunten a cualquier persona con medio dedo de frente, entonces podrán darse cuenta de que a nivel internacional no hay política más que la económica de los grandes multinacionales que son los que en realidad rigen este mundo, los que incrementan sus peculios a cuenta de los contribuyentes de a pie, que son y somos los que pagan y pagamos el pato, mientras que nuestros políticos son unas marionetas en sus manos. Y, si quieren seguir ocupando su puesto, ya saben lo que les cuesta, seguir colgando de los hilos movidos por ellas. O sea, que llegados a este caso, de migraciones se puede seguir hablando hasta la saciedad, pero, buscar soluciones reales y duraderas se me antoja imposible

Sigan disfrutando del verano, no pierdan la sonrisa.

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